TEMA 52.

EL REINO DE DIOS  
 

3. ELEMENTOS DE REFLEXIÓN

3.1. Datos de identificación personal

La historia de Jesús de Nazaret es impensable sin su dedicación al Reino, lo mismo que es imposible hablar del Padre sin hacer referencia al Reino de Dios. Será bueno ir por pasos para descubrir que hablar del Padre y hablar del Reino no son cosas diferentes.

UN BUEN GALILEO

¿Quién este Jesús de Nazaret que se anuncia con un grito de conversión? sabemos ni la fecha ni el lugar exactos de su nacimiento. Parece ser que, en los pueblos antiguos, esta circunstancia, este desconocimiento era muy frecuente. Hijo de María, nace de una forma extraña. Algunos, Lucas y Mateo, barajan la teoría particular de un nacimiento virginal; otros, los textos judíos más tardíos, se decantan por un nacimiento en el mundo de la prostitución (cf. GONZÁLEZ-FAUS, J. I., en Acceso a Jesús, Salamanca, 1979, págs. 61-68).

UN DISCÍPULO DE JUAN EL BAUTISTA

Probablemente vivió una larga etapa como discípulo de Juan. Lo normal era que el discípulo fuera bautizado por su maestro, como así sucedió. Estos años fueron el momento y la ocasión para el descubrimiento de su vocación. Es decir, Jesús no sabía de su futuro más que lo que nosotros sabemos del nuestro (Hb 4,15). No sabía lo que iba a pasar mañana. O si lo sabía pudo llegar a ello lo mismo que nosotros cuando intuimos lo que puede ocurrir o lo que vamos a hacer mañana. Por eso, Jesús, en el momento oportuno de su vida, se plantea como todo ser humano las cuestiones esenciales de su vida: ¿Quién soy yo?, ¿qué voy a hacer de mi vida?, ¿qué quiere Dios de mí? Y, en la contestación a estas preguntas esenciales, se separa de Juan. He aquí la ley del discípulo: un buen día se distancia de su maestro, reacciona frente a él y acaba separándose. Jesús no predicará lo mismo que Juan el Bautista.

EL PREDICADOR DEL REINO

Juan había hablado de que <<la ira de Dios estaba cerca>> (Mt 3,1). Jesús corrige al Bautista diciendo: <<El Reino de Dios está a punto de llegar>> (Mc 1,15). Algunos de los discípulos de Juan se unen al Nazareno que comienza su predicación en torno a Cafarnaúm. No enseñó ningún código de virtudes, ni sistematizó ninguna doctrina religiosa. Jesús sólo predicó que la llegada del Reino de Dios era inminente: <<No desaparecerá esta generación sin que todo esto suceda>> (Mt 24,34).

Reino de los Cielos y Reino de Dios es lo mismo. Recordemos la aversión de los judíos a pronunciar el nombre de Dios. Subrayemos, también, que Reino de Dios y Dios es lo mismo. La cuestión planteada a los contemporáneos de Jesús era si Dios actuaba en la historia o no; y si actuaba, cuándo lo iba a hacer y bajo qué condiciones. Si la llegada del Reino era inminente, como decía Jesús, era prueba de que la actuación de Dios había comenzado ya, de que ya no se notaba su presencia.

El Antiguo Testamento había descrito ya cuál era la actuación de Dios en el mundo; y el pueblo de Israel la había experimentado. Por eso Jesús nunca describe el Reino. Hereda la tradición de la Escritura y recalca que el Dios del perdón y del amor ha comenzado a actuar. Dios es cercano; está ya entre nosotros.

3.2. Los esencial del mensaje de Jesús: sus características

EL REINO SE VINCULA A LA PERSONA DE JESÚS

Este será uno de los puntos conflictivos de la vida de Jesús. La pertenencia al Reino se vincula a la aceptación de esta predicación que hace Jesús. Por eso la insistente pregunta de los judíos: <<Tú, ¿con qué autoridad haces eso?>> (Mt 21,23-27). Es decir, los judíos piden a Jesús que legitime su mensaje como procedente de Dios.

