Autor: Lucrecia Rego de Planas
El único negocio importante: la santidad
La santidad no consiste en subirse a una columna con una palma en la mano y un crucifijo en el pecho.
Los defectos de los santos
Algunos libros de vidas de santos han omitido las debilidades de sus
protagonistas, probablemente porque temían que nos escandalizáramos al saber
que fueron hombres y mujeres como nosotros.
Pero precisamente es bueno comprobar que los que están en los altares no son
de cera, ni de yeso, ni de plástico, sino, como todos los mortales, de carne y
hueso, sufren dolores y tienen sus agobios; son personas comunes que tienen
que tomar medicamentos o duermen mal o se distraen en la oración.
Muchos libros han puesto a los canonizados tan distantes de nosotros, que lo
único que podemos hacer es admirarlos. Los colocan tan lejos, tan arriba, tan
cubiertos de ropajes incómodos y ostentosos, tan desligados de todo lo
nuestro, que no hay forma de imitarlos. Estas biografías nos convencen que la
santidad no es para nosotros.
Pero las verdaderas biografías de los héroes cristi anos son como nuestras
vidas: ellos luchaban y ganaban, luchaban y perdían y entonces volvían a la
lucha.
En la vida de las almas santas hay algunas veces cosas extraordinarias,
acontecimientos sobrenaturales, intervenciones claras de Dios. Pero no son
éstas las que los llevaron a ser santos, pues las acciones no eran de ellos,
sino de Dios. Lo que los hizo santos fue la generosidad en la correspondencia
al amor de Dios en su vida ordinaria, en todos los días, los meses, los años
en los que no hubo cosas extraordinarias.
Es bueno saber que santa Teresita del Niño Jesús tenía una terquedad
invencible desde niña; que san Alfonso María de Ligorio tenía un genio
endemoniado; que san Agustín fue un gran pecador antes de su conversión y que
santa Teresa de Jesús confesó nunca haber podido rezar un rosario completo sin
distraerse.
Es admirable ver a los santos: hombres muy hombres y mujeres muy mujeres, con
grandes virtudes, acciones heroicas y fallos gar rafales.
La santidad no consiste en subirse a una columna con una palma en la mano y un
crucifijo en el pecho. Los santos no son inactivos, siempre se mueven haciendo
cosas tan simples como preocuparse por la enfermedad de un hermano, dar de
comer al perro, cumplir con su trabajo y hacer con alegría los encargos que
les piden.
Estos son los santos de hoy, los que van en el metro, rezan a la Virgen,
trabajan en el campo, escriben a máquina, descansan el fin de semana y vuelven
todos los lunes al mismo trabajo, preocupándose sólo de hacer
extraordinariamente bien aquello que les ha tocado hacer.
Jesús Urteaga Loidi, Los defectos de los santos.
Tú también puedes ser santo
Seguramente habrás oído a alguien decir que todos los cristianos estamos
llamados a ser santos y tal vez no puedes imaginarte a ti mismo como estatua
de yeso en el altar de una Iglesia, rodeado de veladoras y reliquias. Tal vez
te parezca ridículo p ensar que se fabriquen estampitas con tu fotografía, a
la que le hayan sobrepuesto una coronilla refulgente alrededor de la cabeza.
Sin embargo, ser santo no tiene nada que ver con las estatuas y las
estampitas. Ser santo es llegar al cielo para estar con Dios y a eso es a lo
que estás llamado desde que fuiste concebido en el seno de tu madre.
Seguramente también habrás oído a algún pesimista decir que este mundo no
tiene remedio, que va directo a la perdición. Pero esto no será cierto si tú
no lo permites.
Es verdad que el ambiente es difícil, que la Iglesia tiene muchos problemas,
que hay muchísima gente caminando por senderos equivocados, pero eso ha
sucedido siempre.
