TEMA 40

EL NUEVO TESTAMENTO


3. ELEMENTOS DE REFLEXIÓN

Antes de presentar los escritos que componen el Nuevo Testamento debemos echar un vistazo al ambiente político y religioso del pueblo judío en el siglo I de nuestra era. Así mismo debemos presentar cómo predicó Jesús su Evangelio y cómo lo asimilaron sus discípulos, para comprobar que el mensaje del Nuevo Testamento se corresponde con la predicación de Jesús y nos la presenta con fidelidad. Todo ello, junto con el mensaje del Antiguo Testamento que hemos visto en el tema anterior, nos capacitará para comprender mejor el contenido de los libros del Nuevo Testamento.

3.1. El ambiente del Nuevo Testamento

Al nacer Jesús en el reino judío, gobernaba Herodes I el Grande, vasallo del imperio romano. Ni el territorio ni las gentes que componían su reino eran homogéneos.

El país de los judíos estaba geográficamente dividido en regiones con diferencias climáticas y ambientales: al sur, Judea y el desierto de Judá, en el centro Samaria, al norte, Galilea; estaban, además, la región del Jordán y de la Decápolis al Oeste y la costa mediterránea al Este. Las regiones del norte y de la costa eran ricas en agricultura, pero sus habitantes eran considerados judíos de segunda clase, y en ellas eran numerosos los núcleos de población enteramente paganos o, al menos, paganizados. La región del centro estaba habitada por descendientes de antiguos inmigrados no-judíos: los samaritanos. Al sur, en Judá, se encontraba el centro religioso de la nación judía: el Templo y el Sanedrín.

La población se dedicaba mayoritariamente a la ganadería y a la agricultura. No faltaban los comerciantes y los pequeños artesanos de los diferentes oficios: herreros, picapedreros, carpinteros, tejedores, queseros, pescadores... Herodes el Grande se dedicó a engrandecer el reino con edificios y obras públicas; así que en esta época los distintos ramos de la construcción dieron trabajo a muchas familias.

AMBIENTE SOCIAL

El gobierno imperial romano dominaba militarmente la región y garantizaba el orden público, el pago de impuestos al Senado romano y la fidelidad del pueblo judío al emperador. Con todo, los judíos gozaban de cierta libertad e independencia en cuestiones administrativas internas.

El gobierno judío estaba en manos del consejo del Sanedrín, compuesto de 72 miembros bajo la presidencia del Sumo Sacerdote. Tres grandes grupos reagrupaban las fuerzas dentro del Sanedrín.

Los sacerdotes, encabezados por el Sumo Sacerdote, eran los descendientes de las familias sacerdotales que durante siglos habían ejercido su ministerio en el Templo de Jerusalén. Había grados y jerarquías dentro de la casta sacerdotal. Las grandes familias sacerdotales controlaban el comercio que se desarrollaba a expensas del Templo. Los sacerdotes se mantenían de las ofrendas de los fieles, del pago de diezmos e impuestos y de abundantes donativos del pueblo.

El partido saduceo estaba formado por senadores procedentes de la aristocracia laica, por lo general, grandes propietarios. Eran muy conservadores en lo religioso; admitían sólo como Escritura el Pentateuco, no creían en la resurrección ni en la venida del Mesías; en lo político favorecían la colaboración con las fuerzas romanas de ocupación.

El tercer grupo era el partido fariseo. Estaba formado por laicos dedicados al estudio de la Escritura, empeñados en cumplir sus prescripciones hasta la última línea. Daban mucha importancia a que se pagaran al Templo los diezmos de las cosechas como expresión de acción de gracias a Dios por sus beneficios. Se esforzaban por vivir rectamente, pero despreciaban y se apartaban de aquéllos que no vivían de acuerdo con la Escritura, sea por ignorancia o por opción. Debido a su buena voluntad y a su empeño por vivir según la voluntad de Dios, gozaban de enorme autoridad moral ante el pueblo, que los apreciaba. Se esforzaban por aprender mejor las Escrituras y enseñarlas a las gentes en las sinagogas y lugares de estudio.

Había además otros grupos, que se mantenían al margen de la política oficial del Sanedrín, pero que ejercían su influencia entre la población de la época. Entre ellos estaban los esenios. Era una secta que había roto con el sistema político y religioso. Sostenía que el culto y el Templo eran inválidos porque el sacerdocio que los sostenía era ilegítimo. Vivían en comunidades cerradas, dentro y fuera de las poblaciones. Su centro se encontraba en el monasterio del Qumrán, junto al mar Muerto, donde vivía el dirigente, llamado con el título de Maestro de justicia. Eran severísimos en la observancia de la Escritura.

