EL ANIMADOR DEL GRUPO DE FE
 

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A pesar de su frecuente contestación, sobre todo a medida que los jóvenes van creciendo en edad, la figura de¡ animador la consideramos imprescindible a la hora de impulsar un grupo de fe. 

«En todo grupo hace falta un animador. En consecuencia, contra el parecer de quienes rechazan un animador, saber que, de todas formas, destacará un líder informal. Se planteará una situación de dependencia y una autoridad tanto más fuerte cuanto que será consciente e informal. Por lo tanto -y el más seguro medio para evitar la trampa de la ilusión de la libertad-, que todo grupo tenga un animador». 

(Charles Maccio. Animación de grupos) 

En todo grupo de fe, en consecuencia, conviene que exista un animador que sea testigo de la fe de la gran comunidad parroquial. El coordinará, impulsará y ayudará al resto del grupo a avanzar en el seguimiento de Jesús de Nazaret. Su carácter no será directivo, sino participativo y creador de una cada vez mayor corresponsabilidad, pero él es el que mantiene el espíritu de los grupos de fe. 

La función que realiza dentro de la comunidad eclesial es un servicio inapreciable y de gran responsabilidad. En sus manos está la educación de la fe de otros jóvenes, futuros militantes cristianos en la sociedad y en la iglesia. La formación de buenos animadores, por tanto, es la clave para la buena marcha de los grupos de fe.   Muchas veces se constata que grupos fracasan por causa de animadores sin preparación, sin motivación o sin espíritu de dedicación suficiente. Un buen animador es un elemento fundamental; sin él el grupo no avanza. Pero no basta la buena voluntad. Es necesaria una buena preparación. Es urgente la tarea de atender a los animadores y capacitarles para la misión que se les encomienda; deben, a su vez, tener bien claro qué es un grupo de fe y cuál es la metodología. 

Por su importancia creemos que deben ser personas adultas en la fe, lo que no implicará necesariamente que sean adultos en edad. Nosotros, por razones de cercanía sicológica, preferimos jóvenes próximos a una edad adulta. 

Dada la importancia que en nuestro concepto tiene el animador en el gr de fe nos extendemos en este apartado. 

Misión del animador 

·                           El animador es y no es uno más dentro del grupo. Es hermano e hermanos, pero un hermano que acompaña, anima, orienta y potenci fe del joven, desde su opción de fe adulta. 

·                           No es un jefe ni un líder, es un animador, lo que significa que ha de a la vez, una persona profundamente cercana.  

·                           No es un modelo con el que se han de identificar los jóvenes pero si ejemplo que les ha de ayudar a crecer. No es un maestro, es un tes de fe.

·                           Es alguien que se implica en el grupo y en su marcha. No es alguien oriente desde fuera. Está implicado, participa en todo, se posiciona, r siempre de modo educativo.  

·                           Ayuda a ser eficaz en cuanto a llegar a los objetivos concretos del g que él anima.  

·                           Hará que todos los miembros respeten las reglas del grupo: horario, grama, métodos... 

·                           Valora a cada individuo, potencia su individualidad y la estimula: participación, maduración en la fe, crecimiento en responsabilidad y compromiso.  

·                           Ayudará a los jóvenes a tomar conciencia de su yo, de su división interna para que así vayan unificándose interiormente, a partir del proyecto globalizante de Jesús, el Cristo. Creará un clima agradable, espontáneo, no tenso.  

·                           Posibilita el diálogo, el intercambio de opiniones en el mutuo respeto, creando, así, una fuerte cohesión en el grupo.  

·                           Fomentará la comunicación de modo que haya una congruencia entre que son y lo que comunican.  

·                           No dejará que el grupo quede cogido en discusiones de puntos secundar que son los que normalmente mejor conocen. Centra en el terna, teniendo en cuenta la jerarquía de problemas o aspectos a tratar.  

·                           De todas las reuniones se ha de salir con algo constructivo. No se trata de que salgan contentos. Se corre el riesgo de salir satisfechos de reunión donde todo el mundo ha discutido ampliamente pero en la que se ha abordado ningún problema de fondo.  

·                           Para facilitar el trabajo, misión suya es proporcionar los instrumentos escritos, orales, audiovisuales, y los métodos.  

·                           Favorece el sentimiento, individual y de grupo, de autonomía, dependencia. El animador debe ir procurando desaparecer como figura central para dar paso al grupo y a las personas; así creará adultos que sobrepasen la relación de dependencia. 

Esta serie de actitudes recogidas es el marco utópico al que ha de te constantemente el animador con la ayuda del sacerdote y de sus compañeros animadores de los demás grupos. No es por supuesto el punto de partida que se le ha de exigir. LA revisión y evaluación semanal de su labor le ayudarán a adquirir el talante implícito en la larga enumeración de principios expresada. Para facilitar el trabajo concretamos todo lo dicho en un sencillo decálogo para cada reunión.

 Decálogo para cada reunión 

1. Anima la conversación, pero no es centro ni protagonista. Respeta a las personas y consigue que participen 

El animador ha de procurar que todo el equipo esté activo en la reunión. Presta especial atención a aquellos que por su timidez o por su tendencia a la indolencia puedan más fácilmente despistarse. Les ayuda a reflexionar y descubrir su camino de crecimiento como creyentes. Pero el animador nunca debe erigirse en el centro de atención, ni por la cantidad de palabras ni por el grado de autoridad. Es uno más que está en el grupo pero dinamizándolo constantemente. 

