El hecho religioso

1. Un hecho universal

Que la religión sea un hecho es una afirmación elemental, innegable. En cualquier ciudad que uno visite se encuentra con múltiples datos de ese hecho. Lo más visible será la arquitectura: catedrales, sinagogas, pagodas, mezquitas... Pero a poco que uno se interese por las artes, la encuentra también presente en todas ellas: cuadros de pintores famosos, composiciones musicales, escultura, literatura... Y luego, en la vida cotidiana: saludos, refranes, fiestas, el mismo nombre de ciudades y calles...

Es, además, un hecho de siempre. Es lo que dicen los historiadores y los antropólogos quienes ya en la prehistoria encuentran sepulturas, monumentos megalíticos, pinturas rupestres, ofrendas y sacrificios, danzas sagradas, ritos funerarios... Más tarde el culto a los astros y a los dioses de la tierra. Las más cercanas a nosotros son las religiones del mundo griego y romano, que conocemos a través de sus mitologías. Y también los dioses de las culturas precolombinas.

Ahora mismo somos testigos de la existencia de diversas religiones que llenan el mundo entero. Son religiones muy antiguas como puede verse en sus libros sagrados: las Upanisads, la Biblia, el Corán...

2. Los grandes interrogantes del ser humano

Como ser pensante y sintiente la persona ha tratado de buscar y entender el significado profundo de la vida, ya que espera satisfacer su deseo de plenitud, y alcanzar la auténtica felicidad.

En esa búsqueda se plantea una serie de interrogantes:

 ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Por qué existe el dolor, la enfermedad, la muerte? ¿Por qué no hay nada que nos llene del todo? 

¿Por qué sufrimos? ¿Por qué y para qué trabajar, la familia, el amor, el mal...?O, ¿para qué vivimos, qué hacemos aquí, qué pasa después de la muerte?...

Son preguntas que en unos momentos o en otros todos nos hacemos, sobre todo en situaciones extremas de soledad, fracaso, situaciones límite como la muerte de un familiar o un amigo, un accidente grave, una enfermedad incomprensible...

Las respuestas que se ha dado a esos interrogantes han sido varias. He aquí alguna de ellas:

- Existen quienes ante la dificultad que suponen estos interrogantes, no se los plantean, no se hacen preguntas. Viven ocupados y preocupados por la vida de cada día. No quieren saber más que el “carpe diem”. Es la respuesta del indiferente y despreocupado.

- Otros encuentran la respuesta en un Ser Superior o Dios. Reconociéndole, aceptándole, viviendo conforme a su voluntad encuentran el sentido de su existencia y, por tanto, el camino de la felicidad. Es la respuesta religiosa.

- Y hay también; quienes buscan la respuesta a estos interrogantes al margen de Dios, porque están convencidos de que la persona humana no puede afirmar ni negar de Él. Es la respuesta agnóstica.

Ante estos interrogantes, entre los jóvenes suelen darse dos actitudes:

- Evadirse: es la actitud del no querer enfrentarse, y en este sentido, es una actitud cobarde. Quien se evade no crece como persona y poco a poco se convierte en marioneta que otros mueven a su antojo y según sus intereses. Hay unos caminos que facilitan la evasión: el dejarse llevar por lo que dice y hace “todo el mundo”, las drogas y el alcohol, la superficialidad, el pasotismo, la irresponsabilidad, la bulla...

- Buscar: es la actitud del que no se conforma con seguir la corriente, del responsable, del que quiere crecer como persona. Hay también unas ayudas que facilitan esa actitud: el silencio, la reflexión, la revisión del día, música y lectura apropiadas para crear un clima de interiorización, las buenas compañías...

Pero ¿qué es la religión?

Hablar hoy de temática religiosa, manifestarse uno creyente parece un anacronismo, es decir, algo propio de otro tiempo, fuera de nuestra época. Pero no debemos precipitarnos: una atenta observación de nuestro entorno social nos invita plantearnos preguntas como ésta:

¿Vivimos un tiempo de increencia o un tiempo de credulidades?

