Autor: Alfonso Aguiló
Fuente:
www.interrogantes.net
Fortaleza para creer
La fe es algo personalísimo de lo que no se puede prescindir, y en ella actúa la iniciativa de Dios
Algunos, cuando ante sus
problemas oyen hablar de Dios, o les hacen alguna consideración sobrenatural,
cambian de sintonía y desconectan por completo. Reaccionan como si dijeran:
"Vamos a ser prácticos, por favor. No me vengas ahora con sermones como si yo
fuera un infeliz en busca de resignación. Quiero soluciones."
Quizá no comprenden que el alma es algo muy
importante. A lo mejor esas personas entienden muchísimo sobre como funciona
el cuerpo, y pueden hablar de niveles de colesterol o de transaminasas,
conocen bien qué conviene a su salud de su cuerpo y como prevenir o curar una
gripe, o lo que sea, pero no saben una palabra sobre la salud de su alma,
siendo como son sus enfermedades mucho más dolorosas.
No olvides que la raíz de muchos problemas está en el
alma. La raíz de muchos de tus problemas está en tu alma.
"El moderno experimento de vivir sin religión ha
fracasado", decía Schumacher. Por eso, mu chas veces, cuando la gente nota un
vacío grande, y se pregunta qué le falta a su vida, lo que le falta es la
rectitud de la fe, el acatamiento de Dios. Ese reconocimiento es lo que hace
que la vida esté construida en sabiduría y libertad. No veo a Dios por ninguna
parte —dicen—, mi fe se muere, o mi fe se ha muerto... y quizás la fe sigue
latente, ahogada por esas costumbres insanas o aquellas claudicaciones
inconfesables.
La fe es algo personalísimo de lo que no se puede
prescindir, y en ella actúa la iniciativa de Dios; y la iniciativa es de Dios,
pero nuestra respuesta es decisiva.
A veces, en medio del griterío de nuestro mundo
interior es imposible oír su voz, y no queremos o no podemos responder. Y
dejamos que permanezca esa duda, que es perezosa, que no quiere terminar de
enterarse; porque supone volver otra vez al viejo tema, porque supone afrontar
la realidad de muchos desengaños, y cambiar. Y cuesta. Y es más fácil dejarlo
pasar. Pero hay que dar un p aso, de fortaleza y de generosidad, y la duda
inmediatamente pasa a ser una duda deseosa de comprobación, ansiosa de
búsqueda, dispuesta a hacer lo imposible por penetrar en la verdad.
Otras veces, el problema de fe proviene del
desequilibrio en la formación. No es difícil encontrarse cristianos que son
brillantes en su profesión, incluso cultos, muy leídos y muy viajados, con
grandes experiencias quizá, pero absolutamente ignorantes en lo referente a su
fe. Son intelectuales cristianos que abandonaron el estudio de los fundamentos
de sus creencias con el final de sus estudios primarios o con las primeras
crisis de la adolescencia; que conservan una imagen de la teología que bien
podría servir para un cuento de hadas, cuando la teología es sin duda la
ciencia sobre la que más se ha hablado, escrito, investigado y debatido, a lo
largo de todos los siglos. Les falta estudio de su propia fe, que es
equilibrio en su formación.
Y esa fe débil bien puede tener su caus a en una
formación religiosa deficiente o impartida por personas que no han sabido
mostrarles su grandeza. Esa ignorancia es un formidable enemigo de la fe,
puesto que la fe en cualquier cosa exige siempre un suficiente conocimiento
previo.
Por eso hemos de ser consecuentes y dedicar el tiempo
y esfuerzo que sean precisos para tener un conocimiento de la doctrina
cristiana adecuado a nuestra condición intelectual. De esta forma, la
experiencia de tantos siglos en la vida de tantas personas nos ayudará a vivir
esas exigencias y a superar las dificultades que se nos presenten, que quizá
no sean nuevas.