DISMORFIA,
LA BELLEZA QUE MATA

Hno. Federico Guevara, msp.
Revista Inquietud Nueva


Hoy se habla de dismorfia, como el «complejo del espejismo», como la enfermedad «imaginaria». Enfermedad que no hace distinción, puesto que tanto hombres como mujeres la padecen. La edad de quienes están propensos a ser víctimas son los adolescentes, los jóvenes y uno que otro adulto. Pues bien se sabe que en estas etapas de la vida la persona busca siempre «apantallar» a sus amigos, presentarse como el mejor o como el inigualable. Lo anterior convierte a la persona en un ansioso que busca mejorar su «imagen». Éste es el motivo por el cual la dismorfia aparece como uno de los males de nuestro tiempo que va en aumento sin respetar condiciones ni clases sociales.

Etimológicamente la palabra dismorfia viene de dos palabras griegas: dys que indica dificultad y morphe forma, es decir, se refiere a la forma defectuosa de un órgano. Se le atribuye el uso del término, «dismorfia corporal» al doctor italiano Morselli (1886).

Según los analistas este mal se extiende cada día más y afirman que de diez personas una padece dismorfia. Otros creen que es mayor el número de los dismórficos, pues dicen que muchos de los enfermos no buscan ayuda ni externan a nadie lo que padecen, pues, si observan alguna parte de su cuerpo y la llegan a calificar de defectuosa o anormal, lo hacen generalmente a escondidas, por temor a la crítica o para evitar, en el caso de los hombres, que los tachen de afeminados. Es por eso que los datos estadísticos sobre la dismorfia pueden ser mayores.

Esta patología puede llegar a ser progresiva. En algunas personas puede aparecer durante la adolescencia, evolucionar y reaparecer algunos años más adelante, hasta llegar al extremo de requerir de ayuda psicológica. Muchos de los adolescentes de hoy, pueden llegar a padecerla el día de mañana, son en «potencia» dismórficos.

Hay varios factores que influyen en la aparición de esta enfermedad, entre los cuales, sin duda, se encuentran los medios de comunicación que proyectan la imagen de personas de una gran «belleza física» y las presentan como prototipos de quienes son plenamente «felices» y gozan de una «alegría» inmensa, o como condición para gozar de una buena salud, de prestigio, de admiración y de aceptación en algunos ambientes sociales.
Y como dice el dicho que «para muestra basta un botón», existe una revista americana que da culto al cuerpo y proporciona pistas para que sea «perfecto», ésta en el año 1992 tenía un tiraje de doscientos cincuenta mil ejemplares en español y para el año 1997 su tiraje se había elevado a un millón quinientos mil ejemplares, con lo que queda más que confirmada la obsesión que se va teniendo por el culto al cuerpo.

Aquellos que no están de acuerdo con alguna parte de su cuerpo, por ejemplo su boca, labios, cabello, color de la piel, ojos, piernas, caderas, nariz, etc., pueden llegar al extremo de no aceptarse a sí mismos y convertir su inconformidad en una obsesión que los transforme en un dismórfico más. Pero, también son presa fácil de esta enfermedad los hombres y las mujeres que no tienen una conciencia plena de lo que son en sí, de lo que buscan en la vida, y sobre todo, las personas superficiales que no tienen un criterio personal y que pueden ser fácilmente influenciadas por lo que digan y piensen los demás.

Los dismórficos pierden muchas horas del día ante el espejo, pues, tienen una obsesión por observar cada parte de su cuerpo, o bien, centran su atención sólo en una de ellas, ya que la analizan una y otra vez por que la ven deforme y tratan de encontrar la manera de ocultar la deformidad.
También las personas con dismorfia muscular pasan horas en los gimnasios por el solo hecho de lograr un cuerpo perfecto o corregir lo calificado como defectuoso por ellos mismos, esto puede llevarlos a abusar del ejercicio, a enfocarse tanto en sí mismos que se olvidan de quienes los rodean, incluso, tal obsesión los puede orillar a usar y abusar de sustancias perjudiciales para su salud.

Las consecuencias que puede acarrear este trastorno son varias y graves. Como en muchos de los trastornos psíquicos, los dismórficos se caracterizan por ser antisociales, pues, se excluyen de los demás por considerarse feos, hecho que baja su autoestima y, en casos graves culmina en depresiones. Por otro lado, tienden a reprochar a sus progenitores el que les hayan dado la vida para ser objeto de risa de los demás.

Los nutriólogos, médicos, cirujanos estéticos y todos los que pueden detectar que alguien tiene una idea desenfrenada y engañosa sobre su cuerpo, juegan un papel muy importante para poder ayudar y orientar a estas personas de manera que se les pueda brindar ayuda profesional.

Los padres de familia ayudan a prevenir esta enfermedad dando una correcta orientación y educación a sus hijos. El hombre no puede perder de vista cosas fundamentales de la vida, por quedarse en cosas superfluas y accidentales. No puede y ni debe aceptar como verdadero lo que las compañas de los medios de comunicación se esfuerzan por presentar como «necesidades» (cosméticos, modas, utensilios, etc.)

Es lamentable que mientras muchos hombres nacen impedidos físicamente para realizar actividades que la mayoría de los hombres pueden hacer, otros se limiten a sí mismos y no valoren lo que muchos no tienen. Existen miles de personas con capacidades diferentes que nos demuestran que la vida se hizo para vivirse y no para lamentarse ni mucho menos para reprochar lo que no se puede adquirir.

No perdamos el tiempo inútilmente en cosas vanas y efímeras, en cosas superficiales y no trascendentes. El hombre no es imagen, ni aparato de mostrador para admirar, lucir y presumir.

Han existido mujeres «bellas» que han sido fuente de inspiración para los compositores, poetas, etc. Pero sólo mientras gozaron de esa belleza porque después quedaron en el olvido. En cambio conocemos a Beethoven, a Miguel Ángel, Platón, a la madre Teresa de Calcuta, a Juan Pablo II y muchísimos hombres y mujeres más, que no por «belleza física» son recordados, porque por ejemplo Beethoven no oía; la admiración hacia ellos se debe a su entrega, sus conocimientos, su caridad, su amor y su coraje por explotar y poner al servicio de los demás los dones que poseían. Sus acciones, sus sentimientos y su entrega los hicieron trascender y aportar mucho al mundo en general. Que bueno que Beethoven no se quedó lamentando y reprochando su problema de sordera porque de lo contrario el mundo jamás hubiera conocido sus composiciones.

No pierdas tu vida queriendo «corregir» lo que poco importa, porque después te lamentarás por no haber vivido.

«La belleza verdadera, en realidad, consiste en la belleza del corazón», dijo Gandhi y la palabra de Dios nos garantiza que «… el hombre ve las apariencias pero Dios mira el corazón» (1 Sam. 16,7) porque, es en lo más profundo del hombre donde encontramos su auténtico y verdadero valor.