Homilía Tb 8, 5 – 10
Por Lorenzo navarro García-Retamero,
Sacerdote en Ntra. Sra. De Altagracia de Manzanares
La lectura del libro de Tobías (Tobit) es expresión de la fe de unos esposos en Dios y en su proyecto de vida para el hombre.
Al celebrar el sacramento del matrimonio o el matrimonio sacramentalmente ponemos la unión de los esposos en la línea del plan de Dios para el hombre, desde la Creación: creó hombre y mujer para que se ayudaran mutuamente. Y consecuencia de esto es el nacimiento de la raza humana.
En esta lectura podemos destacar varios puntos que pueden servir para iluminar, no sólo el momento presente de la celebración sacramental, sino también toda la vida del matrimonio:
La oración es el alimento necesario para el creyente y también para el matrimonio. La oración de Tobías tiene una doble finalidad: “para que tenga misericordia y nos proteja”. En nuestras vidas la oración surge espontáneamente cuando las cosas nos van mal y acudimos a Dios para que ponga remedio en ello. Pero esta lectura nos muestra que no hay que acudir a Dios sólo en este momento, sino siempre. Lo más normal es que no haya problemas la noche de bodas, que es el momento en el que surge esta oración. Pero no surge por eso, sino que, como creyentes, viven profundamente esa relación con Dios y quieren que Dios siga estando en sus vidas, ahora unidas para siempre.
La oración se transforma en expresión de esa nueva situación, ya no es un “yo” sino un “nosotros”. Tobías podía haber rezado solo, pero invita a su mujer Sara a levantarse porque “vamos a rezar”. Y ese “nosotros” se hace patente en toda la oración: “tenga misericordia de nosotros”, “nos proteja”, “haznos llegar juntos”. Y es una oración abierta al tú, al otro, no egoísta: “Dígnate apiadarte de ella”. El “tú” y el “nosotros” se hacen más fuertes que el yo”. Así ha de ser también en la vida matrimonial: todo se vive desde la otra persona.
El “juntos” es expresión de una vida compartida en todo, desde el momento inicial hasta el final: “en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y la pobreza…”
El plan de Dios se pone de manifiesto: Bendito eres, Señor. Tú creaste a Adán y Eva, Tú quisiste que de ambos naciera la raza humana, fruto del amor mutuo de los esposos y, por ello, son complementarios, se ayudan mutuamente.
El matrimonio es escuela de fe: en él aprendemos a conocer a Dios, a dirigirnos a él, a conocer su plan de salvación, a confiar en él, a experimentar su amor. El sacramento del matrimonio es ponerse en las manos de Dios, recibiendo su bendición, en esa apasionante aventura, desde ahora y para el futuro.