Guía para tímidos

 

En cualquier momento puede cruzarse por nuestro camino una persona que merece la pena conocer. Y por timidez o porque no sabemos cómo romper ese primer hielo, no somos capaces de animar el primer encuentro. Nos puede costar tanto que creemos que somos totalmente incapaces para hacer amigos. Pero no hace falta ser el chico o la chica más simpática del mundo... para tener éxito sólo hay que lanzarse.

 

Siempre es posible hacer nuevos amigos. Puede llegar con ocasión del comienzo de las clases en la Universidad, o simplemente porque coincidimos en el autobús con una persona. Quizá, nos atrae mucho la personalidad de cierto compañero de clase pero no somos capaces de hablar con él, a pesar de que coincidimos varias horas al día... ¿Qué hay que tener claro para que ese primer encuentro sea un éxito? ¿cómo romper el hielo?

 

NO A POSTURAS HIPÓCRITAS

 

Cada uno es como es y, objetivamente, puede costarnos más por nuestra personalidad hacer amigos. Pero esas son las cartas con las que tenemos que jugar: ya sean virtudes o defectos, simpatía o problemas para hablar en público... Sería contraproducente intentar disimular nuestra forma de ser y de comportarse. Quizá lo consigamos la primera vez, pero los decorados de cartón piedra se derrumban con las primeras lluvias de otoño.

 

Hemos de tener la convicción de que nosotros, tal como somos, podemos tener un montón de amigos a los que caeremos muy bien. No viene nada mal un poco de autoestima a la hora de romper el hielo: si sintonizamos, bien; si no, pues no pasa nada. Eso no quiere decir que nos despreocupemos. Al contrario, hay que hacer lo posible por causar una buena impresión y retirar los obstáculos para una buena comunicación.

 

HAY QUE ESTAR

 

Para conocer gente hay que estar, hay que moverse por distintos ambientes. Donde no vamos a hacer amigos es en nuestra habitación y en nuestros mundos irreales. Los amigos los encontramos en cualquier parte, sí, pero hay que estar abiertos a la aventura que supone ser amigo de otra persona. Un amigo es un tesoro, y cuantos más tengamos, mejor.

 

Probablemente, ya vayamos con nuestro grupo de amigos a los lugares donde suele parar la juventud: bares, zonas de la ciudad, cines, cafetería de la facultad... Sin embargo, hay otros ambientes donde podemos conocer mucha gente sabiendo que cuanto mejor sea ese ambiente, mejor gente, en principio, nos encontraremos. Por ejemplo, podemos apuntarnos a algunas actividades de la universidad, a grupos de trabajos voluntarios de clase, a alguna asociación cultural, a alguna organización de voluntariado, a algún curso o competición deportiva...

 

ROMPER EL HIELO

 

Tanto si se trata de la primera vez que nos encontramos con un amigo como si llevamos tiempo queriendo conocer a un chico o chica, el primer encuentro-es importante... aunque la primera impresión pueda ser equivocada. A veces juzgamos demasiado rápido a una persona o nos dejamos influir por opiniones ajenas. Así, desperdiciamos la oportunidad de conocer mejor a alguien que podría ser interesante.

 

No existen los guiones: lo mejor es actuar con naturalidad, como cada uno es, sin que parezca que estamos deseando conocer a todo el que pasa a nuestro lado.

 

Las primeras conversaciones son de contacto, acerca de temas cercanos e intereses mutuos: ¿Qué estudia? ¿De dónde es? ¿De qué conoce a los amigos comunes? ¿No me digas que has estado en...? Así, poco a poco se irá animando a hablar de sí mismo... y nosotros también. En poco tiempo habrá dejado de ser un extraño para pasar a esa categoría amplia de conocidos: ya sabremos si realmente es un chico o chica que merezca la pena conocer, si nos sigue atrayendo su personalidad como al principio, y si ya se vislumbra una verdadera amistad.

 

DICHOSAS PREGUNTAS

 

A veces, se puede estropear una incipiente relación por las dichosas preguntas. Puede parecer que le interrogamos y además sobre temas más íntimos: ¿tienes novia/novio?, ¿te gusta vivir con tus padres? La vida privada de cada uno no es un tema para airear a las primeras de cambio. El futuro amigo tendrá una buen impresión de nosotros si comprueba que respetamos, exquisitamente, ciertos temas.

 

Sin coartar la naturalidad y la forma de ser de cada uno, una regla práctica para que nuestras preguntas no sean inconvenientes es procurar que sean siempre abiertas. Es decir, que las respuestas puedan ser diversas y muy amplias.

 

Estas preguntas amplias suelen formularse con "¿Qué?" y "¿Cómo?". No utilicemos demasiado el "¿Por qué?", ya que tienden a ser preguntas intrusivas. Nuestro interlocutor ha de tener la posibilidad de responder sin comprometerse, sin hablar demasiado de sí mismo si no quiere. Además, es mucho más comunicativo poder responder ampliamente y con libertad que reducir la conversación a monosílabos: "sí, no, bien".

 

SABER ESCUCHAR

 

Un tanto por ciento elevado del éxito de los primeros encuentros (y también en la relación con los amigos de siempre) reside en la virtud de saber escuchar, no querer acaparar toda la conversación. No se trata de simular o actuar, sino de crear un clima de confianza:

 

- Reafirmar las frases e ideas más importantes del interlocutor: "Tienes mucha razón", por ejemplo. "Yo pienso igual".

 

- Estar atento a lo que nos dice, sin soñar de día; nuestros gestos no verbales también tienen que denotar atención: la postura del cuerpo, mirarle a él o ella en vez de al resto de cosas, gestos de afirmación, evitar los bostezos...

 

- No interrumpir. Tener paciencia y darle tiempo para que el otro pueda expresar por completo sus ideas y sus afirmaciones.

 

- En la primera conversación, es mejor no dar consejos o sugerencias. Aún no nos conocemos lo bastante y significaría una intromisión.

 

- Escuchar entre palabras: a veces, se descubre más de la personalidad de un joven por lo que no dice que por las palabras.

 

- En una conversación, puede llegar a ser exasperante el cambiar continuamente de tema. Da la sensación de no tener nada que decir.

 

SABER HABLAR

 

Saber hablar tiene también mucha importancia. En una conversación emitimos unos mensajes que dicen mucho de nuestra personalidad y de nuestro modo de enfocar los temas. Algo que aborta una relación de amistad desde sus más tiernos principios es adoptar una postura tajante: o blanco o negro: "Todos los que piensan "A" son estúpidos", sin matices; o "jamás haré eso en toda mi vida". Así no se llega a ninguna parte; hay que procurar coincidir en unos puntos comunes en vez de discutir desde el principio.

 

Animaremos mucho la conversación si respondemos a lo que nos dice con los gestos convenientes: poner cara de duda cuando nos dice algo dudoso, poner cara de sorpresa cuando nos sorprende, sonreír, comentar, animar... Si estamos prestando atención (como debería ocurrir), estas reacciones serán naturales y animarán la conversación. Saber hablar también consiste en adoptar una actitud de interés, no sólo en emitir palabras.

 

PARA PENSAR...