Estudios recientes y especialistas en la materia nos dicen que hay un auténtico “boom” del esoterismo y de las ciencias ocultas. En Europa y en Estados Unidos los astrólogos registrados oficialmente, hace ya algunos años, eran tres veces más numerosos que todos los físicos y químicos juntos. Hay que mencionar, además, el comercio de amuletos y “buenas venturas”, la proliferación de librerías con obras más o menos basadas en formas de espiritualidad orientales, libros que exponen filosofías de vida teñidas de un tipo espiritualidad laica o sincrética, la “new age”... 

La realidad de nuestro entorno social nos dice, pues, que a pesar de que algunos se manifiestan increyentes vivimos un tiempo de credulidades. ”... Ciertamente la postmodernidad no pone reparos en creer lo increíble. Ya escribió con buen tino Chesterthon: “Desde que los hombres han dejado de creer en Dios, no es que no creen en nada. Ahora creen en todo”.

¿Es religiosa la persona del siglo XXI?

Si por religioso entendemos el hecho; de interesarse por los enigmas fundamentales de la vida hay que decir que empezamos un siglo religioso. Si por religioso entendemos una referencia a un Ser Superior que; trasciende este nuestro mundo y nuestra existencia, que supone el reconocimiento explícito de Dios, y que exige una vida conforme a una moral determinada..., entonces ya no serían tantas.

Pero ¿qué es eso que llamamos religión?

La religión es el reconocimiento por la persona de un Ser Superior, más allá de nuestra experiencia, que, al estar en relación con nosotros, da sentido a nuestra existencia humana y a toda la realidad que nos rodea.

- Dar sentido: la palabra sentido equivale a “significado”, “dirección”. Las religiones, todas y cada una, han pretendido dar respuesta a las últimas preguntas, a los grandes interrogantes que preocupan a la persona. Significa, sobre todo, responder a estas dos preguntas: ¿por qué?, ¿para qué?

- Dar sentido a la propia existencia: la persona se pregunta por las experiencias que le suceden en su vida: la enfermedad, el amor, la felicidad, el dolor, la muerte. Y en ese Ser Superior encuentra la respuesta sobre el sentido de sus experiencias positivas y negativas. Aunque no halla la solución clara o total, encuentra al menos la dirección hacia dónde apuntan esas experiencias.

- Dar sentido a toda la realidad: La persona se ve rodeada de un mundo que le plantea también preguntas y, por tanto, necesita respuestas. Respuestas que den sentido a todo, que sean capaces de “encajar” todas y cada una de esas realidades que llamamos “mundo, y todas nuestras experiencias en él. Es lo que llamamos una “cosmovisión”. Es decir, el sentido que tiene el mundo como totalidad, y cada realidad en particular. Las religiones pretenden dar razón del mundo como tal: su origen, su destino final, su organización. Y después, dar razón de cada parte del mundo en relación con el todo: sus problemas, sus dolores, su origen, su destino final...

4. Elementos que configuran la auténtica experiencia religiosa

Prescindiendo de nuestra pertenencia o no a una determinada religión y renunciando a toda actitud valorativa o crítica, en toda experiencia religiosa encontramos el ámbito de lo sagrado, el Misterio y las hierofanías.

Lo primero que salta a la vista del observador de la experiencia religiosa son “dos espacios vitales” en los que la persona religiosa se mueve de manera diferente: por una parte está el mundo de la vida ordinaria; y por otra el mundo de ”lo sagrado”, un mundo que no es distinto del mundo profano, sino que es la misma realidad natural percibida y vivida desde una nueva perspectiva. El ámbito de lo sagrado hace referencia al Misterio, Algo o alguien que se hace presente en la experiencia religiosa. Lo sagrado es el ámbito de la experiencia religiosa.

En toda experiencia religiosa existen dos polos: el Ser Superior, Dios –realidad invisible- y el ser humano. Entre uno y otro hay una distancia insalvable que, en parte, es suplida por las mediaciones. Mediante ellas, Dios se manifiesta en la vida de las personas, y éstas se relacionan con Él. 

