Autor:
P. Nicolás Schwizer
Los demonios de la vida conyugal
En el amor conyugal, el secreto es no luchar en contra de la edad, sino en unión con ella, tal es la regla de la sabiduría.
En el
amor conyugal, el secreto es no luchar en contra de la edad, sino en unión con
ella, tal es la regla de la sabiduría.
La infancia del amor conyugal. Al inicio es sobre todo alegría y
esperanza. El amor es nuevo y está intacto. Los dos viven en estado de
descubrimiento permanente.
Sin embargo, el amor no escapa a los ataques del tiempo. Una primera
crisis, la de la desilusión, sacude el hogar naciente. El demonio de la
desilusión hace que la imagen ideal que uno había construido del otro,
comience a desvanecerse. Para vencer esta crisis habrán de aceptarse en sus
imperfecciones. En esta época el matrimonio se constituye realmente.
La juventud del amor. Al final de la fase de adaptación, un mutuo
conocimiento impide mayores roces. El amor se instala. Pero, si no se superó
la crisis de la desilusión, el tiempo precipita la segunda crisis, la del
silencio. Si el demonio mudo se apodera de los dos, caen en una especie de
letargo. La pareja vive, entonces, en retroceso, sin crecer, sin un ritmo
seguro, sin dinamismo. Vencer esta segunda crisis es indispensable para que
sobreviva el amor.
La madurez del amor. Alrededor de los 15 años, los esposos han
adquirido madurez. Con una juventud madura viven con serenidad. Son los años
más hermosos de la vida conyugal. Ya no se habla de felicidad, como cuando uno
es joven, simplemente se es feliz. Pero también puede producirse lo contrario,
si no encontraron el camino del diálogo y de su unidad. Una tercera crisis,
con frecuencia fatal, es la de la indiferencia. El amor se ha
transformado en hábito, el hábito en rutina, y la rutina, por fin, en
indiferencia. Se vive junto al otro, pero los corazones ya no están en
contacto: el tiempo ha paralizado o incluso matado el amor. La vida en común
no es más que una apariencia que se mantiene, sea por obligación ya que están
los hijos, se a por conveniencia social.
Con el demonio de la indiferencia instalado, siempre hay lugar para un
nuevo amor y, por ello, para la infidelidad y la separación
El mediodía del amor. Entre los 45 y los 50 años, surge un nuevo
peligro. En ambos es el difícil momento de los cambios físicos y sicológicos.
La mujer pierde un atributo de su feminidad, la fecundidad. El hombre va
perdiendo un carácter de su virilidad: el vigor sexual. Pero, antes de que se
produzca ese declive, se da muchas veces una especie de vuelta a la
adolescencia.
A esa crisis de la mitad de la vida se le ha dado el nombre: el demonio del
mediodía. Si el matrimonio entra en esa etapa minado por la indiferencia y
la rutina, el demonio del mediodía tiene grandes posibilidades de triunfar.
El renacimiento del amor. Si la pareja, ha sabido superar esa época
turbulenta, entra en el período de una segunda madurez. Es el crepúsculo del
amor, el momento en que e l matrimonio disfruta de la unidad conquistada, de
una armonía, profunda y de una nueva paz. Es la hora de una felicidad serena,
sin choques y sin conflictos. El tiempo, que no perdona, ofrece entonces a los
cónyuges la inapreciable recompensa del renacimiento del amor.
El reposo del amor.Vendrá, por último, la hora del reposo en que
envejecidos en el amor ambos sólo tendrán reconocimiento el uno para el otro.
Ni siquiera la dolorosa perspectiva de la muerte podrá perturbar a vejez del
amor. Haberse amado hasta el final convierte la muerte en una cumbre, una
victoria. Ante los hombres, como ante Dios, no existe un amor más perfecto que
el de dos seres que han envejecido juntos y que se dan la mano para vencer las
últimas dificultades, para gozar de las últimas claridades del día.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Alguno de estos demonios me es conocido?
2. ¿Qué puedo hacer para enfrentarlos?
3. ¿Cómo andamos con el diálogo conyugal?