Desde el principio de la humanidad, han sido sólo unos cuantos los que han
seguido a Dios y en ellos Él ha puesto toda su confianza. Dios, el ser
supremo, el omnipotente, el omnipresente, siempre ha querido necesitar del
hombre para salvar al hombre y con unos cuantos que le han respondido h a
podido lograr que la Iglesia sobreviva, a pesar de todos los ataques que ha
sufrido externa e internamente.
Dios llama a todos, pero sólo unos cuantos le responden. Ésos son los santos:
hombres y mujeres llenos de debilidades y defectos que se han puesto a la
disposición de Dios; que han estado dispuestos a darle cinco panes y dos peces
para que Él pueda dar de comer a cinco mil hombres; que le han prestado una
casa para que Él instaure la Eucaristía; que han quitado piedras de los
sepulcros para que Él resucite a los muertos. Hombres y mujeres que se han
animado a ser fermento, a ser sal, a ser luz para iluminar a los demás.
El pertenecer a esos pocos que escuchan y responden a Dios sólo depende de ti.
Dios pide tu ayuda, cuenta contigo para salvar a muchísimos hombres, pero sólo
tú eres el encargado de responderle positiva o negativamente.
Dios te llama a través de lo diario, de lo cotidiano, de tus compañeros y
maestros, de tus tareas, de tus problemas , éxitos y fracasos. Todo lo que
pasa a tu alrededor es un mensaje divino que te llama a ser santo ahí donde
Dios te ha puesto, en esa casa, en esa escuela, en ese trabajo, con esos
compañeros y esos hermanos para que los transformes con tu luz.
¡Te conviene ser santo!
Sin duda, la santidad es el mejor negocio en el que puedes invertir, pues te
asegura la felicidad no sólo para unos cuantos años, no sólo para toda tu
vida, sino para toda la eternidad.
Jesús lo dijo a los apóstoles en cierta ocasión:
"No atesoréis bienes en la tierra, donde el orín y la polilla los corroen y
los ladrones los roban. Atesorad más bien tesoros en el cielo, donde no hay
polilla ni orín, ni ladrones. Pues donde está tu tesoro, ahí estará tu
corazón."
(Mt. 6, 19-21)
Formar un tesoro en la tierra es muy complicado: requiere de tiempo, de
grandes cálculos en las inversiones, de muchas angustias e inseguridades: que
si las tasas de interés baja n; que si la moneda se devalúa; que si hubo un
fraude en la empresa. Para colmo, cuando por fin consigues tener los bienes
materiales que tanto añorabas, descubres que éstos se descomponen, se rompen,
se pierden, se echan a perder o se vuelven obsoletos.
En cambio, formar un tesoro en el cielo es muy sencillo, pues no hay agentes
externos que puedan influir en él: tú eres el único que puede aumentarlo o
disminuirlo. Hacer un tesoro en el cielo es trabajar por ser santo y esto se
consigue con buenos pensamientos y buenas acciones. Todo lo que ganes con
ellos durará para siempre y nada ni nadie te lo podrá quitar, romper, perder o
estropear.
Ser santo es aumentar todos los días y a cada instante ese tesoro que tienes
en el cielo. Ser santo es tan sencillo como cumplir a la perfección con tus
deberes ordinarios, en el momento y en el lugar en que debes cumplirlos.
Algunos obstáculos para ser santo
Ser santo es sencillo, pero requi ere de mucha valentía, coraje y fortaleza,
porque no es algo que "esté de moda" y que el ambiente te ayude a conseguir.