El Misterio, Ser Supremo, Dios, se da a conocer en la historia y en la vida de las personas de muchas maneras.

Las mediaciones del Misterio

¿Cómo puede hacer presente el Misterio en la historia concreta de la persona? Sólo a través de las “mediaciones”. Las mediaciones son aquellas realidades materiales que transparentan la realidad invisible del Misterio. Estas mediaciones  se llaman “hierofanías”, término griego que significa manifestaciones de lo sagrado, que cumplen la misión de hacer presente la realidad última o Misterio. Pero las hierofanías no sustituyen al Misterio. Caeríamos en la idolatría si las identificáramos.

Un texto de la Biblia ayudará a comprenderlo mejor:

Jacob se quedó allí a pasar la noche. Tomó una piedra del lugar, se la puso como almohada y se acostó en aquel lugar.

Tuvo un sueño. Una rampa, plantada en tierra, tocaba en el extremo el cielo. Mensajeros de Dios subían y bajaban por ella. El Señor estaba en pie sobre ella y dijo: -Yo soy el Señor, Dios de Abrahán tu padre y Dios de Isaac. La tierra en que yaces te la daré a ti y a tu descendencia...»

Despertó Jacob del sueño y dijo: -«Realmente está el Señor en este lugar y yo no lo sabía». Y añadió aterrorizado: -«¡Qué terrible es este lugar! Es nada menos que casa de Dios y Puerta del Cielo.»

Jacob se levantó de mañana, tomo la piedra que había servido de almohada, la colocó a modo de estela y derramó aceite en la punta. Y llamó al lugar Casa de Dios”

(Gén. 28, 11-13. 16-19)

Los dos polos son Dios y Jacob; la hierofanía o la manifestación de Dios es el sueño de Jacob. Jacob lo convierte en lugar sagrado, separado de lo profano, porque allí se había comunicado con Dios.

* Debes prestar atención a las hierofanías, a las manifestaciones de Dios en tu vida que pueden darse en torno a la naturaleza, a los acontecimientos de la vida, en las huellas de bien vivir y bien hacer que algunas personas nos van dejando...

5. La actitud religiosa y sus expresiones

La actitud religiosa nace del encuentro, reconocimiento y acogida del Misterio a través de las diversas mediaciones, y sus expresiones abarcan todos los ámbitos de la existencia humana. Podemos agrupar esas expresiones de la siguiente manera:

Expresiones racionales. Son las manifestaciones de la actitud religiosa que elabora la razón humana: mitos, narraciones, profesiones de fe, escritos. A nuestra mentalidad occidental lógica y racionalista puede parecerle infantil la utilización de mitos y relatos. Sin embargo, el mito ha sido vehículo de transmisión de saberes. Y es que algunos toman los mitos como expresión científica, lo que ha producido malentendidos y ha hecho que muchos los consideren cuentos de niños sin ningún valor.

Expresiones rituales o de culto. La persona es un ser simbólico y, como tal, necesita expresar sus sentimientos y creencias a través de símbolos. El saludo, el brindis, el aplauso... son expresiones rituales de nuestra vida diaria que se realizan mediante ritos: apretón de manos, abrazo, levantar y chocar las copas... Las religiones han encontrado también sus propios ritos, la mayor parte de ellos se bastan en gestos universales. En los ritos tiene gran importancia la palabra.

Expresiones éticas. En la auténtica actitud religiosa hay una estrecha relación entre los actos cultuales y los compromisos éticos. Todos los líderes religiosos destacan esta unión entre culto y vida moral. La explicación está en que la actitud religiosa auténtica abarca toda la existencia humana, y , por tanto, no se puede vivir religiosamente unos aspectos de la vida mientras se vive irreligiosamente en otros.

Expresiones institucionales. Como la persona es un ser sociable, la experiencia religiosa auténtica se vive y expresa en relación y en comunión con otros creyentes. Pero la experiencia religiosa no es una cuestión que afecta únicamente al ámbito privado de la persona humana. Es también una realidad visible e histórica que afecta al ámbito de la cultura y de la sociedad. Por eso se da la institucionalización de la experiencia religiosa encuadrándola en una organización que marca pautas a las creencias, ritos, costumbres y conductas.