Otro grupo era el de los nacionalistas o zelotas. No formaban propiamente un partido a un movimiento organizado, sino que eran grupos clandestinos de resistencia contra los romanos y sus colaboradores. Tuvieron un papel preponderante en la revuelta judía de los años 66-70 d.C., llevando el país a la revuelta suicida contra Roma y causando la destrucción de Jerusalén y del Templo. Su método era la violencia. Aceptaban las instituciones, pero no a quienes ocupaban actualmente sus cargos, por considerarlos colaboracionistas.

Los samaritanos eran los habitantes de la región de Samaria. Eran descendientes de grupos de población trasladados forzadamente por los asirios en el siglo VII a.C. Con el tiempo habían aceptado la religión judía. Aceptaban, corno los saduceos, sólo el Pentateuco. Los judíos los miraban con desprecio por considerarlos herejes. Las relaciones entre judíos y samaritanos fueron siempre muy tensas.

Había, por último, también grupos baptistas que, al estilo de los antiguos profetas, se retiraban al desierto o a las orillas del Jordán. Vivían en comunidades donde esperaban la venida inminente del Mesías. Se preparaban a esta venida mediante unos ritos de purificación y de penitencia entre los que destaca el bautismo en el río o en estanques a propósito. Juan Bautista era dirigente de uno de estos grupos. Al parecer, Jesús y algunos de sus discípulos pertenecieron durante una época a estos grupos baptistas.

AMBIENTE RELIGIOSO

El centro de la religiosidad judía lo constituía el Templo. Era el <<sacramento>>, de la constante presencia invisible de Dios en medio del pueblo. Diariamente, mañana y tarde, se ofrecían sacrificios a Dios en nombre de toda la nación; durante todo el día los fieles concurrían para ofrecer sacrificios y ofrendas personales de petición, de perdón o de acción de gracias. Tres veces al año, por Pascua, Pentecostés y Tabernáculos (al fin de las cosechas) se hacía una fiesta de peregrinación. Eran muchos los que desde los distintos rincones del país caminaban hacia Jerusalén para celebrar la fiesta y alegrarse juntos por los favores divinos.

Otro elemento importante era la sinagoga. El judío estaba obligado a rezar tres veces al día, uniéndose así a los sacrificios que en el Templo se ofrecían por toda la nación: por la mañana, al empezar a declinar la tarde y poco antes del anochecer los judíos piadosos se volvían hacia Jerusalén proclamando el amor de Dios y pidiéndole por las necesidades propias y de toda la nación. La oración más importante, la de la mañana, se realizaba a menudo en común. El lugar de reunión era la sinagoga. Esta era además lugar de estudio diario de la Escritura, lugar donde los fariseos enseñaban y tribunal local de justicia. En la oración de la mañana de los sábados, que era obligatorio hacerla en común, se leían y se comentaban capítulos del Pentateuco y de los libros de los Profetas con el fin de descubrir la voluntad de Dios en la vida del pueblo.

Muy viva, particularmente en esta época, era la esperanza mesiánica. Desde el Exilio, al extinguirse la dinastía davídica en Jerusalén y, vistas las decepcionantes figuras de dirigentes que el pueblo había ido teniendo, se había propagado la convicción de que Dios haría surgir un nuevo David que volvería a la nación el esplendor inicial. El término Mesías significa en hebreo ungido, y se aplicaba al rey, al cual se le ungía la cabeza con aceite en los ritos de entronización.

Cada grupo político-religioso tenía una idea propia de Mesías. Excepto los saduceos, todos los demás esperaban uno o más Mesías. Los fariseos esperaban un nuevo David. Los esenios esperaban dos Mesías, uno de estirpe real, Hijo de David, y otro de familia sacerdotal, y ambos gobernarían la nación, cada uno desde su puesto. Otros grupos esperaban un Mesías bajo la forma de profeta que purificara al pueblo de sus pecados.

Conviene tener también presente que una parte importante de la nación judía vivía en la diáspora, es decir, esparcida por las tierras del imperio. En Mesopotamia, en el delta del Nilo y Norte de África, en Roma, Efeso y otras ciudades importantes había numerosas colonias judías, algunas de ellas asentadas en aquellos territorios desde hacía siglos. Estas comunidades leían la Escritura traducida al griego, tenían sus propios maestros e intentaban dialogar con la cultura greco-romana en que se hallaban inmersos. Eran favorables a ganar adeptos y prosélitos a la religión judía entre los paganos. Se hallaban en comunión con el centro religioso de Jerusalén mediante el pago de un impuesto anual. Las comunidades de la diáspora serán el caldo de cultivo de los nuevos cristianos en las costas mediterráneas.

3.2. La predicación de Jesús

AL SERVICIO DEL REINO DE DIOS

Después de pasar una temporada en el grupo de Juan Bautista, quizá a partir de la detención de éste, Jesús se lanza a predicar la llegada inminente del Reinado de Dios. Jesús asume la figura de nuevo profeta mesiánico. Pero Jesús reúne un grupo de discípulos y se entretiene en explicar a la gente, mediante parábolas y discursos, las consecuencias prácticas de ese Reino de Dios. Jesús adopta los métodos de enseñanza de los maestros fariseos.