2. Trata de unir, buscando los puntos comunes. Acepta las diferencias de opinión, pero concilia siempre a las personas 

En ocasiones en los grupos surgen tensiones que pueden llegar a crear divisiones y enfrentamientos. El animador es el encargado de hacer reflexiones, de dejar serenidad en los momentos tensos. 

3. Crea un tono general de buen humor y de optimismo, para que todos estén a gusto y hablen con naturalidad 

Un animador que se encuentra distendido en la reunión produce distensión; por el contrario, la rigidez, la seriedad, el nerviosismo rompen la espontaneidad que debe tener un encuentro entre personas. 

4. Consigue que le acepten por su bondad y por sus buenas razones, pero nunca por sus imposiciones 

Ya lo hemos señalado más arriba, un animador autoritario impide crecer a las personas. El no debe imponer sino proponer, ofrecer caminos de crecimiento; y si ayuda a que los jóvenes los descubran, mucho mejor. 

5. Evita dar lecciones desde un superior plano intelectual. Será el más sencillo de todos y no herirá a nadie 

El animador es un testigo de la fe de la Iglesia, que a todos nos urge y a todos nos invita a la conversación. Nadie puede, por tanto, presentarse ante los otros como modelo. Todos estamos en camino, y de manera balbuciente. 

6. Da igual trato a todos y valora en justicia los aciertos de cada uno, pero sobre todo los de los más retraídos 

Toda persona, pero sobre todo en la medida en que se es más joven, busca autoafirmarse, ser aceptado, ser considerado y tenido en cuenta. El animador ha de tener esto muy presente. Y sobre todo, lo ha de practicar más con aquellosque, porque se les ha valorado poco en la vida, muestran mayor inseguridad. Valorar, felicitar y alabar sin halagos ayudan a crecer a las personas. 

7. Mantiene el diálogo en un clima de libertad y espontaneidad, pero dentro del tema propio y según los objetivos de la reunión 

Todos los miembros del grupo se han de sentir mus- libres en sus manifiestaciones, consideraciones y opiniones. El animador no es el magisterio de la Iglesia, sino el catequista que ayuda a descubrir «el camino». tal y corno las primeras comunidades llaman a la «Buena Noticia» en los Hechos de los Apóstoles. Libertad, sin embargo, no significa que se pueda hablar de cualquier cosa. El animador ha de saber por dónde y hacia dónde se va. En los momentos en que el grupo se desvíe ha de encauzar la conversación. 

8. Pone orden en las intervenciones, haciendo conversación común y procurando que se avance en las ideas hasta acabar el tema propuesto 

Todo el mundo quiere participar y se le ha de dar la posibilidad, aunque frecuentemente hay gente que tiende a monopolizar las conversaciones. Pero a la vez se ha de ayudar al grupo a que avance en su reflexión. A jóvenes y adultos nos agrada salir de una reunión con la sensación de que hemos aprendido algo, de que hemos aprovechado el tiempo y llegado a conclusiones. Es muy importante, por ello, que el animador, sintetice verbalmente o en el encerado el proceso seguido y las conclusiones a las que se han llegado. 

9. Si alguien es obstáculo en la marcha del grupo, si un joven muestra una actitud pasiva, si a alguien se le ve inquieto, preocupado o con algo que le incomoda, habla con él 

La misión del animador no concluye cuando termina la reunión. Su papel de educador en la fe continúa en la vida del joven que la comunidad cristiana le ha encomendado. Conviene que tenga conversaciones con cada uno. El grupo está formado por personas a las que el animador ha de incluir en su vida. 

10. Recuerda que el mayor y mejor animador de un grupo es quien menos  aparece como tal, y, sin embargo, el grupo marcha y está satisfecho 

Esta pudiera ser la regla de oro. Al animador, cuando se llega a esta situación de sentir que el grupo funciona sin él, puede darle la impresión de que ya no es necesario. La realidad, sin embargo, es que ningún grupo cristiano acéfalo podrá subsistir largo tiempo. Se convertirá en una cuadrilla de amigos, donde todo transcurre aparentemente muy bien, pero que, si se analiza en profundidad, ninguna novedad ofrece como colectivo eclesial. 

Importancia del grupo 

Hemos insistido de muy diversas maneras en la importancia que tiene el animador en el grupo de fe, y así lo consideramos, sobre todo en el proceso de iniciación que aquí hemos recogido. Pero hemos de puntualizar que ello no significa que el grupo tenga una estructura piramidal, en cuyo vértice esté el animador, ya que siempre ha de ser un hermano entre hermanos. Más aún, su importancia ha de ir decreciendo progresivamente hasta el punto de llegar a difuminarse -lo que no quiere decir desaparecer-, dejando el protagonismo último en manos de¡ grupo. Por todo ello, y tendiendo hacia el horizonte de la comunidad desde los primeros encuentros, el animador ha de impulsar a cada uno de sus compañeros hacia la máxima participación y corresponsabilidad en la marcha del conjunto. La preparación de las reuniones, la colaboración en todos los trabajos y la preocupación de cada uno por los otros, manifestada en los más mínimos detalles, ayudarán a lograr lo que vamos buscando; pero, por encima y por debajo de todas estas observaciones, se ha de cultivar, a tiempo y a destiempo, el carisma por excelencia: el amor, la fraternidad; hemos de trabajar con ahínco para que en el interior del grupo se visibilicen relaciones diferentes a las que vigen en nuestra sociedad.