Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Columna del padre Antonio Rivero LC

São Paulo,

   

Predicación sagrada. Introducción general

¿Qué debe hacer un predicador antes de predicar?

Debe también escuchar a la comunidad a la que va a predicar

Diversos tipos de oyentes que tendremos en nuestra predicaciones

La figura del predicador

Diversos tipos de predicación. La Homilía

La predicación o charla explicativa.

La predicación o charla persuasiva.

La predicación o charla emotiva.

   

 

Predicación sagrada

Queridos amigos sacerdotes: Agradezco a Zenit la oportunidad de colaborar con un grano de arena en la formación sacerdotal en este campo de la Predicación Sagrada, tan importante hoy día.

Hoy iniciamos este curso que con alegría y placer quiero compartirles, fruto de mi formación, primero como profesor de oratoria durante más de 30 años, y después, con la experiencia que Dios me ha concedido durante estos 26 años de sacerdote yendo por estos mundos de Dios predicando, llevando y explicando la Palabra de Dios. Todos los años tengo la gracia de predicar al mundo latino de los Estados Unidos. También Colombia, Venezuela, Bolivia y Perú, además de Brasil, han podido oír mi voz.

Y para ser más claro en esta presentación de mi curso, les dejo unos puntos para que queden grabados en el gran tesoro de la memoria:

Toda nuestra vida como sacerdotes será predicar.

Hay varias formas de predicar: la oración, el sacrificio, el testimonio personal, el ministerio de los sacramentos y el ministerio propiamente dicho de la predicación sagrada.

La predicación sagrada u oratoria sagrada no es una técnica para vender nuestra “mercancía” de Dios. Esto sería una especie de profanación de la Palabra de Dios. Así hacen algunas sectas protestantes que se preparan en los resortes psicológicos de la oratoria para ganar adeptos y sacar dinero. Esto no se debe dar entre nosotros, ministros y predicadores de los Misterios de Dios.

Nadie quiere tener un auditorio dormido, bostezando, disgustado…a la hora de la predicación. Queremos un auditorio que disfrute y esté bien dispuesto para nuestra predicación. Para esto, hay que saber predicar bien. No sólo predicar. Se trata de predicar bien, pues no siempre tendremos gente que por caridad nos soporta, nos aguanta y nada nos dice sobre nuestra predicación.

Les ofrezco este curso de Predicación Sagrada fruto de mi experiencia como predicador durante mis 26 años de ministerio sacerdotal. Doce de esos años, prediqué diariamente en la parroquia de Buenos Aires; además de dar charlas, triduos, retiros y ejercicios espirituales que ofrecía a hombres y mujeres.

Son consejos que a mí me han ayudado. Ojalá que también a ustedes les ayuden, queridos sacerdotes.

Introducción general

I. Primero unos presupuestos:

Ser consciente de que somos ministros de la Palabra desde el bautismo, y después se agrava esta responsabilidad y tarea el día de nuestra ordenación sacerdotal. Por eso debemos leerla, meditarla, rumiarla durante toda nuestra vida. Debemos hacerla propia, revestirnos de esa Palabra, encarnarla en nuestra vida. Sólo así la transmitiremos fielmente, sin cortes, sin menguas, sin oscurecerla ni rebajarla.

Ser consciente de que es Dios quien convierte a las almas, no nosotros. Pero Él se sirve de nosotros como canales, altavoces, acueductos y ministros de su Palabra para iluminar las mentes, caldear los corazones y mover las voluntades para que amen a Dios y cumplan sus mandamientos. Por eso, debemos estar bien preparados en este campo de la predicación de la Palabra. Todos nuestros estudios humanísticos, filosóficos, teológicos, pedagógicos…tienen como término final nuestra predicación, sea escrita (libros, artículos…), sea oral (homilías, retiros, congresos, charlas…). Estudiamos para estar mejor preparados a la hora de nuestra predicación sagrada, no por prurito de vanidad, sino porque esa Palabra de Dios merece ser tratada y anunciada con dignidad, claridad y unción.