Estos últimos (rabinos) transmitían su enseñanza mediante parábolas y comparaciones fáciles de comprender y de memorizar. Sus discursos solían concluir con un proverbio o una frase ingeniosa que resumiese el núcleo de su enseñanza y fuera fácilmente asimilable y repetible por su auditorio. Jesús adopta este método y lo aplica en su predicación. En los discursos puestos en boca de Jesús por los evangelios, nos es fácil descubrir cadenas de frases sueltas que los discípulos aprendieron de Jesús y que transmitieron de manera antológica formando discursos.

Jesús no sólo predica de palabra, sino también con obras. Jesús atiende a los que acuden a él, vive pobremente confiando totalmente en la providencia de Dios, su Padre, cura algunos de los enfermos que acuden a él. Toda su vida se presenta como un anuncio de la llegada del Reino. Dios va a cambiar el rumbo de la historia, de momento lentamente mediante la acción de los discípulos de Jesús; al final de los tiempos, el triunfo de Dios será completo. La llegada del reinado de Dios constituye una buena noticia especialmente para los pobres y oprimidos, como lo anunciaban los profetas del Antiguo Testamento. Dios será el único Rey y Padre de todos los hombres, que vivirán en perfecta solidaridad entre sí y fidelidad a la voluntad de Dios.

Jesús será ajusticiado en la cruz por fidelidad radical a ese mensaje y a sus pautas de conducta. Su resurrección constituirá una experiencia fundamental para sus discípulos: es el Hijo de Dios, la Palabra auténtica que Dios ha dirigido a los hombres. Su obra y su mensaje revelan la voluntad cierta de Dios sobre la humanidad. Ello transformará la vida de sus discípulos y los lanzará a predicar la Buena Nueva de Jesús, su Evangelio, por todo el mundo.

LOS DISCÍPULOS DE JESÚS

En torno a Jesús se reunieron grupos de discípulos que intentaban vivir de acuerdo con su mensaje. De entre sus discípulos, Jesús se escoge un grupo de Doce que serán los testigos privilegiados de su vida. Juntos comparten la vida y la misión. Jesús los reúne aparte para enseñarles más intensamente y asegurarse que asimilan sus palabras. Los invita a hacer una prueba práctica de predicación y los envía de dos en dos por las aldeas cercanas a transmitir su enseñanza. Al regreso de esta experiencia, Jesús se los lleva a descansar y evaluar su misión. Los apóstoles han predicado lo que Jesús les ha enseñado y, al mismo tiempo, han predicado sobre Jesús, quién es, qué hace. Será ése el núcleo de la enseñanza que, después de la Resurrección, los apóstoles y otros misioneros cristianos se encargarán de difundir. La misión encomendada por el Resucitado a los suyos se condensa en estas palabras: <<Id y haced discípulos míos de todos los pueblos, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado>> (Cfr. Mt 28,18-19).

3.3. La predicación de los primeros cristianos

Después de la Resurrección y de la venida del Espíritu Santo, los discípulos de Jesús que habían compartido su vida y asimilado su enseñanza, que ya habían hecho práctica de predicación, repitiendo las enseñanzas de su maestro y hablando de su persona, se lanzan a anunciar el Evangelio de Jesús.

La Resurrección les ha mostrado que Jesús es el Mesías que cumple las esperanzas del pueblo, pues su vida es tan rica que encarna en sí los distintos aspectos que el mesianismo de su tiempo anhelaba: Jesús es hijo de David, es Profeta, es Maestro de la Palabra, es Rey, es Sacerdote que nos reconcilia con el Padre, es Siervo que da la vida por todos.

En su predicación, los Apóstoles y los demás discípulos de Jesús tienen que mantenerse en una doble fidelidad: fidelidad a Jesús, a su mensaje, a su persona; pero, al mismo tiempo, fidelidad a las interpelaciones y a las circunstancias que les toca vivir. El mensaje de Jesús debe ser actualizado y adaptado manteniendo su pureza original. A la luz de la Resurrección, los recuerdos de Jesús se van modelando y van tomando forma en torno a tres actividades principales: la predicación, la celebración y la enseñanza.

En primer lugar, los discípulos predican y anuncian el mensaje de la Resurrección a los que todavía lo desconocen. Primero a los judíos y después a los paganos. El grito de fe de los primeros cristianos es muy simple: <<A Jesús de Nazaret, que pasó haciendo el bien, curando a los enfermos y anunciando el Reino de Dios, las autoridades judías lo ajusticiaron en la cruz; pero Dios lo ha resucitado haciéndolo Señor del universo. Ya la Escritura lo anunciaba y nosotros somos testigos de ello. Por lo tanto, convertíos y acomodad vuestra conducta a su mensaje>>.