Por el contrario, si quieres de verdad llegar a ser santo, encontrarás miles
de obstáculos en el camino, empezando por ti mismo:
– Tu pasión dominante o "talón de Aquiles". Si observas un poco tu
vida, encontrarás que miles de veces no has respondido como Dios lo esperaba
de ti. Frente al llamado que te hace Dios a la perfección, encontrarás en tu
vida presunciones, desesperaciones, perezas, enojos, riñas, odios, gula,
impurezas, supersticiones, mentiras, venganzas y omisiones. Luchar contra todo
esto a la vez puede resultar imposible, como si trataras de matar a miles de
mosquitos dando golpes con una espada en el aire. Lo que tienes que encontrar
es la raíz de estas caídas, tu talón de Aquiles, el nido de donde provienen
los mosquitos, y arremeter contra él con todas tus fuerzas. Algunos tienen
este defecto dominante en los ojos, otros en la leng ua, otros en la
imaginación. Si de verdad quieres ser santo, deberás descubrir cuál es el
origen de tus defectos.
– El desánimo. Tal vez empieces a recorrer el camino hacia la santidad
con grandes ilusiones, pero debes estar consciente de que vas a caer mil veces
y vas a tener que levantarte otras tantas. El desánimo es “guillotina de
santos” no permitas que se apodere de tu vida y te haga decir o pensar que no
sirves para eso, que tienes demasiados defectos, que no eres capaz. Todos los
santos han tenido defectos y fallos, pero su santidad ha consistido en saber
levantarse a tiempo y seguir adelante.
– El agobio del trabajo. Puede ser también que al darte cuenta de las
necesidades que tiene la Iglesia, de los problemas que existen en el mundo, te
sientas agobiado, como si te encontraras solo con una pala ante la misión de
trasladar una montaña a otro lugar. El agobio te vuelve ineficaz y eso no lo
quiere Dios. Hay mucho trabajo que hacer, pero deb es empezar por lo que a ti
te corresponde, en el estado y condición de vida en donde Dios te ha puesto.
Si trabajas en lo que debes, Dios se encargará de lo demás. El agobio es el
mismo que sintieron los apóstoles cuando Cristo les dijo que sentaran a las
cinco mil personas y les dieran de comer. Los apóstoles pudieron conseguir
solamente cinco panes y dos peces y Jesús hizo lo demás y todos quedaron
saciados.
– El pesimismo. Los pesimistas no pueden ser apóstoles y mucho menos
santos. Los pesimistas se quejan de su trabajo, de los pocos frutos que
obtienen, de sus achaques, de sus problemas, del calor y del frío. El
pesimista hace insoportable la vida a los demás, pues su tristeza se contagia.
Los santos son alegres y optimistas, nada puede nublar su cara, pues saben que
están en las manos de Dios, que es todopoderoso y que los ama.
– La rutina. Tal vez tu vida te parezca aburrida por ser igual a la del
resto de los jóvenes que pueblan el mundo: l a escuela, el trabajo, los
amigos, las fiestas, la familia. ¡Bah! ¿En qué se diferencia tu vida de la del
resto del mundo? ¿En qué te distingues tú, que quieres ser santo? Hay una
frase que dice: “Con las mismas piedras se puede adoquinar una calle o
construir una catedral” Así es tu vida, tienes las mismas herramientas que
cualquier otro joven de tu edad, pero si vives con rutina solamente verás
piedras en las piedras. En cambio, si desechas la rutina, podrás ver en cada
piedra la posibilidad de construir una catedral; empezarás a descubrir los
milagros que Dios realiza frente a ti a cada momento. El secreto está en
mantenerte en contacto con Dios para ver todo con ojos de Dios.
– El “aborregamiento”. Si observas a los borregos, verás que caminan en
el anonimato: con las orejas caídas sin mirar al cielo; viendo mecánicamente
al que va delante de ellos. Un santo nunca puede caminar como borrego, en
medio de la multitud haciendo lo que los otros hacen. Tú eres difere nte de
los demás y no debes tener miedo de comportarte de manera diferente a los
otros, que sólo reaccionan ante el aullido del coyote o el silbido del pastor.
Para ser santo debes dejar de ser borrego; atreverte a caminar contra
corriente en tu estilo de vestir, de divertirte, de hablar y de pensar,
comportándote como lo que eres: un hijo de Dios.