A lo largo de su vida el hombre va adquiriendo una conciencia viva de su relación con Dios, que es una relación de filiación particular e irrepetible. ¿Por qué sabe Jesús que el Reino de Dios está cerca? Lo sabe porque lo experimenta en su oración, en su relación con Dios. De aquí nace la fe profunda de Jesús basada en una experiencia profundísima de su relación con el Padre.

EL REINO LLEGA GRATUITAMENTE Y PARA TODOS

La novedad de Jesús radica en la interpretación que hace del Antiguo Testamento. Dios nos quiere, independientemente de cuál sea nuestra actitud/actuación. Eso significa que Dios es nuestro Padre, que es amor incondicionado. Eso no conlleva que dé igual nuestro comportamiento; al revés, precisamente porque Dios nos quiere sin condiciones-es decir, independientemente de lo que hagamos- es por lo que nosotros nos sentimos apremiados a corresponder con todas nuestras fuerzas al amor de Dios.

LOS POBRES, DESTINATARIOS DEL REINO

Pobres son los que no tienen dinero, los que no tienen qué comer, los enfermos, todos los que carecen de la bendición de Dios. Si la riqueza y la salud son bendiciones de Dios, quienes carecen de ellas carecen de esa bendición. Jesús afirma que la bendición de Dios, su Reino, está llegando, y viene preferencialmente para aquéllos que parecen estar dejados de su mano.

El hombre que cumple la ley es un hombre integrado en la sociedad judía. Pobres había, que no podían cumplir la ley por economía, por trabajo; y el que no podía cumplir la ley era un desintegrado, un marginado.

En esa situación se encontraban las viudas, los huérfanos menores de doce años, las prostitutas, los publicanos. Hay una parábola (Mt 22,2-10; Lc 14,15-24) que habla de unos invitados a un banquete por derecho propio: o sea, el pueblo judío, fiel cumplidor de la ley. Pero estos invitados no quieren asistir al banquete, es decir, rechazan el amor de Dios que es el Reino. El rey manda a sus criados salir a los caminos para invitar a todos, a buenos y malos. Todos están llamados al Reino, a disfrutar del amor de Dios: los que cumplen la ley y los que parecía que estaban dejados de la mano de Dios: pobres, prostitutas, pecadores, publicanos, enfermos, hasta los paganos. En una palabra, todos.

3.3. La actuación de este mensaje

Las parábolas

Jesús anunció su mensaje por medio de parábolas. Muchas reflejan el ambiente que vivió Jesús. Su originalidad no está en que Jesús utilizara estas narraciones para impartir sus enseñanzas. También lo hacían y lo habían hecho otros rabinos en Israel. Sin embargo, estas narraciones que llamamos parábolas nos conservan lo más nuclear y original de la enseñanza de Jesús sobre el Reino. Muchas de ellas comienzan así: <<El Reino de los Cielos se parece a...>> Es decir, <<Dios, cuando actúa con los hombres, se parece a...>> Por otra parte, las parábolas revelan la personalidad, la cultura y la sensibilidad de Jesús. Nos habla de la siembra y de la pesca, de viñadores y pastores, de mujeres y amasan el pan, de banquetes y de bodas, de hijos que se van de casa.

Podríamos, pues, clasificar las parábolas en varios grupos:

× Parábolas de la vida diaria

Las que parten de la vida diaria de los hombres para ilustrar el modo de actuar de Dios. Así, las de la levadura y el grano de mostaza (Lc 13,18-21), las de la dracma y de la oveja perdida (Lc 15,1-10). Dios, cuando actúa con los seres humanos, es como un pastor que busca la oveja perdida o como la mujer que barre para hallar la moneda extraviada. Con el Reino de Dios ocurre como con la levadura o el grano de mostaza: su vida es en principio silenciosa y oculta, hasta que, al final, se revela en todo su esplendor.