A partir de este núcleo inicial, se irán añadiendo y desarrollando otros recuerdos y otras palabras de Jesús. Poco a poco se irá reconstruyendo el mensaje de la vida de Jesús.

En la Ultima Cena, Jesús mandó a los suyos que repitieran el gesto de partir el pan y de bendecir el vino en recuerdo de su Misterio Pascual. Los discípulos celebran al Resucitado en la liturgia eucarística, que reúne periódicamente a los cristianos de las comunidades. No sólo para la Eucaristía; también se reúnen para otros momentos de oración, en los que los Salmos son rezados en nombre de Cristo y de la entera comunidad cristiana, la Iglesia.

En este clima de recuerdo litúrgico se van poniendo en común y transmitiendo unos a otros las tradiciones sobre los últimos momentos de vida del Maestro y las experiencias de su Resurrección que fueron teniendo sus discípulos más íntimos.

En la vida de la comunidad, van surgiendo nuevas cuestiones referentes al amor fraterno, al perdón mutuo, al fracaso matrimonial, al trato con los niños. Se necesita recurrir constantemente al recuerdo de las palabras de Jesús para sacar de ellas nuevas respuestas a nuevas situaciones. Se va formando una enseñanza o catequesis sobre la vida del cristiano y de la comunidad.

Así, a través de la predicación a los no cristianos, de las celebraciones litúrgicas y de la enseñanza o catequesis a los ya bautizados, se va formando una tradición viva de recuerdos y enseñanzas de Jesús que irá cristalizando en los cuatro evangelios.

A fin de memorizar más fácilmente esa enseñanza de Jesús en una época en la que la cultura era fundamentalmente era oral, los cristianos tienen que adaptar métodos mnemotécnicos empleados en su tiempo por los Maestros de la Ley en sus escuelas. Así se van reagrupando las frases ingeniosas y los proverbios inventados por Jesús en breves discursos que faciliten su aprendizaje y repetición. Las parábolas o los milagros del maestro se van recogiendo en colecciones que garanticen su recuerdo. Van naciendo secuencias de enseñanzas de Jesús.

Poco a poco, conforme van desapareciendo los discípulos directos de Jesús, esas secuencias de recuerdos y de enseñanzas se irán fijando por escrito y pasarán a formar parte de unidades literarias más grandes: nacen los discursos de Jesús, los relatos de la pasión y de la resurrección, los relatos de la infancia, etc. A partir de todo este material, reordenado de una manera aparentemente biográfica, se irán componiendo los cuatro evangelios.

3.4. Pablo, fundador de comunidades

Nacido en Tarso, en el sur de la actual Turquía, Pablo se mueve en la encrucijada de dos civilizaciones: la judía y la griega. La cultura materna de Pablo es la helenista, por ser un judío de la diáspora. Pero su formación es de la línea farisea: su espiritualidad se basa en la Escritura como expresión de la voluntad de Dios y sacramento de su presencia entre el pueblo.

Al principio se muestra violentamente contrario al grupo de cristianos que va tomando fuerza en Judea, Samaria, Galilea e, incluso, en la región de Damasco y de Antioquía. Pero en Damasco su vida experimentará un giro radical: experimenta toda la fuerza salvífica de Cristo muerto y resucitado. Jesús había sido condenado en virtud de la Escritura, pero Dios lo ha resucitado. El es el Mesías esperado por Israel. Toda la teología de Pablo se basa en esta convicción. La energía de la resurrección de Cristo se derrama a todos los hombres, tanto judíos como paganos; todos están llamados a ser hijos de Abrahán, a entrar a formar parte del pueblo de Dios.

La experiencia de Cristo resucitado transformará a Pablo en misionero infatigable, fundador de nuevas comunidades cristianas en las costas del Mediterráneo.

EL MÉTODO MISIONERO DE PABLO

Pablo utiliza el método de predicación propio de los fariseos. Aprovecha la institución de la sinagoga como base de operaciones de su tarea misionera. La sinagoga era lugar de culto y centro de estudio y de enseñanza de la Escritura. Pablo, como buen fariseo, aprovechará tanto el culto de los sábados, como las reuniones de estudio entre semana para mostrar que Cristo es el Mesías esperado por Israel, que mediante la fe en él cualquier hombre puede acceder a la salvación que Dios ofrece y que esa fe exige un comportamiento basado en el amor.

Pablo es un predicador itinerante, pero no es un francotirador. Pablo predica con un equipo de colaboradores que lo acompañan. Juntos estudian la estrategia misionera. Algunos de esos colaboradores predican en poblaciones vecinas a las que reside Pablo y, a la marcha de éste, continúan la tarea empezada por Pablo. Se repite el esquema de Jesús y los Apóstoles: la figura del Maestro rodeado de discípulos, que a su vez se convierten en nuevos maestros, típica del movimiento fariseo, servirá de modelo base en la Iglesia primitiva.

