LA FORMACIÓN MILITANTE CRISTIANA EN EL APOSTOLADO SEGLAR.
Mª Isabel Rodríguez Peralta y Juan José Medina
Para diseñar el futuro de la
Iglesia no hace falta ser adivino. Si ésta no hace una apuesta firme y
decidida por la formación de militantes cristianos tiene hipotecado el futuro
de su quehacer apostólico en un mundo y una cultura cada día más salvaje. Pero
¿Qué entendemos y qué ha entendido la Iglesia por ‘militantes cristianos’. La
definición que manejamos es la de ‘el que culmina un proceso progresivo
compuesto por:
a) conocimiento de la realidad a modificar,
b) asimilación de una estrategia y
c) inmersión en la acción transformadora.
Y ello haciendo de su vida un
proceso de conversión a Jesús de Nazaret, sostenido en la contemplación y la
lucha transformadora del mundo, desvinculado de gratificaciones económicas´.
Esta referencia nos vale completa o no nos vale.
No es acertado entender por militante sólo el que cumple alguna de las
condiciones anteriores. Debe reflejar todos los ingredientes mencionados en un
‘estilo militante’, en una sensibilidad propia.. Necesita como el aire la
asociación, la contemplación, la acción transformadora; ve posibilidades
evangelizadoras en todo lo que acontece, no ve bloqueos sino respuestas
superadoras, vive entusiasmado del Ideal cristiano, no le asusta el precio de
la lucha por la justicia.
INGREDIENTES DE LA FORMACIÓN MILITANTE CRISTIANA
D. Tomás Malagón no dudó en calificar la formación de militantes cristianos
como ‘lo más importante que debía hacer un sacerdote en su vida’. Son
numerosos los aspectos a tener en cuenta. Algunos de ellos son: anteponer la
vida a las teorías o ‘saberes’, valorar lo pequeño organizado más que lo
grande y vistoso, o simplemente aprender a escuchar... al otro, a la vida,
para desde ahí encontrar las causas y consecuencias de los problemas y ser
respuesta ‘real’ al hermano.
Vamos a detenernos en tres ejes fundamentales que deben marcar y consolidar la
verdadera naturaleza militante de la formación cristiana: la sólida vocación a
la justicia, la conciencia apostólica y las claves sociopolíticas para situar
adecuadamente su tarea revolucionaria.
La vocación a la justicia.- Los astros no tienen vocación, les falta la
perplejidad, la tensión necesaria entre el entusiasmo y la angustia. Los seres
no humanos tienen su vida ya decidida y son para lo que son. El hombre en
cambio está llamado primero a la vida y luego a dignificar y fructificar libre
y creativamente esa vida propia y ajena.
Vocación es ‘llamada’ a la que el hombre siempre tiene que responder; ‘ser
responsable’. Aunque en ocasiones nuestra respuesta es ‘irresponsable’ optando
por la evasión o la cultura de muerte.
Y esta llamada que se hace a todo ser humano alcanza su mayor grado cuando esa
vida se torna acción de gracias amorosa. Esto es: respuesta solidaria a toda
injusticia. La vocación a la santidad es marcar a fuego en nuestro proyecto
vital la solidaridad-comunión. La militancia nunca será una carga sino ‘la
única forma que sé de ser persona’ decía Rovirosa. En ningún caso una losa,
más bien una gracia, un don personal y colectivamente visto.
La vocación a la justicia nos sitúa en una radicalidad evangélica que excluye
necesariamente ambigüedades o medias tintas. Esta vocación necesita abrirse
camino en formas y momentos concretos: un cuerpo, una familia, un ambiente
social una época cultural, una orientación profesional, una organización
apostólica.
El plan de formación (encuesta), debe desarrollar especialmente la vocación
apostólica, facilitando a cada militante su descubrimiento y determinación.
Hay que crear clima donde plantear y concretar los distintos aspectos de la
vocación a la justicia. La cosa no nace y crece sin más. La perspectiva de las
distintas vocaciones debe ser la complementariedad eclesial, no la
competitividad. Si no se profundiza en la vocación se desemboca en una mal
entendida militancia ‘por puños’, vanidosa; que, por otra parte, siempre
suelen acabar en abandono. No se necesitan héroes sino testigos.