× Parábolas inventadas por Jesús

Otras de estas narraciones son inventadas por Jesús. También éstas nos descubren la actuación de Dios con los hombres. Así, la parábola de los trabajadores enviados a la viña (Mt 20,1-16), la de los invitados al banquete (Lc 14,15-24), la del trigo y la cizaña (Mt 13,36-43), la del hijo pródigo, también llamada la parábola del padre (Lc 15,11-32).

× Parábolas que enseñan cuál debe ser nuestro comportamiento

Vienen a ser como parábolas-respuesta al modo de actuar de Dios, en respuesta al anuncio de la llegada del Reino de Dios. Así, la parábola de las diez vírgenes (Mt 25,1-13), o la del administrador astuto (Lc 16,1-13) o la del fariseo y el publicano (Lc 18,9-14) o la del buen samaritano (Lc 10,25-27). En ellas se nos enseña, respectivamente: la vigilancia ante la llegada del Reino, una cierta astucia necesaria para alcanzar lo realmente importante, la insuficiencia del hombre ante Dios, el amor incondicional al hermano que sufre.

Parábolas sobre el reinado de Dios

Generalmente, comienzan con una fórmula como ésta:

EL REINO DE LOS CIELOS (DE DIOS) ES SEMEJANTE A...

Mc 4,26-29 × Una semilla y, como la semilla, el reino crecerá poco a poco, sin estrépito, pero con seguridad.

Mt 13,31-33 × Un grano de mostaza o la levadura en la masa: el origen del reino es humilde, pero llegará a hacerse grande y manifestarse al exterior.

Mt 22,1-13 × Un banquete de bodas al que todos están invitados a participar como hermanos.

Mt 12,44-46 × Un tesoro escondido, una perla de gran valor; a fin de conseguirlos, vale la pena dejar todo lo demás.

Mt 1 3,24-30 y36-43 × Un hombre que sembró buena semilla en el campo, pero su enemigo fue detrás de él y sembró cizaña encima.

Mt 13,47-50 × Una red que recoge toda clase de peces; al final se recogen los buenos y se tiran los malos.

Mt 18,23-35 × Un rey que quiso ajustar cuentas con sus súbditos y les perdonó lo que debían.

Mt 20,1-16 × Un propietario que salió a contratar jornaleros para trabajar en su viña.

Mt 25,1-12 × Unas doncellas que, por la noche, tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo.

Los milagros

Toda la crítica admite que Jesús realizó en vida acciones que sus contemporáneos entendieron como milagrosas. Esto no indica que Jesús haya querido manifestarse como Hijo de Dios rompiendo las leyes de la naturaleza. No. Los milagros de Jesús son signos de la presencia del Reino. La palabra milagro no es frecuente en el Nuevo Testamento. A veces, cuando se usa, se hace en sentido crítico: <<Si no veis signos y milagros, no creéis>> (Jn 4,48). Las actuaciones maravillosas de Jesús son, sencillamente, signos de que el Reino de Dios está llegando, de que la actuación de Dios es inminente. Cuando Jesús cura, multiplica los panes, lo que hace es mostrar lo que el Reino de Dios significa: que la salvación ha llegado a los enfermos, a los pobres, a los hambrientos.

× Palabras de Jesús sobre los milagros

Muchas de las expresiones adoptan, en primer lugar, una línea exorcista y liberadora del espíritu del mal: <<Si por el Espíritu de Dios expulso los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios>> (Mt 12,28; Lc 1,20). Cuando los apóstoles vuelven de su misión, se dirigen a Jesús, llenos de alegría, exclamando: <<¡Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre!>> Y Jesús les contesta: <<Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo>> (Lc 10,18). Y, ante los emisarios de Herodes, dice: <<Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana>> (Lc 13,32). La fuerza de Dios prevalece sobre el espíritu del mal que impedía la manifestación del Reino de Dios.

