CONSAGRACIÓN

Empecemos diciendo que el propósito de la consagración es alcanzar la santidad… pero ¿qué es la Santidad? Bueno la palabra sacrum, traduce la palabra “kadosh” que significa “separado” o “aparte” y que en la Escritura solo se aplica a Dios. Dios es el que “es”, nada es como él. Por lo que los santos son los que viven en la comunión con él, los que comparten su ser diferente… su santidad, su presencia, sus criterios, su amor. Es por ello que la palabra consagración viene del latín: Cum-sacrum, es decir: “santo con”. Consagrarse no es otra cosa que participar de la santidad de Dios… es permitirle que su vida, sus proyectos, sus criterios, sus obras, tengan cada día más espacio en nosotros.

Siguiendo la teología de san Pablo después asumida por Santa Tersa de Jesús, el propósito de la consagración son los esponsales místicos, la alianza de dos naturalezas, Divina y humana en el corazón de Dios y el corazón del hombre.

Para lograra esto, existen como dice, San Luis María Grignon de Montfort, muchos caminos, pero el más corto y el más seguro es hacerlo a través de María Santísima.

La unión a través del Corazón de María, lugar en que de manera única habita la plenitud de la Trinidad, tiene por efecto alcanzar la humildad perfecta para poder ir al encuentro de la morada final y producir en ellos los frutos de la Unión Mística de, que no es otra cosa que la intimidad con la vida Trinitaria; en otras palabras, el deseo intenso de sufrir en unión con la pasión Redentora de Cristo, el total abandono a la voluntad de Dios.

Tradicionalmente la vida de unión a través de María, se manifiesta como una luz que Dios da al alma y que lo hace salir de la oscuridad de la mente y del espíritu.

La Iglesia, iluminada por el Espíritu Santo, reconoce que existe una unión y participación sobrenatural de María en el misterio de Dios, al cual está unidad de manera única por el misterio de la Encarnación, que la hace el vinculo perfecto para alcanzar, a través de ella, la unión total con la trinidad.

Es por ello que mediante esta participación, que de manera análoga podemos llamar “consagración al Corazón Inmaculado de María”, el mas humilde de los hijos, no solo alcanzar la unión perfecta con Dios, sino que disfrutara de su ternura y su protección reservada solo a los comprometidos o a los esposos.

Dado que la consagración indica una unión con él “otro”, el pueblo, debemos decir los pueblos han comprendido que lo que se consagra se separa, deja de ser lo que es para unirse al Santo. Esto lo vivieron sacrificando y quemando… desapareciendo lo que se consagraba. La consagración de la humanidad la hizo el mismo Jesucristo, quien para alcanzar esta consagración total del mundo y de cada uno de nosotros tuvo que asumir todo y después, como dice san Pablo, clavar en una cruz todo lo que debía ser transformado, y de esa manera consagrara a todo el mundo a Dios. Es por ello que toda consagración implica sacrificarse, dejar de ser lo que se es… renunciando a todo para, como diría san Juan de la Cruz, alcanzar el TODO. Una accion que debe ser hecha totalmente por amor. Es por ello que consagrarse a Dios, implica donarse totalmente, desaparecer, para que, como dice san Pablo, ya no seamos nosotros los que vivimos sino el mismo cristo el que vive y actúa en nosotros por medio del Espíritu Santo.

Es aquí en donde de nuevo encontramos en el Corazón inmaculado de María, el lugar, que permite que esta donación, este sacrificio, se realice de una manera mas dulce, más tierna.

El cristiano al ofrecerse totalmente a María, se une a su misterio, que al estar unido a Dios, por ella se une al misterio de la Trinidad… se consagra. Consagrarse entonces a María, busca, por medio de su amor, seguir el camino de la obediencia total al amor perfecto del padre.
Es desde esta perspectiva como se comprende, un tema discutido sobre la consagración a María, como lo han propuesto tantos santos a lo largo de la Historia.

Los consagrados a María, buscan como ella, la donación total de su vida a Dios… y el poder amar de manera perfecta al –trinidad como ella; es rendirse totalmente disponibles para la obra del Reino, pero a la vez ,participar del amor de Dios y de sus bondades. Para alcanzar esta santidad total, esta unión perfecta a Dios por medio de María, será indispensable conocer cada vez más a Cristo y su ministerio mediante la Sagrada Escritura; Por otro lado, bebemos recordar lo que nos decía Jesús en el evangelio de san Juan: Quien come mi cuerpo y bebe mi sangre permanece unido a mi y yo a él (Jn 6,54). Finalmente, esta unión con Dios no la podremos hacer si no vivismos como María Inmaculada, al margen del pecado. Por ello, dada la naturaleza débil y pecadora el sacramento de la Reconciliación es ayuda segura para poder vivir en este estado de perfección.

La oración diaria, sostendrá nuestro camino, y nos llevará con existo a vivir esta unión mística… este encuentro que transformara total y definitivamente nuestra vida, para ser, como María, totalmente de Dios.

Durante el próximo mes, buscaremos, con la ayuda de María, preparara nuestros corazones y nuestra alma para unirnos definitiva y totalmente al corazón de María y a través de ella a la santísima trinidad.

Esto requerirá de parte tuya, tenacidad y constancia. Recordar que el enemigo del reino buscará con todas sus fuerzas evitar esta unión pues sabe que si la logras habrá perdido una victima y serás todo de Dios.

Busca, pues con todo tu corazón, seguir las practicas y oraciones que te presentaremos. No desfallezcas… es un ejercicio que te introducirá en la vida de los orantes y de los ascetas… de los que buscan con seriedad vivir unidos a Dios y hacer su voluntad.

Junto a ti siempre estará María Inmaculada, orando contigo y por ti para que unida a ella logres conocer, y exprimentar la dulzura de su corazón, y espacialmente el amor de Dios.


