El sacerdote en la celebración eucarística


 

Sección de teología litúrgica a cargo de Mauro Gagliardi

 

ROMA, jueves 12 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Nace la sección Espíritu de la Liturgia, que se propone presentar, de modo accesible y sintético, diversos temas de teología litúrgica. Este primer artículo presenta a los lectores el tema general del nuevo curso, que se extenderá hasta finales del mes de junio de 2010.


 

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Padre Mauro Gagliardi, consultor de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice


 

El Santo Padre Benedicto XVI ha proclamado, como todos saben, el Año Sacerdotal (junio 2009 – junio 2010), con ocasión del 150° aniversario del dies natalis del Santo Cura de Ars. La intención es “contribuir a promover el compromiso de renovación de todos los sacerdotes para un más fuerte e incisivo testimonio evangélico por su parte en el mundo de hoy” [1]. San Juan María Vianney, además de representar en vivo un modelo sumo de sacerdote, siempre anunció con claridad y énfasis la incomparable dignidad del sacerdocio y la centralidad del ministerio ordenado en el seno de la Iglesia. Partiendo de sus enseñanzas, el Santo Padre ha vuelto a proponer las siguientes palabras del Santo: “¡Oh, que grande es el sacerdote!... Si él se comprendiera, moriría... Dios le obedece: él pronuncia dos palabras y Nuestro Señor desciende del cielo a su voz y se encierra en una pequeña hostia...”. Y también: “Quitado el sacramento del Orden, no tendríamos al Señor. ¿Quién lo ha vuelto a poner en el tabernáculo? El sacerdote. ¿Quién ha acogido vuestra alma al entrar en la vida? ¿Quién la nutre para darle la fuerza de realizar su peregrinación? El sacerdote. ¿Quién la preparará para presentarse ante Dios, lavándola por última vez en la sangre de Jesucristo? El sacerdote, siempre el sacerdote. ¿Y si este alma muere [por el pecado], quién la resucitará, quién le devolverá la calma y la paz? Una vez más el sacerdote... ¡Después de Dios, el sacerdote lo es todo!... Él mismo no podrá entenderse bien si no en el cielo” [2].

Como se ve, san Juan María identifica la grandeza del sacerdote con referencia privilegiada al poder que él ejerce en los sacramentos en el nombre y en la Persona de Cristo. Benedicto XVI ha puesto en evidencia este hecho, recordando también otras palabras del Cura de Ars, que se refieren en particular al ministerio de celebrar la Santa Eucaristía. El Papa escribe que el Santo “estaba convencido de que la Misa dependía todo el fervor la vida de un sacerdote: “la causa de la relajación del sacerdote es que no pone atención en la Misa! Dios mío, como hay que compadecer a un sacerdote que celebra como si hiciera una cosa ordinaria!” [3].

El año Sacerdotal propone a nuestra reflexión la figura del sacerdote y, en particular, su dignidad de ministro ordenado que celebra los sacramentos, en beneficio de toda la Iglesia, en la Persona de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote [4].

En este Año Sacerdotal, que se celebra entre el 2009 y el 2010, hay también otras celebraciones que merece la pena recordar, porque están íntimamente relacionadas con la índole eucarística de la dignidad sacerdotal. En 1969, el Papa Pablo VI promulgaba, con la Constitución apostólica Missale Romanum, el nuevo Misal preparado tras el Concilio Vaticano II. En el presente año 2009, por tanto, se celebran 40 años de esta promulgación. El próximo año 2010, se celebrarán otros dos aniversarios, también vinculados directamente con la celebración de la Eucaristía. El primero coincide con el 40° aniversario (1970-2010) de la promulgación de la definitiva editio typica (primera) de la Institutio Generalis Missalis Romani. El segundo coincide con el 440° aniversario de la promulgación del Misal actualmente llamado Vetus Ordo o Usus antiquior, promulgado por San Pío V con la Constitución apostólica Quo primum del 14 de julio de 1570. Esta Constitución es recordada, junto al Misal de San Pío V, desde las primeras palabras de la mencionada Constitución apostólica Missale Romanum de Pablo VI [5].

Los dos Misales, unidos también por la celebración de sus respectivos aniversarios, son dos formas de la unica lex orandi de la Iglesia de Rito latino. A este respecto, se ha expresado el Santo Padre Benedicto XVI, enseñando que, con relación al Misal de Pablo VI, "el Misal Romano promulgado por San Pío V y nuevamente editado por el beato Juan XXIII debe ser considerado como expresión extraordinaria de la misma lex orandi [ley de la oración] y debe ser tenido en el debido honor por su uso venerable y antiguo. Estas dos expresiones de la lex orandi de la Iglesia no conducirán en modo alguno a una división en la lex credendi [Ley de la fe] de la Iglesia; son de hecho dos usos del único Rito Romano. Por ello, es lícito celebrar el sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgada por el Beato Juan XXIII en 1962 y nunca derogado, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia” [6].

La posibilidad de una serena y armónica coexistencia de las dos formas del único Rito Romano fue, en fin, indirectamente afirmada también por la coexistencia de ambos Ordines Missae (Beato Juan XXIII y Pablo VI) dentro del reciente Compendium Eucharisticum, publicado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos [7].

La coincidencia de estas diversas efemérides ha dictado también el tema que la sección Espíritu de la Liturgia se propone profundizar este año: el del “Sacerdote en la Celebración eucarística”. A través de breves artículos de periodicidad quincenal, redactados por teólogos, liturgistas y canonistas competentes, intentaremos presentar de modo claro y accesible el papel y la tarea del sacerdote en las diversas partes de la Misa, teniendo presentes ambos Misales, de los que se celebran los aniversarios. Auguro que estos artículos puedan ayudar a los sacerdotes a aprovechar la oportunidad de reflexión y de conversión ofrecida por el Año Sacerdotal, y que les puedan estimular a un cuidado cada vez más atento del ars celebrandi. Esperemos también que las contribuciones que se irán publicando poco a poco puedan ayudar también al resto de lectores – religiosos, religiosas, seminaristas, fieles laicos – a reconsiderar con mayor atención, y a venerar con profundo respeto religioso, la grandeza del Misterio eucarístico y la dignidad del ministerio sacerdotal, además de redescubrir su centralidad en la vida y en la misión de la Iglesia.
 

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Notas

[1] Benedicto XVI, Carta de Proclamación del Año Sacerdotal, 16.06.2009.

[2] Ibid.

[3] Ibid.

[4] Los presbíteros “ejercitan al máximo grado su sagrado munus en el culto eucarístico o sinapsis, en la cual, actuando en persona de Cristo [in persona Christi] y proclamando su misterio, unen los votos de los fieles al sacrificio de su Cabeza, y en el sacrificio de la Misa representan y aplican el único sacrificio de la nueva alianza, es decir, de Cristo que se ofreció al Padre una vez para siempre como Víctima inmaculada, hasta la venida del Señor”: Concilio Vaticano II, Lumen gentium, n. 28: AAS 57 (1965), p. 34. Cf. también Presbyterorum Ordinis, nn. 2; 12; 13.

[5] Cf. Pablo VI, Missale Romanum, 03.04.1969: AAS 61 (1969), p. 217.

[6] Benedicto XVI, Summorum Pontificum, 07.07.2007, art. 1.

[7] Cf. Congregatio de Cultu Divino et Disciplina Sacramentorum, Compendium Eucharisticum, LEV, Ciudad del Vaticano 2009. La preparación de este texto había sido confiada directamente por el Santo Padre, que la había anunciado en la Exhortación apostólica post-sinodal Sacramentum Caritatis, 22.02.2007, n. 93.