Los discursos de Pablo que nos transmiten los Hechos de los Apóstoles reflejan bien cuál es la síntesis de la predicación misionera de Pablo y de sus colaboradores: A Jesús, muerto en cruz por los dirigentes judíos de Jerusalén, Dios lo ha resucitado y lo ha hecho Mesías y Señor. La Escritura ya hablaba del destino de Jesús. Nuestra vida debe cambiar y acomodarse al ejemplo y a la predicación de Jesús. La predicación de Pablo surtía efecto y muchos judíos y paganos simpatizantes del judaísmo que asistían a esas reuniones en las sinagogas se convertían y optaban por hacerse también ellos discípulos de Jesucristo.

Los nuevos cristianos se integraban en comunidades. Se reunían para rezar en común en nombre de Jesús, para celebrar la Eucaristía, asistían a la enseñanza de Pablo y de sus colaboradores, profundizando más y más en la persona de Cristo y en su obra y mensaje. Las exigencias de la vida hacían que el mensaje de Jesús se fuera adaptando a las diferentes circunstancias que le tocaba vivir a la comunidad.

Pero pronto surgieron tensiones en el seno de las comunidades judías de la Diáspora donde predicaban Pablo y sus colaboradores, junto con otros misioneros cristianos. No todos aceptaron que Jesús fuera el Mesías y se produjo la división. Los cristianos tuvieron que abandonar las sinagogas y las comunidades se independizaron. Este proceso resultó violento la mayoría de las veces y el mismo Pablo tuvo que sufrir por ello una persecución constante.

LAS CARTAS PAULINAS

Pablo ejerció su función de maestro no sólo de manera personal o a través de sus colaboradores y delegados. Se hizo presente en la vida de sus comunidades por medio de sus cartas. Las cartas de Pablo suelen ser escritos circunstanciales: responde a las preguntas que le formulan, reacciona contra ciertos desórdenes, aclara dudas, exhorta a la perseverancia y a la fidelidad en la doctrina, anima en las dificultades. Alguna vez Pablo escribe sin ningún motivo aparente, simplemente porque aprecia a sus interlocutores y les abre su corazón, les cuenta sus problemas y les habla de su amor apasionado por Jesús: tal es el caso de la carta a los Filipenses. Las comunidades empezaron a intercambiarse las cartas que recibían de Pablo y pronto comenzaron a convertirse en cartas circulares. Sus discípulos empezaron a reunirlas en colecciones.

Cartas a los Tesalonicenses. La primera carta a los Tesalonicenses es el escrito más antiguo de cuantos componen el Nuevo Testamento. Pablo la escribió desde Corinto, en Grecia, allá por el año 50. Se descubre el entusiasmo de una fe nueva, la rápida aceptación de la palabra del Apóstol y la ilusión por vivir en la práctica esa fe. Pablo se presenta como una madre para con sus discípulos. Algún tiempo después escribió la segunda carta, donde se hace más patente la reflexión de los primeros cristianos sobre el final de los tiempos que ellos creían que era inminente.

Cartas a los Corintios. Durante su tercer viaje misionero Pablo residió una larga temporada en la ciudad de Efeso, en la costa occidental de Turquía, a la que convirtió en base de operaciones. Desde allí él y sus colaboradores evangelizaron la región y se trasladaron en breves viajes a las costas griegas para visitar a las comunidades cristianas allí existentes. En esta época Pablo escribió varias cartas y misivas a los cristianos de la comunidad de Corinto; estos escritos los tenemos recogidos en las actuales dos cartas que conservamos.

En la primera carta, el Apóstol responde a algunas cuestiones que le habían planteado los corintios: el sentido del matrimonio y del celibato cristianos, los diferentes carismas y ministerios en la comunidad, la resurrección de los muertos. A la vez Pablo aprovecha para arremeter contra ciertos desórdenes introducidos en la comunidad: las divisiones internas en grupos y facciones, el escándalo moral de un incestuoso, las peleas internas llevadas a tribunales civiles, cierto abuso de la libertad, la poca solidaridad en la celebración de la Eucaristía.

En la segunda carta, Pablo se defiende contra ataques lanzados contra él por ciertos cristianos. Pablo defiende su carácter y su misión de Apóstol y amenaza con presentarse en la comunidad y arremeter personalmente contra sus detractores. Dentro de la actual estructura de la carta, encontramos unas secciones dedicadas a organizar una colecta de dinero en favor de la Iglesia madre de Jerusalén que pasaba por un momento de dificultad.