Ser consciente de que la Palabra de Dios está destinada a germinar, a crecer y a dar fruto en el alma de los hombres. Por sí misma, la Palabra tiene toda la potencia de entrar en el corazón del hombre y convertirle. ¿Entonces dónde está el fallo? Una de dos: o en el que predica, que no lo sabe hacer, o en el campo –el alma- que recibe esa Palabra predicada. Que al menos no sea por nuestra culpa como predicadores sagrados. Si el corazón de los hombres se cierra como nos narra Cristo en la parábola del sembrador por culpa de las piedras, de las espinas, de la superficialidad (cf. Mateo 13: parábola del sembrador)…ahí está el desafío de un buen predicador: ayudar a que esas almas se abran a la Palabra. ¿Y qué recurso tiene además de la oración y el sacrificio? ¡La predicación bien preparada, incisiva, respetuosa, profunda, clara, motivadora y bien pronunciada!

II. Después, unos consejos prácticos:

Conocer el auditorio, es decir, las almas a las que vamos a predicar. Conocer la idiosincracia de esas personas, sus cualidades, sus debilidades, sus problemas, su modo de ser. A eso la Iglesia llama “inculturación”. No es lo mismo el español que el brasileño; ni el francés que el norteamericano, el alemán que el africano…Hay que hablar con el lenguaje de las almas, hacernos todo a todos para ganarlos para Cristo, como san Pablo (cf. 1 Co 9, 20-22). No podemos ir a Latinoamérica con categorías europeas. ¡Simplemente no nos entenderán! O peor, ¡nos rechazarán! “Mañana te oiremos”.

Preparar bien cada predicación, sin improvisar, dejándolo todo para última hora. La predicación no es algo que hagamos a título personal. ¡No! Lo hacemos en nombre de la Iglesia. Es la Iglesia quien en ese momento explica la Palabra de Dios, a través del predicador sagrado. Por tanto, preparar la predicación desde la oración personal. Pero también leyendo comentarios de Papas, de autores espirituales bien sólidos y probados, acerca de esos textos litúrgicos o sobre ese tema del que predicaremos. Los mejores comentarios que existen a los evangelios son LOS SANTOS PADRES. Tenemos que leerlos mucho y siempre. Son siempre actuales. Son un auténtico tesoro por descubrir todavía. Ejemplo de esto es el Papa Benedicto XVI. Por eso son tan profundas sus predicaciones, al tiempo que tan sencillas.

Ser ordenado y estructurado en las ideas de la predicación: hoy debemos dar solamente una idea en la homilía o en la plática, y desarrollar esa idea en dos o tres aspectos. Pero solamente una idea. Sólo así el oyente saldrá con una idea bien aprendida y tratará de vivirla en su día a día. De las tres lecturas dominicales se puede sacar perfectamente una sola idea, desarrollada en dos o tres aspectos. P.e. una homilía con la liturgia de un domingo: Dios nos invita a la conversión (única idea, sacada del evangelio); esa conversión supone reconocernos pecadores (primer aspecto de esa única idea, sacada tal vez de la primera lectura dominical o del salmo responsorial); esa conversión traerá como efecto la paz interior y la reconciliación con Dios (segundo aspecto de esa única idea, sacada tal vez de la segunda lectura dominical). Y ambos aspectos deben estar apoyados en los textos litúrgicos leídos. ¡Una sola idea! Quien habla de muchas ideas lo único que hace es dispersar al oyente y no saldrá con nada claro ni concreto. Quien dice muchas ideas está manifestando que no preparó a fondo la predicación.

Ser ingenioso a la hora de exponer la idea: esa idea tiene que estar presentada con alguna metáfora, imagen, novedad, un hecho o anécdota…Sólo así se graba más fácilmente en el alma del oyente, pues sonará a novedad y originalidad. En esto el cardenal vietnamita Van Thuan, que en paz descanse, era modelo. No ser aburridos con ideas ya trilladas y sin mordiente. Hay que ser atractivos. Esto no se logra con excentricidades ni con cuentitos ni haciendo reír, ¡no! Esto se logra habiendo meditado mucho y con profundidad en la Palabra de Dios. Y observando mucho el devenir humano.

Distinguir el modelo de predicación que se me pide y el lugar donde se da la predicación: primero, distinguir qué clase de predicación debemos dar, pues una cosa es predicar una homilía que una reflexión en una hora santa con Cristo Eucaristía ahí expuesto; distinta es una charla abierta en un auditorio que una meditación en un retiro; una cosa es predicar una conferencia a jóvenes y otra predicar a adultos o a niños o a sacerdotes. Y el lugar: porque una cosa es predicar en la capilla, otra cosa es predicar en un salón de estar o en un estadio o en una fábrica. Todo esto hay que tenerlo en cuenta a la hora de predicar.

