GÉNEROS LITERARIOS EN LA BIBLIA

Por Manuel Rosendo Damas

Para leer y entender el Antiguo Testamento, hay que tomar en cuenta los "Géneros literarios", o sea, la manera en que el escritor emplea el lenguaje.

Para entender esto, tomemos en cuenta que nosotros mismos, al hablar o escribir, empleamos diferentes géneros literarios.

Por ejemplo, quien haya presenciado un accidente en el que ha muerto un niño, relatará el hecho de una manera muy distinta a la policía que cubrió el caso y a los padres del niño.

Son tres géneros en los que el mismo hecho se relata de diferente manera, porque es distinta la experiencia interna, los sentimientos y los intereses de un testigo, del policía, o de los padres.

No tomar en cuenta los géneros literarios nos ha conducido a múltiples errores, sobre todo en lo que se refiere a los relatos históricos de la Biblia, al pretender interpretar las narraciones bíblicas de acuerdo con nuestras ideas y concepciones actuales. Por ejemplo, la narración de la creación con sus seis días y el relato de Adán y Eva.

Estos relatos no son históricos sino un poema, cuyo objetivo en el fondo es mostrar que todo procede de la mano de Dios.

En dichos relatos el escritor simplemente usó ciertos recursos "pedagógicos", para adaptarse a la gente de aquella época, de modo que entendieran lo que quería enseñarles.

Lo mismo hacía Jesús cuando usaba las parábolas para que sus oyentes entendieran mejor su mensaje, y también hacen otro tanto los docentes de hoy día cuando acuden al campo vivencial de sus alumnos para motivar sus clases con ejemplos comprensibles por los mismos.

Aclaremos, entonces, que los relatos del libro del Génesis desde el capítulo 1 hasta el capítulo 11 no son históricos, sino más bien didácticos.

No le podemos exigir información histórica, ya que se trata fundamentalmente de verdades presentadas dentro de un contexto mítico conforme a la mentalidad de la época.

Eso sí, contienen la respuesta de los sabios israelitas a los grandes interrogantes de la humanidad de todos los tiempos: de dónde venimos, a dónde vamos, por qué el mal en el mundo, por qué el dolor y la muerte.

Esta respuesta nos muestra la verdad que Dios quiere transmitirnos para nuestra salvación, con escritos cuyo género literario se adapta a una humanidad ruda y primitiva.

En estos capítulos destacan las siguientes afirmaciones básicas:

Dios es el creador de todas las cosas, es el Señor de la vida.

Dios todo lo hizo bueno.

El hombre es la cima de la creación, a imagen y semejanza de Dios.

Dios hizo al hombre y mujer con comunidad de naturaleza y destino.

El hombre pecó, no necesariamente, sino porque quiso, es responsable de sus actos.

Comer del "árbol" es hacerse árbitro del bien y del mal, no conformarse con ser hombre, querer hacerse Dios, usurpar las funciones de Dios.

Después de la rebelión del hombre contra Dios, viene la rebelión del hombre contra el hombre (Asesinato de Abel por Caín)

El pecado fue universal (Historia de Noé)

Dios permite las adversidades, pero no destruye (Diluvio), el bien prevalece sobre el mal.

El pecado es causa de división y separación de los hombres entre sí (Babel)

 

A partir del capítulo 12 (Historia de Abraham), sí se cuentan los sucesos como historia; pero una historia entendida como aquel pueblo entendía la historia, no como la entendemos nosotros hoy día.

Los escritores no eran historiadores ni partían de hechos concretos, sino de narraciones orales.

 

 

Lo que los escritores intentaban presentar, en primer término, era las líneas fundamentales del acontecimiento, como son:

La alianza creadora de Dios

La humana infidelidad

La salvación que sólo viene de Dios

Para entender los géneros literarios utilizados por los escritores del Antiguo Testamento, siempre debemos tener muy presente que en la relación con Dios, el pueblo de Israel había experimentado muchos acontecimientos ligados a grandes experiencias internas, que necesitaban contar, aunque ellos no conocían el arte de describir psicológicamente una experiencia íntima.

Así, por ejemplo, después de haber sido vejados y oprimidos durante largos años en Egipto, Dios los guió para poder escapar de los egipcios y cruzar por un brazo del mar Rojo secado oportunamente por el viento.

¿Cómo hacer para contar la experiencia de haber sido ayudados por Dios? Lo hicieron utilizando un relato grandioso en el que se destaca la acción salvadora de Dios.

El género literario del pueblo de Israel consistió, entonces, en "exagerar los hechos exteriores" para hacer justicia a la inmensidad de la "experiencia interna" (Ex. 14,21).

¿No nos ocurre algo semejante a nosotros al momento de narrar algún acontecimiento que nos haya afectado profundamente? La hipérbole o exageración de algunas circunstancias externas es un recurso que aún hoy utilizamos para expresar la intensidad de la experiencia interna.

Puede ser que a estas alturas nos estemos preguntando: ¿Hasta qué punto, entonces, sucedió literalmente esta o aquella narración? Acerca de este punto, tengamos en cuenta lo siguiente:

En la historia de los Patriarcas las personas son históricas y muchos de sus rasgos se remontan en verdad a aquellos tiempos.

Las líneas generales del éxodo se remontan al tiempo en que sucedió.

En la historia posterior, la línea fundamental del relato reproduce, en verdad, los hechos acaecidos.

Pero no busquemos una literalidad precisa porque hasta las ciencias exactas están llenas de incertidumbres.

Aún la historia de hoy no escapa de un porcentaje de subjetividad en la manera como los historiadores presentan los hechos.

Además, es posible que hayan sucedido más cosas extraordinarias perceptibles de las que nosotros a menudo pensamos actualmente. Si hoy ocurren acontecimientos como los de Lourdes, por ejemplo, ¿por qué no pudieron suceder en Israel?

Por último, no importa tanto el grado de "literalidad exterior"; lo que importa, en realidad, es el mensaje de Dios que llega al corazón del hombre a través de esos relatos.

No es ninguna tragedia, por ejemplo, haber tomado como histórico el relato del Paraíso terrenal, pues de alguna manera nos ha ayudado a comprender el mensaje de la creación, del pecado original.