Carta a los Gálatas. Durante la etapa que Pablo pasa en Efeso, le llegan noticias de que las comunidades del interior de Turquía (la zona denominada por aquel entonces Galacia) sufren una convulsión por la llegada de nuevos predicadores cristianos que intentan hacer una síntesis errónea entre elementos judíos y cristianos. Para ellos la circuncisión es necesaria para pertenecer al pueblo de Dios, no basta la simple fe en Cristo; y, junto con la circuncisión, la práctica de las prescripciones y normas de la tradición judía. Pablo reacciona duramente y con acidez contra tales predicadores y sus seguidores. Así la carta a las comunidades gálatas acentúa la fe en Cristo muerto y resucitado como único medio de salvación.

Carta a los Filipenses. Ya hemos hablado antes de ella. Pablo la escribe porque aprecia a los cristianos de la ciudad de Filipos, en el norte de Grecia. Es una carta llena de confidencias por parte del Apóstol. Este aprovecha para hacerles llegar algunas recomendaciones contra el peligro de división comunitaria y contra los predicadores propagandistas de las prácticas judías. Es la carta de la alegría cristiana, de la seguridad de la salvación en Cristo y de la esperanza de que su próxima venida nos introducirá en el Reino del Padre. Eso libra al cristiano de toda preocupación angustiosa y lo hace vivir en un continuo optimismo vital.

Carta a Filemón. Es el escrito más breve que conservamos de Pablo, con sólo 25 versículos. No afronta ningún tema doctrinal. El motivo de la carta es la devolución de un esclavo fugitivo a su amo. El esclavo se ha hecho cristiano y se ha arrepentido de su fuga. Pablo lo devuelve a su amo, que es un noble cristiano, pidiéndole que lo reciba no ya como esclavo, sino como hermano. En el fondo deja traslucir el sentido que tenía Pablo de la dignidad humana a la luz de la fe en Cristo.

Carta a los Romanos. Es el escrito más largo, más sistemático y mejor pensado que conservamos de Pablo. El Apóstol tenía intención de acercarse a Roma y como carta de presentación hace una síntesis de su teología: es la carta a los Romanos. Ante el peligro grave de división en el seno de las comunidades cristianas por aquellos que pretendían judaizar a los cristianos, y a la luz de la fe en Cristo que predicó el Reino universal del Padre abierto a todos los hombres, Pablo presenta el mensaje cristiano como fermento de comunión. Todos los hombres somos pecadores, vivimos alejados de Dios y enfrentados unos a otros, somos descendientes de un Adán pecador. Cristo vivió absolutamente centrado en la voluntad de Dios y en la solidaridad hacia los hombres, es el hombre reconciliado por excelencia, es el Nuevo Adán. La fe en Cristo nos lleva a romper con nuestra dinámica de pecado y a asumir la dinámica de entrega a Dios y a los hermanos que vivió Cristo. El bautismo supone la inauguración de esa nueva dinámica. El cristiano no necesita la circuncisión y la práctica de la tradición judía para entrar a formar parte del pueblo de Dios. La dinámica que inaugura la fe en Cristo lo reconcilia, lo hace hijo de Abrahán e hijo de Dios, miembro por tanto del pueblo de Dios. El amor y la mutua aceptación y respeto serán la base de la ética cristiana que se desprende de la fe en Cristo resucitado.

Los discípulos de Pablo

Los discípulos más directos de Pablo y sus más inmediatos colaboradores recogieron la enseñanza teológica de Pablo, su manera de comprender y expresar el Evangelio de Cristo. También ellos sintieron la necesidad de adaptar la teología paulina a las nuevas necesidades que iban surgiendo en las comunidades fundadas por Pablo o por sus colaboradores. Es más, la enseñanza de Pablo fue eminentemente oral, sus cartas no recogían todos los aspectos de su teología. A la muerte del Apóstol, o ante su inmediata desaparición, se vio la necesidad de fijar por escrito, en nuevas cartas, esa riqueza de pensamiento. Nació lo que los estudiosos denominan la escuela paulina.

En los años que siguieron a la muerte del Apóstol la Escuela paulina fue produciendo nuevas cartas recogiendo fragmentos de escritos inéditos de Pablo, enseñanzas que se transmitían por vía oral, adaptando la doctrina del Apóstol a nuevas exigencias comunitarias. Aparecieron las cartas de la tradición paulina.

Cartas a los Colosenses y Efesios. Los autores de estas cartas, discípulos de Pablo, se abren a una nueva perspectiva de comprensión de la figura de Cristo. Jesús de Nazaret, muerto y resucitado, se ha convertido en Señor del Universo, Imagen de Dios, Cabeza de la Iglesia. No son las fuerzas de la naturaleza las que dominan y determinan el destino del hombre, sino que es Cristo en virtud de la fuerza de su resurrección y de su señorío universal. La Iglesia es comparada a un cuerpo vivo en el que Cristo es la cabeza, el centro vital de ese organismo. Usando la terminología de los antiguos profetas, Cristo es el esposo de la Iglesia, esposa a su vez de Cristo. El matrimonio cristiano es sacramento visible de esa íntima unión entre Cristo y la comunidad de sus discípulos.