ORACIONES

Consagración a María Santísima

Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco enteramente a Ti, y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra: todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.

Oración al Espíritu Santo

¡Oh Espíritu Santo!, alma de mi alma, te adoro; ilumíname, guíame, fortifícame, consuélame, dime que debo hacer, ordéname.
Concédeme someterme a todo lo que quieras de mí, y aceptar todo lo que permitas que me suceda. Hazme solamente conocer y cumplir tu voluntad.

Ven, Espíritu Santo

Ven, Espíritu Santo,
y envía del Cielo
un rayo de tu luz.

Ven, padre de los pobres,
ven, dador de gracias,
ven luz de los corazones.

Consolador magnífico,
dulce huésped del alma,
su dulce refrigerio.

Descanso en la fatiga,
brisa en el estío,
consuelo en el llanto.

¡Oh luz santísima!
llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles.

Sin tu ayuda,
nada hay en el hombre,
nada que sea bueno.

Lava lo que está manchado,
riega lo que está árido,
sana lo que está herido.

Dobla lo que está rígido,
calienta lo que está frío,
endereza lo que está extraviado.

Concede a tus fieles,
que en Ti confían
tus siete sagrados dones.

Dales el mérito de la virtud,
dales el puerto de la salvación,
dales la felicidad eterna.

Oración de Juan Pablo II al Espíritu Santo

Espíritu Santo, dulce huésped del alma, muéstranos el sentido profundo del gran Jubileo y prepara nuestro espíritu para celebrarlo con la fe, en la esperanza que no defrauda, en la caridad que no espera recompensa.
Espíritu de verdad, que conoces las profundidades de Dios, memoria y profecía de la Iglesia, dirige la Humanidad para que reconozca en Jesús de Nazaret el Señor de la gloria, el Salvador del mundo, la culminación de la Historia.
Ven, Espíritu de amor y de paz.
Espíritu creador, misterioso artífice del Reino, guía la Iglesia con la fuerza de tus santos dones para cruzar con valentía el umbral del nuevo milenio y llevar a las generaciones venideras la luz de la Palabra que salva.
Espíritu de santidad, aliento divino que mueve el universo, ven y renueva la faz de la tierra. Suscita en los cristianos el deseo de la plena unidad, para ser verdaderamente en el mundo signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano.
Ven, Espíritu de amor y de paz.
Espíritu de comunión, alma y sostén de la Iglesia, haz que la riqueza de los carismas y ministerios contribuya a la unidad del Cuerpo de Cristo, y que los laicos, los consagrados y los ministros ordenados colaboren juntos en la edificación del único Reino de Dios.
Espíritu de consuelo, fuente inagotable de gozo y de paz, suscita solidaridad para con los necesitados, da a los enfermos el aliento necesario, infunde confianza y esperanza en los que sufren, acrecienta en todos el compromiso por un mundo mejor.
Ven, Espíritu de amor y de paz.
Espíritu de sabiduría, que iluminas la mente y el corazón, orienta el camino de la ciencia y la técnica al servicio de la vida, de la justicia y de la paz. Haz fecundo el diálogo con los miembros de otras religiones. y que las diversas culturas se abran a los valores del Evangelio.
Espíritu de vida, por el cual el Verbo se hizo carne en el seno de la Virgen, mujer del silencio y de la escucha, haznos dóciles a las muestras de tu amor y siempre dispuestos a acoger los signos de los tiempos que Tú pones en el curso de la Historia.
Ven, Espíritu de amor y de paz.
A Ti, Espíritu de amor, junto con el Padre omnipotente y el Hijo unigénito, alabanza, honor y gloria por los siglos de los siglos.
Amén.

Acto de Contricción

Pésame Dios mío, me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido. Sobre todo porque al pecar te ofendí a ti, que tanto me amas. Propongo firmemente, con la ayuda de tu gracia, no volver a pecar y apartarme de las ocasiones próximas de pecado. Amén.

La Salve

Dios te salve, Reina, Madre de Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clemente! ¡Oh piadosa! ¡Oh piadosa! ¡Oh dulce Virgen María!. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las divinas gracias y promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

PRÁCTICAS PARTICULARES DE ESTA DEVOCIÓN

De acuerdo al san Luis Ma. Grignon de Montfort es necesario algunas prácticas que sostienen la preparación para esta consagración y que nosotros haremos todos los días y otras que buscaremos hacer en la medida de nuestras posibilidades.

Entre las prácticas diarias estarán:

1. El rezo del Santo Rosario todos los días.
2. El rezo del magnificar.
3. El menosprecio del mundo.
4. Invocar la presencia del Espíritu Santo todos los días, no solo como una oración sino con un ferviente deseo de que verdaderamente haga morada en nosotros, como lo hizo en María Santísima.
5. Hacer todos los días un examen de conciencia, buscando renunciar cada día con más convicción a las faltas incluso las veniales, para vivir en comunión perfecta con Dios.
6. Lectura y meditación de la Sagrada Escritura, especialmente los misterios de Cristo.

Por otro lado, será necesario conocer el espíritu de María para poder:

1. Obrar conforme al espíritu de María.
2. Obrar con María e imitando a María.
3. Obrar en María o íntima unión con Ella.

Esto lo lograremos leyendo sobre ella principalmente de la Sagrada Escritura y de ser posible en algún libro sobre el misterio de nuestra Madre Santísima.

Finalmente, para lograr una optima preparación será necesario:

De ser posible, comulgar todos los días o al menos con la mayor frecuencia posible rezando lo que nos propone el santo para unirnos con más fuerza a Cristo:

a) Antes de la Comunión.
b) En la Comunión
c) Después de la Comunión