Autor: P. Alfredo
Sáenz
Fuente: Arbil
Evangelizar a través de las Materias
Como se ve, resulta hoy más imperativo que nunca la necesidad de integrar todas las materias dentro de una escala y un orden al desarrollo de las virtudes que deben caracterizar al cristiano.
Naturalmente que cada
materia tiene su propia autonomía - sana autonomía -, debiendo ser
desarrollada según sus principios específicos. Pero al mismo tiempo ha de
contribuir a la cosmovisión cristiana. Las diversas materias no sólo no son
antiéticas con la cosmovisión cristiana, sino que, respecto de ellas,
constituyen una suerte de" preparación evangélica", como decían los Padres de
la Iglesia refiriéndose a los aportes más nobles del mundo pre - cristiano,
una preparación evangélica ya que el auténtico desarrollo de la naturaleza es
una especie de preparación a la gracia.
Más aún, las materias profanas reciben iluminación y
complemento de la cosmovisión cristiana; el puro saber profano tiene algo de
indigencia; la cosmovisión cristiana ensancha sus horizontes para una mejor
comprensión de la ciencia, del hombre y de la historia. Porque el verdadero
saber sobre el hombre y el mundo sólo se alcanzan cuando se reconoce la realid
ad total del hombre y de su historia de salvación, es decir cuando se reconoce
en el Verbo de Dios encarnado, recapitulador de todo, la luz verdadera que
ilumina a todo hombre ya todas las cosas del hombre.
Tratemos ahora de concretar más esta aspiración de la
Iglesia recorriéndolas diversas asignaturas, aunque sin intentar cubrirlas en
su totalidad.
1. La catequesis.
Esta materia -porque es necesario que sea también una
materia y no sólo una" vivencia", como algunos pretenden- implica la
comunicación de contenidos, a saber, la Revelación divina, explicitada por la
doctrina del magisterio. Gracias a ella, el adolescente aprenderá a distinguir
lo que se puede conocer por la luz natural y lo que solo se le ofrece por la
Revelación. Tres son los conocimientos catequéticos indispensables: lo que hay
que creer(el Credo) , lo que hay que esperar (el Pater), lo que hay que amar
(el doble precepto de la claridad y los Mandamientos). Ver el Catecismo de la
IglesiaCatólica. Pero no basta con aprender, es menester entrañar lo
aprendido, asimilarlo, convertirlo en algo propio, hacerlo no sólo
conocimiento sino bandera, militancia. La catequesis no puede ser en todo una
materia como las demás.
2. La filosofía.
A diferencia de la catequesis, la filosofía no parte
de la Revelación sino que es un conocimiento racional del mundo, del hombre y
de Dios, a la luz de la razón natural, buscando siempre las últimas causas de
la realidad. En esta materia hay que evitar a toda costa que los adolescentes
sean formados en el eclecticismo, contentándose el profesor con la exposición
de los diversos sistemas filosóficos: hay que enseñarles a discernir, con
espíritu crítico, el error de la verdad. El joven debe salir del colegio
católico con una posición clara ante la vida, que le permita detectar los
errores que pululan en el ambiente y lo capacite para saber refutarlos
convenientemente. Una meta sólida no se forma co n cuestiones disputadas, con
dudas. Hay que ir a la filosofía perenne, a la de los clásicos, sobre todo a
Santo Tomás. Sin obviar, naturalmente, el conocimiento de otras filosofías,
pero juzgadas a partir de la filosofía perenne, única anclada en la realidad.
3. Las ciencias.
La enseñanza de las llamadas "ciencias" físico -
químicas debe comunicar al joven el conocimiento de la materia y de sus leyes.
En las ciencias se aprenden las leyes de la naturaleza. A algunos este
conocimiento los ha, de hecho, conducido al ateísmo: la naturaleza,
absolutizada, acaba por convertirse en un sucedáneo de Dios. Para el marxista,
por ejemplo, la ciencia es lo único, reemplaza a la religión. En nuestros
colegios debemos enseñar la física y la química con visión científica, sin
duda, pero con un telón de fondo religioso. Dios es el comienzo y el fin de
toda ley física, de toda propiedad química; Creador tanto del electrón, como
de la estrella. Por eso el universo canta l a gloria del Creador. Este mundo,
con sus leyes admirables, es una palabra o una obra de arte literaria, "al
modo de un gran poema de un modulador inefable", decía San Agustín. El docente
deberá realizar su propia síntesis entre ciencia y fe, señalando como
corresponde, la presencia de Dios en su creación. La observación de los hechos
se convierte así en un trampolín hacia Dios. La misma Sagrada Escritura, en
cada una de sus páginas, suscita la admiración por el orden, belleza y
sabiduría que resplandece en la creación. Será preciso despertar en los
alumnos el sentido de la admiración ante la grandeza de la obra divina,
admiración que es de las mejores introducciones a la oración.
4. Las matemáticas y la geometría.
Estas materias ayudan a crear en el alumno el hábito
de la exactitud, al tiempo que le permite tener experiencia de la "medida" de
las cosas. Naturalmente, no hay diferencia entre un manual de matemáticas
compuesto por un autor cristiano, y ot ro compuesto por un ateo. Sin embargo,
si el profesor posee sabiduría cristiana, sabrá despertar en sus alumnos el
culto de la verdad desinteresada, les inspirará el sentido del rigor
intelectual. Las matemáticas exigen una suerte de ascética no ciertamente
extraña al orden cristiano. Esta ascética está tejida de atención a la
realidad dada, de método, de humildad, de perseverancia, de anhelo de
precisión. El alumno advertirá que más adelante, en la vida postescolar, se
podrá encontrar con esfuerzos semejantes cuando tenga que tratar de modelar,
por medio de la reflexión, su vida y la ciudad terrestre en conformidad con la
fe católica. Además, la belleza y elegancia de ciertas demostraciones, lo
conducirán a veces al silencio interior. Esta contemplación admirativa, ese
contacto con un valor que linda con lo absoluto, provoca una dilatación
interior, una sublimación, una purificación que no carece de analogía y
afinidad con la plegaria. Sólo habrá que cuidar que el "espritde géometri e"
no extinga el "esprit finesse", según la conocida expresión de Pascal.