Cartas pastorales. Se denominan así la carta a Tito y las dos cartas a Timoteo. Son cartas dirigidas no a comunidades enteras, sino a los responsables directos de algunas comunidades. La vida comunitaria, que se refleja en la lectura atenta de estos escritos, manifiesta una evolución con respecto a la época de Pablo. Las comunidades empiezan a organizarse alrededor de un equipo dirigente de responsables que debe mantener la fidelidad a la enseñanza recibida y garantizar el buen orden en la disciplina comunitaria. Se habla ya de obispos, presbíteros y diáconos en el seno de las comunidades; y, aunque el contenido de esas figuras no corresponde al contenido actual, son la base del desarrollo posterior que sufrió la estructura eclesial y la jerarquía dirigente.

3.5. Los evangelios

El término evangelio significa en griego buena nueva. La antigua literatura griega aplica ese término al anuncio de las victorias que los mensajeros iban comunicando de campamento en campamento y de población en población. Los judíos de la diáspora, al traducir la Escritura del hebreo a griego, que era su lengua materna, utilizaron este término para referirse al anuncio de la intervención salvífica de Dios respecto a su pueblo. Así el texto de Isaías 52,7, anunciando el final del Exilio en Babilonia, el retorno de los repatriados y la reconstrucción nacional, anuncia: <<Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena noticia, que pregona la victoria, que dice a Sión: tu Dios es Rey>>.

Jesús tomará esta palabra de los profetas y definirá su anuncio de la llegada inminente del Reino de Dios como de evangelio o buena noticia de parte de Dios. Nos dice el evangelista Marcos: <<Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios, convertíos y creed en el Evangelio>> (Mc 1 ,1 4-1 5).

Después de la muerte y resurrección de Jesucristo, sus discípulos se lanzarán a anunciar la Resurrección y a extender el mensaje de su Maestro. El recuerdo y la transmisión de la enseñanza de Jesús es presentada como Evangelio por Pablo, Marcos y los demás autores de los escritos del Nuevo Testamento.

EL GÉNERO LITERARIO <<EVANGELIO>>

Hemos presentado antes cómo la predicación, la celebración y la enseñanza son el catalizador, en el seno de las comunidades cristianas, que va formado la tradición sobre Jesús; poco a poco se irá fijando por escrito en secuencias de discursos, de parábolas, de milagros, o bien, en los relatos de la pasión, de la resurrección y de la infancia del Maestro.

Al parecer fue el autor del evangelio atribuido a Marcos el primero en formar una obra biográfica con los recuerdos de las palabras y de las obras de Jesús. Partiendo de los inicios de la predicación de Cristo, después del arresto de Juan Bautista, el autor fue ordenando las enseñanzas, los milagros, las controversias con los fariseos, las tensiones con las autoridades, de una manera cronológica, para acabar todo con la pasión y muerte, seguidas del hallazgo de la tumba vacía.

No debemos pensar que esta presentación biográfica nos muestra con absoluta fidelidad cronológica los recuerdos de Jesús con el mismo orden real en que se fueron sucediendo. De hecho cada uno de los cuatro evangelios nos presenta un orden distinto. Ello nos lleva a pensar en una ordenación más o menos artificial del material previo, extraído de las secuencias de recuerdos sobre Jesús.

Después del de Marcos, los otros evangelios ampliaron añadiendo al comienzo y al final las tradiciones sobre las etapas previas al comienzo de la predicación pública y los relatos de las apariciones del Resucitado. Se fueron formando los evangelios tal como los conocemos. Todo este proceso fue contemporáneo a la predicación de Pablo por las costas del Mediterráneo oriental y a la aparición de sus escritos.

Los evangelios no son ni historias ni biografía de Jesús, en el moderno sentido de estas palabras. Constituyen un género literario particular. Son la expresión escrita de la tradición sobre Jesucristo que, de los discípulos directos, fue recogiendo y transmitiendo la primera generación cristiana en su predicación, en su celebración y en su catequesis comunitaria. Su intención no es la de transmitirnos al pie de la letra las palabras y los gestos de Jesús; sino que su intención primordial es la de mostrarnos el profundo sentido de sus palabras y gestos: en él Dios nos ha hablado de una manera plena, nos ha dicho la palabra definitiva sobre el destino del hombre y del mundo. Los evangelios son fundamentalmente relatos catequéticos sobre la persona y la obra de Jesús.   
 
 

LOS CUATRO EVANGELIOS

El único Evangelio de Jesús nos ha llegado en cuatro evangelios. Cada uno de ellos, desde la sensibilidad propia del autor y de la comunidad que le dio forma, presenta unas particularidades de estilo, de estructura y de contenido. Cada uno de ellos acentúa unos rasgos específicos de Cristo. Por ello la Iglesia ha vencido siempre la tentación de hacer de los cuatro uno solo, y ha mantenido la riqueza que supone tener cuatro relatos evangélicos complementarios.