– Las omisiones. Los santos no saben cruzar los brazos con una sonrisa
y encogerse de hombros para contemplar cómo los demás caminan por senderos
erróneos. Los santos están alerta para corregir, defender, enmendar los daños
que otros puedan provocar; los santos buscan la ocasión de ayudar, no esperan
que ésta les caiga encima, no se quejan de la situación del mundo: sino que
luchan por hacerla mejor.
Medios para llegar a ser santo
La oración humilde
A estas alturas ya sabes cuán importante es la oración en la vida de un
cristiano, pero justamente porque ya lo sabes y es tás trabajando por ser
mejor cada día, puede ser que caigas en la oración del fariseo, que daba
gracias a Dios por no ser tan malo como los otros. No hacía mas que jactarse
de sus avances ante Dios. Este tipo de oración no sirve para alcanzar la
santidad. La oración útil es aquella en la que reconoces que sin Dios no
puedes hacer nada y pones toda tu confianza en Él.
El plan de vida
Consiste en trazar un plan concreto de acción para vencer tu defecto
dominante.
En él tendrás que incluir metas a corto y largo plazos, así como los medios
que utilizarás para alcanzarlas.
La frecuencia en los sacramentos
Como seguirás teniendo caídas, debes estar siempre cerca del sacramento de la
confesión para levantarte inmediatamente. De la misma manera, necesitarás
fuerzas sobrenaturales para vencer todos los obstáculos que se te presenten y
sólo las encontrarás en la Eucaristía. Recuerda que la fuerza está en Dios,
que tú puedes consegu ir cinco panes, pero Dios, con ellos, puede alimentar a
5,000 hombres.
Reflexiones y decisiones para ser santo
Para meditar personalmente
– Imagina que escribieras una autobiografía que se titulara “La vida de san Xâ€,
que incluyera tus datos de nacimiento, familia y cómo ha sido tu vida hasta el
día de hoy. Imagina qué escribieras en ella cómo sería tu vida de aquí en
adelante, el momento en que empezaste a trabajar por ser santo, poniendo todo
lo que te gustaría hacer por el mundo y por las almas. ¿Te das cuenta de lo
maravilloso que sería hacer realidad esa biografía y de que algo dentro de ti
te dice que puede ser posible?
– ¿Cómo elaborarías un plan de vida para combatir tu defecto dominante?
Podrías escribir en él el nombre de tu defecto, sus principales
manifestaciones, las metas que quieres conseguir a corto plazo y unos cuantos
medios concretos para conseguirlas.
– ¿Qué impresión tiene la gente acerca de los santos cuando ve las estatuas en
las iglesias o cuando lee sus biografías? Después de leer este artículo, ¿tú
que opinas de los santos?
Ideas para Recordar
– Los santos han sido hombres y mujeres con las mismas debilidades que
cualquiera de nosotros. La única diferencia es que ellos han puesto esas
debilidades en las manos de Dios.
– Por muy extraño que parezca, cada uno de nosotros está llamado a ser santo
ahí donde Dios lo ha puesto.
– La santidad es el mejor negocio en el que podemos invertir, pues nos
garantiza la felicidad, no para un día ni un año, sino para toda la eternidad.
– Para ser santos encontraremos muchos obstáculos que debemos vencer: nuestra
pasión dominante, el desánimo, el agobio, el pesimismo, la rutina, el
“aborregamiento” y las omisiones.
– Los mejores medios para alcanzar la santidad son la lucha continua, la
oración y los sacramentos.
Decisiones
En ti está la decisión de cambiar y ser santo; para ayudarte, aquí te
proponemos algunas líneas de acción:
– Pondré en práctica mi plan de vida para que no se quede en un papel,
recordando siempre la frase que dice: “el infierno está lleno de gente con
buenos propósitos”.
– Empezaré a ser santo el día de hoy haciendo las cosas ordinarias
extraordinariamente bien.