Otras palabras de Jesús referidas a los milagros son signo de la presencia del Mesías de Dios entre los más pobres y necesitados. Así, cuando los enviados de Juan preguntan a Jesús: <<¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?>> Jesús les responde: <<Id y contad a Juan lo que veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la buena nueva; ¡y dichoso el que no se escandaliza de mí!>> (Mt 11,3-6; Lc 7,20-23). Sus palabras reflejan un anuncio liberador. Dios se hace causa de los más débiles.

Un tercer grupo de sentencias de Jesús presentan los milagros como una invitación a la conversión. Tal es el caso de las ciudades de Corozain, Betsaida y Cafarnaúm. Si Tiro y Sidón o la misma Sodoma hubieran presenciado semejantes signos se habrían convertido; y, en el caso de Sodoma, aún subsistiría el día de hoy (Mt 11,20-24; Lc 10,13-15). Y, en sus polémicas con los responsables judíos, afirma: <<No se les dará otro milagro que el de Jonás>> (Mt 12,38).

× Los relatos de milagros

Los relatos de los milagros siguen modelos literarios reconocidos por la tradición religiosa del ambiente. Los de curación presentan, más o menos, este esquema:

- Introducción. Se presenta el caso del enfermo, como el de una persona sin esperanza de curación por los medios normales y habituales.

- Encuentro con Jesús. Este corresponde con gestos y palabras eficaces a la petición del enfermo.

- Conclusión-despedida. Se registra la curación realizada y se expresa la reacción del curado y de los testigos.

Además del esquema de los relatos hay que tener en cuenta su función dentro de la estructura y finalidad del evangelio donde son contados. Marcos ve en los milagros una manifestación del poder salvador de Dios por medio de Jesús. Mateo, una llamada a la fe perseverante y activa en Jesús. Lucas presenta los milagros como signos de salvación que se realizan en Jesús. Juan escoge algunos para fundamentar la fe de los destinatarios de su evangelio.

Según esto, se puede hablar de tres aspectos en los relatos de los milagros de Jesús:

- Una relación personal de fe entre Jesús y el destinatario del milagro. Por eso, el gesto milagroso es inseparable de la persona de Jesús y de su mensaje salvador.

- Los milagros revelan el poder de Jesús. Este interviene con su fuerza liberadora en situaciones humanas de extrema miseria y alienación.

- Manifiestan la autoridad-potencia de Jesús en favor de los necesitados. A pesar de este poder y autoridad, sigue intacta la libertad de adhesión o rechazo por parte de quien tiene experiencia de los milagros. El fracaso popular de Jesús y la crisis final de los discípulos pueden ser buena prueba de ello.

× El significado de los milagros de Jesús

Los gestos milagrosos de Jesús se sitúan en un ambiente cargado de esperanza religiosa que alentó los anhelos de una intervención liberadora de Dios en la historia de su pueblo. Serían, en este sentido, la actualización de los prodigios del Éxodo. El pacto y la alianza no están rotos; Dios sigue siendo fiel. El milagro, la intervención de Dios en favor del pueblo, lo justifican plena y concretamente. Dios sigue con su pueblo.

Los hechos prodigiosos son buscados y esperados por la gente como signos de la intervención de Dios. Pero la mayoría de ellos acontecen en Galilea, donde encontraron terreno fecundo en los grupos populares que llevaban en su carne el peso de la esclavitud romana. Debido a esto, las acciones de Jesús suscitaron una noble reacción: favorable y entusiástica en el pueblo y recelosa y hostil en los representantes oficiales del judaísmo. Y aquí radicó la ambivalencia de los milagros. Cuando el signo pueda ser interpretado ambiguamente, Jesús lo aclarará oportunamente como en el caso de la multiplicación de los panes (cf. Jn 6,15).