5. La historia.
La importancia de esta asignatura para la
evangelización es enormes solamente la memoria del pasado puede calibrar con
exactitud cualquier análisis del presente o cualquier prospectiva. Aquello de
la historia "magistral vitae" tiene acá plena vigencia. Será preciso que el
profesor no se limite a la mera narración de los hechos. En su mente debe
tener bien estructurado lo que se hadado en llamar "filosofía de la historia",
aunque más bien habría que decir "teología de la historia". El libro clave
para esta formación de fondo será el inmortal "De Civitate Dei" de San
Agustín, donde el Santo Doctor desarrolla el curso de la historia a la luz del
conflicto teológico entre dos ciudades, la Ciudad de Dios y la Ciudad del
Mundo, montadas ambas sobre el amor: el amor de Dios hasta el reconocimiento
del carácter dependiente y creatural del hombre, la Ciudad de Dios; el amor de
hombre hasta el menosprecio de Dios, la Ciudad de la Tierra.
Todos los hechos, épocas e instituciones, deberán ser
estudiados en sí, con la autonomía legítima que tal estudio requiere, pero
luego integrados en aquella grandiosa visión crítica y teológica. Así el
alumno sabrá valorar adecuadamente las diversas épocas y acontecimientos de la
historia e incluso aprenderá a leer el diario con inteligencia.
6. La geografía.
Esta materia constituye una apertura al medio próximo
de vida, el cual a su vez es puente para pasar al orbe mayor. La geografía
permite captar mejor al hombre, sus diversas razas, sus tradiciones; la del
propio país, el paisaje de la patria chica y de la Patria grande, ayudará a
aceptar el amor a la Patria. La geografía física contribuirá al conocimiento
del Dios Creador, bello, poderoso, inagotable. La geografía humana permitirá
conocer mejor al hombre, cooperador del Creador.
7. La literatura.
El objetivo propio de esta asignatura es el
acercamiento a la realidad común conocimiento distinto al meramente racional.
El contacto con los grandes autores, especialmente los clásicos universales y
de lengua española, es de veras enriquecedor. En un poema elevado hay siempre
algo de la inefabilidad de Dios. Particularmente el conocimiento cabal de
nuestra lengua, en una época en que cada vez se le habla y se le escribe peor,
permitirá al cristiano expresar su fe en el marco y el genio propio del
idioma, el nuestro tan rico y tan preñado de catolicidad, de un pueblo que al
decir de Rubén Darío, "aún reza a Jesucristo y aún habla en español".
8. La música.
La música - la buena música - no sólo es expresión de
alegría y de amistad, sino también medio de elevación de los sentimientos
humanos. La admiración por lo bello está muy unida con la adhesión a la verdad
y la aspiración a lo que es bueno. Ya los antiguos atribuían capital
importancia a la formació n musical. Porque la música forma al hombre. Los
diversos tipos de música hacen losdiversos tipos de hombre: el hombre sensual,
el hombre materialista, el hombre superficial, el hombre erótico, el hombre
virtuoso.
Es necesario que el colegio católico eduque en el
sentido de lo estético, del buen gusto, de la música noble, especialmente la
música clásica. Máxime en nuestro tiempo en que la música parece rendir culto
a la fealdad, al ruido ensordecedor que hace prácticamente imposible todo
contacto con la vida interior. El verdadero arte -musical o visual- no sólo
transmite el sentido de las armonías sensibles, sino también el sentido de las
verdades profundas, sobre todo las que dicen relación con el misterio. El
auténtico papel del arte consiste en irradiar, a través de lo sensible, el
esplendor de la verdad, el esplendor de las formas.
9. La educación física.
La valoración del papel que tiene el cuerpo en el
desarrollo integral de la persona lidad es una de las principales metas de la
educación católica. Deseque el Verbo se hizo carne, lo corporal ha adquirido
una gran elevación, porque se ha adherido a la divinidad de Cristo con unión
indisoluble. Si cuando estamos en gracia nuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo, es menester cuidarlo, respetarlo, fortalecerlo. El profesor de gimnasia
debe estar imbuido de este sentido católico - no hedonista - del cuerpo
humano.
Así, pues, todas las materias, cuyo elenco no hemos
recorrido en su totalidad, deben contribuir a forjar el hombre integral, ese
hombre integral que, precisamente por ser tal, es cristiano y católico. Todas
las materias deberán reflejar a Cristo, la única y definitiva Opción, reflejar
la Realeza de cristo, en el ámbito de la cultura. Filosofía, ciencias,
matemáticas, geometría, historia, geografía, literatura, música, educación
física, tantas maneras de evangelizar, de reflejar a Cristo verdad, a Cristo
exactitud, a Cristo medida, a Cristo Seño r de la historia, a Cristo Verbo
encarnado en nuestro espacio humano, a Cristo el más bello de los hijos de los
hombres. En una palabra: evangelizar es formar a Cristo en el alumno, hacer de
él otro cristo.