El Evangelio de Marcos. El estilo de Marcos es popular. Es un narrador maravilloso, en cuatro pinceladas dibuja una situación. Contiene pocos discursos, da más importancia a los gestos. Logra atraer al lector narrando crudamente los hechos, sobre todo en el relato de la pasión. Divide su obra en dos mitades: la predicación en Galilea que culmina en el reconocimiento escueto de Pedro: <<Tú eres el Mesías>> (8,29); y la crecida dramática de tensión, ritmada por los tres anuncios de la pasión, que culminará en los sucesos de Jerusalén. Marcos acentúa la imagen de Jesús como Hijo del hombre a quien Dios entrega el juicio sobre la humanidad.

El Evangelio de Mateo. Mateo es un judío, profesor de teología, profundo conocedor de las Escrituras. Agrupa las palabras de Jesús en cinco grandes discursos que recuerdan los cinco libros del Pentateuco. Jesús es el nuevo y definitivo Moisés. Abrevia los milagros de Jesús, para centrarse en la proclamación del Reino de Dios que queda ya esbozado en el grupo de discípulos. Se detiene en dar normas concretas de vida comunitaria y presenta a las gentes dirigiendo a Jesús su oración. Se ha denominado por ello el evangelio eclesial. Los discursos de Jesús de los capítulos 5-7,10, 13,18 y 24-25 estructuran todo el evangelio. Mateo acentúa la imagen de Jesús como Maestro que envía a sus discípulos a predicar y como Hijo de Dios que deja vislumbrar su majestad y su autoridad.

El Evangelio de Lucas. Es quizá el más claro en el desarrollo de su evangelio. Introduce de vez en cuando en su relato algunos resúmenes de la actividad de Jesús. Como buen historiador se preocupa de encuadrar la narración en la historia universal. No es preciso al describir el país de Jesús y se contenta con vagas indicaciones geográficas. Se muestra muy sensible al presentarnos a Jesús con las mujeres, con los pobres y los pecadores. Estructura su relato en tres grandes secciones: capítulos 1-8 en Galilea, 9-19 de viaje hacia Jerusalén y 20-24 en Jerusalén. Su evangelio tiene una segunda parte: los Hechos de los Apóstoles. Acentúa la figura de Jesús como Profeta movido por el Espíritu y encargado de revelar a Dios.

Los Hechos de los Apóstoles. Constituye la segunda parte del evangelio de Lucas. Presenta a la comunidad cristiana como continuadora de la misión de Jesús. Como él recibe el Espíritu que la impulsa a predicar por toda Judea, Samaria, Galilea, Antioquía, las costas mediterráneas y Roma, corazón del imperio. La comunidad está al servicio de la Palabra. Algunos miembros encarnan el espíritu misionero de toda la Iglesia y son presentados como figuras emblemáticas: Pedro y Juan, Esteban y Felipe, Bernabé y Pablo. Este último será casi el protagonista exclusivo de más de la mitad de la obra.

El Evangelio de Juan. A Juan le gustan los grandes conjuntos unificados: recoge siete signos-milagros de Jesús acompañados casi siempre de largos discursos y de tensas controversias contra los responsables judíos. No tiene un pensamiento lineal, sino que va progresando en espiral, volviendo siempre al mismo contenido presentado bajo símbolos nuevos. Juan parte de realidades concretas (el agua, el pan, el nacimiento, la luz, el vino, la palabra, el pastor, la puerta, la viña) que se convierten en símbolo de las relaciones del hombre con Dios y llegan a crear un vínculo con él. La estructura de este evangelio es simple: los capítulos 1-12 giran alrededor de los siete signos de Jesús, los capítulos 13-21 lo hacen alrededor de los discursos de despedida y de la pasión-resurrección de Cristo. Juan acentúa la imagen de Cristo como Palabra reveladora del misterio de Dios.

3.6. Conclusión

El Nuevo Testamento es la expresión escrita de la reflexión de fe que los discípulos de Jesús hicieron sobre las palabras y los gestos de su Maestro, guiados por el Espíritu Santo. Las cartas de Pablo y de los otros Apóstoles, los cuatro evangelios y los Hechos de los Apóstoles nos presentan en todo su frescor inicial la fe de la primera comunidad cristiana que descubrió en Jesús muerto y resucitado la imagen de Dios revelándose a los hombres. El es el Mesías esperado por el pueblo de Israel.

La fe del Nuevo Testamento es a la vez la continuación y la plenitud del Antiguo Testamento. Jesús predica usando las palabras de la Escritura y de la Tradición de su pueblo. Y es también gracias a esa Escritura que sus discípulos logran captar y expresar el misterio de su persona. Antiguo y Nuevo Testamento forman una unidad complementaria indisoluble y constituyen la expresión de la fe de la Iglesia y punto de referencia constante de la vida de los cristianos.