Por eso, los milagros no tendrán valor en sí mismos, sino como revelación de la presencia y acción salvadora de Dios, es decir, como signos de la presencia del Reino de Dios.

Los milagros de Jesús

× Cura a enfermos: a la suegra de Pedro, a leprosos, a un paralítico, varios ciegos, a un sordomudo, a un epiléptico, etc. (Mt 8,2-15; 9,27-31; 20,29-34).

× Cura a posesos o endemoniados (Mc 1,23-28; Lc 11,14-15).

× Domina la naturaleza: cambia el agua en vino, realiza la pesca milagrosa, camina sobre el lago, calma la tempestad, seca una higuera, multiplica los panes. (Jn 2,1-11; Mc 8,22-25; Jn 6,3-15).

× Devuelve la vida a los muertos: al hijo de una viuda, a la hija de Jairo, a su amigo Lázaro. (Lc 7,11-17; 80,40-42; 49-56; Jn 11,1-45).

La experiencia de Dios como Padre: el padrenuestro

Jesús tuvo, al estilo de los grandes maestros orientales, un grupo de seguidores. De entre ellos escogió doce discípulos como signo del nuevo Israel que surgiría de la irrupción del Reino. Este grupo, liderado por Pedro, fue el que, tras su muerte, recogió la herencia de Jesús con la conciencia de ser los testigos de la proeza liberadora que Dios había realizado por medio de él.

Los discípulos percibieron la frecuencia y la intensidad de la oración de Jesús. Asombrados por la asiduidad y la forma de orar, piden que les enseñe a rezar y reciben una enseñanza original de Jesús y poco habitual en el mundo judío: cuando recéis llamad a Dios, Padre (cf. Mt 6,9). Con esta expresión Jesús les comunica su relación con el Padre y la vivencia de la realidad de Dios como Amor incondicionado. Jesús siempre llama a Dios Padre en los evangelios; sólo en la cruz, citando un salmo, exclama: <<Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?>> (Sal 22,1). Por tanto, Jesús nos enseña a llamar a Dios Padre, como él hace siempre, precisamente como expresión de su propia concepción de Dios nos ama como un padre ama a su hijo, independientemente de cómo nos portemos; ama tanto al pródigo como al que permanece siempre en casa (cf. L 15, 11 -32).

El padrenuestro concreta toda la enseñanza de Jesús. Nos habla de <<santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino>>. Ya Ezequiel había expresado qué querían decir estas expresiones: <<Santificaré mi gran nombre profanado entre las naciones, rociaré sobre vosotros agua pura y os purificaréis; de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos os purificaré, y os daré un corazón nuevo[...], y multiplicaré el trigo y no os someteré más al hambre>> (Ez 36,23-36). As pues, santificar el nombre de Dios no tiene nada que ver con los inciensos. Significa que Dios lo sea todo en nuestro corazón, que los hombres nos mantengamos en relaciones de justicia y que abunden el trigo y el aceite y el trabajo y... El Reino que Jesús desea y predica incluye, pues, una triple relación: la relación del hombre con Dios, la relación del hombre con sus hermanos y la relación de hombre con la creación. Los tres aspectos pertenecen al Reino de Dios. Omitir cualquiera de los tres aspectos es mutilar la actuación de Dios.

<<Danos el pan de cada día>> nos recuerda la metáfora del banquete celestial. El pan que esperamos, ese banquete para el mañana donde serán admitidos los paganos, los publicanos, las prostitutas, los pobres..., dánosle hoy ya. Los banquetes en que Jesús participa reflejan, como en una parábola viva no narrada, el anuncio de la llegada inminente del Reino. Comiendo con los marginados, Jesús muestra el amor de Dios, hasta tal punto que ellos son los preferidos de Dios pues <<los publicanos y las prostitutas os precederán en el Reino de los Cielos>> (Mt 21,31 ).

En esta misma línea habría que situar las bienaventuranzas: la llegada de Reino se inicia por los pobres y en los pobres.