Fuente: Catholic.net
Disposiciones necesarias para orar
Una vez un señor quería encontrar trabajo. Todos los días
salía a buscarlo. Al inicio de cada jornada elevaba esta oración a Dios: “Señor,
que yo consiga trabajo, pero, por favor, que no sea hoy.”
Para hacer cualquier cosa es necesario tener buenas
disposiciones. Lo mismo pasa con la oración: para hacer oración es necesario
tener las disposiciones correctas.
Las disposiciones
1:- Querer hacer oración.
2.- Escuchar a Dios.
3.- Mantener puro el corazón.
4.- Cultivar una actitud de fe.
Capítulo 1: Querer hacer oración
En este país la mayoría de las personas profesan ser
católicas, pero muchísimas no van a Misa los domingos, ni por equivocación.
Podríamos llamarles los “católicos de las cuatro fechas”: sólo entran en la
Iglesia para su bautismo, primera comunión, boda y, no faltaba más, su funeral.
¿Por qué no van a Misa los domingos? ¿Será que no creen en el sacrificio de la
Misa, o en el sacerdocio católico, o en la presencia real de Cristo en la
Hostia? Parece ser que creen en todo estas verdades. No van a misa porque “no
les nace”, por pereza. Se les pegan las sabanas los domingos en la mañana.
Me acuerdo de un señor que no iba a misa los domingos, pero
afirmaba que tenía una fe muy profunda. Yo pensé para mí mismo: Su fe es tan
profunda que nunca aparece.
En el siglo XIII vivía un gran santo, Santo Tomas de Aquino.
Un día su hermanita le preguntó: “¿Tomás, qué tengo yo que hacer para ser
santa?” Ella esperaba una respuesta muy complicada y profunda, pero el santo le
respondió: “Hermanita, para ser santa basta quererla”.
“Querer”, la palabra más poderosa en el diccionario. Pero se
debe decir “Quiero” y no simplemente “Quisiera”. El hombre que “quiere” puede
hacer maravillas; el hombre que “quisiera” se queda con las ganas. Seguramente
en el Infierno hay muchos que “quisieran” ser santos, mientras en el Cielo los
que “quisieron” serlo. El hombre dispone de una gran fuerza y es su voluntad.
Tenemos que usarla para hacer oración. La oración exige constancia y no hay
constancia sin fuerza de voluntad.
Tomemos un ejemplo del Evangelio de una persona que fue
constante en la oración. Se trata de la mujer, la llaman la cananea porque era
natural de Canán, que pidió a Jesús exorcisar a su hija. Encontramos el episodio
narrado en el Evangelio de Mateo, capítulo 15, versículos 21 a 28. Vamos a
leerlo:
Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y
de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio,
gritaba diciendo: "¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está
malamente endemoniada". Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos,
acercándose, le rogaban: "Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros".
Respondió él: "No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de
Israel". Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: "¡Señor,
socórreme!" Él respondió: "No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a
los perritos". "Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de
las migajas que caen de la mesa de sus amos". Entonces Jesús le respondió:
"Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas". Y desde aquel momento quedó
curada su hija.
Capítulo 2: Escuchar a Dios
Una vez un señor oró así: “Señor, que yo me saque la
lotería”. No se la sacó y se quedó bastante decepcionado. Al hacer oración no se
trata de “sacar” algo de Dios, como uno va a sacar un permiso de construcción.
La actitud correcta es acercarse a Dios deseando conocer la voluntad de Dios
sobre uno. Jesús lo dijo al enseñarnos el “Padre Nuestro”: “Hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.” Por eso, orar eficazmente significa conocer la
voluntad de Dios sobre uno y después decidirse a cumplirla.
Posiblemente el mejor ejemplo de esto en el Evangelio es el
de la Virgen María. Ella dijo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según
tu palabra.” Muchas veces decimos que nuestra oracion no es eficaz porque Dios
no nos concede lo que nosotros queremos. Muchos ven a Dios como su mago privado,
alguien está allí para cumplir con sus deseos, algo así como un genio en una
botella.
Cuando la gente dice: “Dios no me escucha”, da la impresión
que lo que quiere decir es: “Dios no me responde como yo quiero que responda”.
Los grandes orantes de la Biblia como Isaías dijeron a Dios: “Heme aquí”.
Capítulo 3: Mantener puro el corazón
Es lógico que cuando hay amistad entre personas, la
comunicación entre ellas es mucho más fluida. Pensemos, por ejemplo, en el caso
de dos esposos peleados. Evidentemente la comunicación entre ellos no va a ser
muy buena. Tienen muchos rencores en el corazón. Además sacan a cada rato los
trapos sucios. Hacen sangrar de nuevo heridas que parecían curadas.
Lo que obstaculiza nuestra comunicación con Dios es el
pecado, especialmente el pecado mortal. De hecho el pecado se define como
“mortal” porque Dios ya no está en el alma. En cierto sentido, “ha muerto” para
esa persona. Para acercarnos a Dios necesitamos purificarnos lo más posible.
Hay un ejemplo muy elocuente de esto en el Libro del Éxodo,
capítulo 3, versículo 7. Moisés está caminando por el desierto de Horeb. Vio un
fenómeno que le llamó la atención: una zarza ardiente, que no se consumía. Se
acercó y Dios le habló desde la zarza. Le dijo: Moisés, Moisés, quítate las
sandalias, porque la tierra que estás pisando es tierra santa. Para
acercarnos a Dios tenemos que quitarnos las “sandalias”, es decir, los pecados.
La zarza ardiente que no se consume es una imagen de la pureza de Dios que no se
acaba nunca.
Para acercarnos a Dios tenemos que purificarnos. Jesús, en el
Evangelio, dice: Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a
Dios. Si una persona trata de ver un paisaje con unos lentes sucios, no lo
va a apreciar. Para poder “ver” a Dios, o tener contacto con Él, tenemos que
purificar el corazón. Jesús instituyó el Sacramento de la purificación y se
llama Sacramento de la Reconciliación para purificar las almas de pecados. Una
persona que se confiesa frecuentemente, logra hacer oración con más facilidad.
Si Ud. no me cree, haga la prueba y verá como es cierto.
Capítulo 4: Cultivar una actitud de fe
Una vez dijo Jesús lo siguiente que encontramos en el
Evangelios de San Marcos, capítulo 11, versículos 22 a 24:
Tened fe en Dios. En verdad os digo que si alguno dijere a
este monte: Quítate y arrójate al mar, y no vacilare en su corazón, sino que
creyere que lo dicho se ha de hacer, se le hará. Por esto os digo: todo cuanto
orando pidieréis, creed que lo recibiréis y se os dará.
En una ocasión Jesús visitó su ciudad, Nazaret, entró en la
Sinagoga, leyó un trozo de la Sagrada escritura y lo explicó muy bien. Sus
paisanos comenzaron a preguntarse de dónde le venían tanta sabiduría y tanto
poder para hacer milagros. Preguntaron: ¿No es él el hijo del carpintero?,
y se escandalizaron de él. Dice el Evangelio que ahí no pudo hacer muchos
milagros. Solamente pudo curar unas cuantas personas, porque los demás no
tuvieron fe en él.
La fe en la oración no es algo infantil como creer que Dios
va a hacer todo lo que le pedimos. Es más bien una actitud de confianza en Dios
Padre, que nos quiere mucho y va a buscar siempre lo mejor para nosotros.
Si tenemos las 4 disposiciones para hacer oración,
seguramente vamos a tener una oración eficaz. Yo diría que es como el abc de la
oración.
No se olvide: Ud. puede ser un hombre o una mujer de una gran
vida de oración. ¡Basta quererlo!