Formación apostólica.- Si bien hay dos esferas que totalizan al hombre: la
dimensión política y religiosa, la conciencia humana tiene una unidad en sí
misma. Si no hay armonía o coherencia entre estos ámbitos que globalizan
individual y socialmente al hombre surge la conciencia contradictoria,
esquizofrénica.
Acudir a un partido u organización política para completar ahí la conciencia
bajo el pretexto de que ‘se trata sólo de su aspecto político’ afecta
decisivamente al ser cristiano. El no tener en cuenta la unidad de conciencia
ha provocado graves crisis y desviaciones de fe. Normalmente lo apostólico
acaba supeditándose a lo político.
El militante cristiano se caracteriza por sobreponer lo común a lo meramente
individual. Toda asociación que tenga ese objetivo debe tener muy presente:
a) una teología de la fe y vivencia de la Gracia
b) una eclesiología y vivencia eclesial sólidas,
c) un análisis de la realidad social según el aspecto religioso y moral,
d) una respuesta pastoral adecuada y
e) una espiritualidad adulta y encarnada en el sufrimiento.
Los Movimientos Apostólicos respirarán y actuarán según la visión de estos
puntos, pero no cabe duda que lo que realmente va a consolidar su proceso de
formación es el plan de formación concreto, el método de análisis de la
realidad y la revisión de vida; y ello marcado por la identidad cristiana
globalizante.
D. Tomás Malagón afirma al respecto ‘El cristiano consciente ha de estar
animado por una fuerza que le lance a la acción, una dinámica que le impide
estarse quieto. El cristiano ha de ser como una palanca para elevar y para
hacer surgir el Reino de dios. El punto de apoyo de esta palanca ha de ser la
vida de Gracia y un gran espíritu eclesial (su mejor garantía de seguridad).
El brazo de la palanca es el afán, acelerando la comunión de todos los bienes
entre los pueblos y los individuos. Y la fuerza para mover esta palanca a de
ser la angustia cristiana, que está hecha de: conciencia de los males
presentes, esperanza y un acuciante sentimiento de urgencia para poner mano a
la obra’.
Formación sociopolítica.- la dimensión política de la conciencia si está
suficientemente elaborada debe abarcar los siguientes elementos fundamentales:
a) La formación de un ideal social, imprescindible como impulso y orientación
de la actividad. La referencia básica del cristiano no debe ser mas que el
Reino de Dios.
b) Una filosofía social que desarrolle, actualice y relacione el ideal con
cada cultura, tiempo y lugar.
c) Un método de análisis que permita aplicar el examen de los hechos y
procesos sociopolíticos que se viven.
d) Datos sociográficos necesarios que permiten el discernimiento político.
e) Un programa y un plan de acción sociopolítico determinando, objetivo a
cortos y medio plazo.
f) Estrategia y táctica de acción que hagan posible el logro progresivo de
objetivos posibles.
Todo ello debe tener presente la cultura asociativa, el estilo y la
vinculación estrecha entre mera información, formas de vida y acción
orgasizada.
RIESGOS.
Encontramos muchas resistencias, cada día más, a esa formación de militantes
cristianos. Algunos frenos de naturaleza sociopolítica y cultural como el
aumento de una mentalidad antiasociativa, la burocratización en los distintos
niveles de la sociedad, persecución directa o indirecta.
Otros de carácter eclesial: dificultad de pastores que vean la necesidad de
esta formación, miedo a la adultez laical, inexperiencia en estas tareas o
experiencias no revisadas debidamente. ¿Cuáles han sido las causas principales
del derrumbamiento de las organizaciones apostólicas que se han planteado en
serio la formación de militantes cristianos?. En la Iglesia es vital que lo
urgente e inmediato no acabe anulando lo importante a largo plazo.
PERSPECTIVAS
Todo depende de la capacidad de asombro, indignación y rebeldía hacia el Ideal
cristiano. Es clave en este proceso el entusiasmo, el amor a la Iglesia y a la
organización apostólica como parte de la misma, el respeto a los acuerdos, la
predilección por los últimos de la tierra y la capacidad de analizar la
realidad para transformarla sin tener que depender para ello de los
instrumentos que propone el sistema dominante.
Desde una mentalidad y análisis dinámicos es preciso concluir que este siglo
XXI que comienza exigirá nuevas formas de militancia, que no contemporice con
las renovadas caras de la cultura de muerte y alienación.