6. Expresiones pseudoreligiosas

Son formas larvadas de increencia que desfiguran y falsean un auténtica actitud creyente:

La idolatría.

Es una tentación constante en la persona sustituir al Ser Supremo, Dios, de muchas religiones por una realidad natural, un ídolo que ocupa el centro de su corazón y en torno al cual organiza su vida.

La magia.

La actitud religiosa queda también pervertida cuando la persona trata de hacer reaccionar las fuerzas divinas por medio de determinados actos. Entonces la relación personal con lo Sagrado desaparece y el culto se convierte en la realización mecánica de un rito.

La superstición. La persona cae en la superstición cuando sustituye la confianza religiosa por el afán de utilizar y poner de su lado el poder del Ser Supremo.

7. Algunos retos actuales en nuestro entorno

Todos nos damos cuenta de que ha cambiado el clima religioso de la sociedad actual. Ya no es natural ni frecuente manifestarse uno creyente. Un tono de increencia y desinterés por lo religioso parece envolverlo todo. En otros tiempos se creía y vivía en un clima religioso. Hoy no sucede así. ¿Qué debemos hacer? Empecemos por hacer un breve reflexión sobre la secularización, el secularismo, y la increencia.

La secularización. Cuando se habla hoy de religión en nuestro entorno, aparece la palabra secularización. Para unos es una desgracia, o una peste que nos ha venido no se sabe de dónde. Para otros no es tan mala, aunque encierra peligros. Significa la autonomía del “mundo”, de lo secular, es decir, de la economía, de la política, la ciencia, las artes... frente a la religión. Entre los aspectos positivos, la secularización nos exige el paso de una fe basada en la costumbre y el ambiente a una fe vivida como opción personal libre y consciente. Pero tiene también efectos negativos: el más grave el secularismo.

El secularismo. Es el riesgo y el efecto más negativo de la secularización. El secularismo es la visión del mundo y de la persona en la que desaparece el sentido religioso y la apertura al Misterio. Todo parece explicarse y poder hacerse sin Dios. Incluso parece que la ciencia y la técnica resultan más eficaces que la religión. Por ese camino llega a concluir que no hay más realidad que la que vemos, por tanto lo sobrenatural no existe, ni Dios tampoco. Un final, pues, absolutamente negativo.

La increencia. Son varios los tipos de increencia. Quizá la más extendida se manifiesta en forma de indiferencia. Al clima de increencia que respiramos en nuestra sociedad podemos llegar por diferentes caminos. En otro tiempo muchos se manifestaban “creyentes” porque el ambiente social así lo exigía. Hoy se sienten “increyentes” porque ese es el clima que respiran. Contagiados por el ambiente general su religiosidad se ha ido apagando. Poco a poco se han ido desprendiendo de la religión más por comodidad y seguir la corriente, que por razones personales convincentes. Todo empieza de manera casi imperceptible con la falta de cultivo de la experiencia religiosa, y el crecimiento de la pereza, de la superficialidad, hasta llegar a la indiferencia, algo así como una enfermedad cuya sintomatología es apenas perceptible pero sigue un proceso lento y constante hasta hacerse irreversible.

¿Cómo no sucumbir ante este panorama?

Primero reaccionar ante la situación de indiferencia aceptando aquellos valores auténticamente humanos que están presentes en la cultura contemporánea, pero rechazando todo aquello que suponga una mutilación de la persona en todas sus dimensiones, también la apertura a la trascendencia.

Y luego personalizar la propia fe, uniendo la experiencia religiosa con la instrucción que permita convicciones sólidas. No se puede vivir hoy con una “religiosidad de aldea”, quizá válida para tiempos ya pasados.

Finalmente cultivar la fe y llevarla a la vida porque, como ocurre con cualquier ser vivo que no se cuida, la fe que no se cuida y practica va muriendo lentamente hasta que extingue.