Cómo orar cuando me encuentro desganado y vacío

 

Nuestra vida emotiva, afectiva y sentimental sufre frecuentes variaciones. A veces estamos entusiastas, a veces nos encontramos desanimados, vacíos interiormente. No tenemos ganas de orar. ¿Qué hacer en esos casos? ¿Nos imponemos un deber o esperamos a un mejor momento?

No es una respuesta fácil la que se puede hacer a esta pregunta, porque las circunstancias de la vida son muy variadas, pero con frecuencia todos nosotros nos encontramos en situaciones anímicas poco favorables a la oración. ¿Qué hacer? La oración siempre supondrá un cierto esfuerzo. Normalmente la vida de oración requiere empeño y si rezamos sólo cuando sentimos que todo va viento en popa, entonces sólo rezaríamos en pocos momentos de nuestra vida.

Hay que aprender a unirnos a Dios en cualquier circunstancia de la vida y a esforzarse por orar aunque nuestro estado de ánimo no sea lo favorable que nosotros quisiéramos. Es muy útil proponerse por ello un tiempo de oración diario y si es posible escoger también un momento apropiado del día en el que se hará oración mental. Con ello no hay que caer en un error voluntarista que todo lo deja al esfuerzo humano, pero una antropología realista invita a suponer que, aunque hay sin duda ninguna períodos en los que orar es fácil e incluso nos causa deleite espiritual, en otras muchas circunstancias la oración es un trabajo en el que hay que poner a calentar no sólo los motores del alma, sino de toda nuestra personalidad para unirnos con Dios.

Mi consejo por ello es que precisamente porque nos podemos encontrar desganados o vacíos interiormente es que necesitamos más de orar. El demonio puede fácilmente inducirnos a dejar la oración para un período en el que todo se nos presente fácil y gustoso, período que a veces no llegará y por ello los momentos de oración se irán relegando hasta quizás desaparecer del mapa de nuestra vida. San Ignacio de Loyola habla en sus ejercicios espirituales del "diametrum per oppositum", es decir, actuar de forma contraria a lo que nos conduzca una inclinación desviada o pasión. Algo semejante se puede aplicar a la oración: si estamos desganados es entonces cuando hay que hacer más oración para llenar el alma de la presencia divina y abrirnos con mayor docilidad a la acción del Esp íritu en ella.