Ser siempre expresivo: sin forzar el temperamento propio, sin querer ser el otro que es tal vez más apasionado y dinámico…pero hay que ser expresivo. Recordemos los tres elementos de toda predicación: fondo de ideas, forma concreta de esas ideas y expresión (ritmo y temperatura oratoria) de esas ideas. Hay que conjugar los tres elementos para que la predicación sea perfecta. Todo nuestro ser debe ser expresivo: voz, gestos, manos, cuerpo, ojos, sentimientos, emociones, silencio, interpelación y preguntas directas…No debemos ser acartonados, ni tener miedo ni hablar con voz apagada o monótona, o en abstracto o sin mirar al auditorio. Así se duerme la gente. Así odiarán las predicaciones, en vez de gozar de la predicación sagrada. Fides ex auditu, nos dice san Pablo, “la fe entra por el oído” (Rm 10, 17) .

Predicar a todo hombre y a todo el hombre: A todo hombre: al niño, al joven, al adulto, al anciano, al enfermo, al que sufre, al ignorante y al sencillo, al complicado y cuestionador…Y a todo el hombre: inteligencia, sentimientos, afectos, corazón, voluntad… Y la Palabra de Dios predicada tiene que “tocar” la existencia humana en todos los campos: personal, familiar, laboral, profesional, religioso... Por eso, el predicador tratará de aplicar esa Palabra de Dios y “hacerla caminar” por los vericuetos de la vida del oyente. El oyente durante la predicación debería decir: “¡Justo!, eso es lo que yo necesito, me viene a cuento lo que dice este predicador”. Es así cómo el oyente se dejará transformar por esa Palabra de Dios que el predicador supo bajar a la vida de ellos en concreto. Y de seguro que tendremos a esa persona en todas nuestras predicaciones porque nos entiende y entiende que la Palabra de Dios explicada es muy actual para su vida, y no algo del pasado o de museo.

Ser sencillo, respetuoso y positivo al predicar: no insistas tanto en lo que está mal. Presenta mucho más el bien que necesariamente atrae. No estamos en el siglo de cierta apologética agresiva, inflexible, estricta y un tanto altanera. Hoy hay que ganarnos a la gente con la bondad, con la sencillez, con el encanto y la gota de miel. Esto no significa que no digamos la verdad. Hay que presentarla, pero con bondad y respeto, para que atraiga. Cuando haya que decir algo fuerte, duro y negativo (p.e. los que viven juntos o divorciados y casados en segundas nupcias no pueden ni deben comulgar, etc…), hay que decirlo en tercera persona y nunca interpelar a la persona en cuestión. No decir: “Tú que estás juntado…no debes comulgar”. Sería muy ofensivo. Decir mejor: “Quien se encuentra en esa situación no debería acercarse a la comunión por estas razones…”. Y cuando es algo positivo, entonces sí, interpelar en segunda persona: “¡Qué bueno que fuiste generoso y fiel! Dios lo será también contigo”.

Sentir con la Iglesia en todo aquello que proponga para ese año: si es el año sacerdotal, no debería haber ninguna predicación durante el año sin hacer alguna mención a esa circunstancia…si es el año paulino, lo mismo. O el año dedicado a Jesucristo (1997), o al Espíritu Santo (1998), o a Dios Padre (1999), o el año de la Eucaristía (2000). O el año de la fe, en el que ahora estamos. No se puede ir en paralelo con la Iglesia. Los triduos de ese año y los ejercicios espirituales y los retiros, las homilías deberían estar enfocados y marcados por esa circunstancia eclesial. Esto es parte del “sentire cum Ecclesia”. Debemos ir al paso de la Iglesia. También en esto.

Sacar con frecuencia en las predicaciones aspectos y virtudes de los santos: los santos son hermanos nuestros que ya consiguieron lo que nosotros estamos buscando: la santidad de vida. Ellos nos dan ejemplo y nos dicen qué aspectos hay que practicar para agradar a Dios, crecer en las virtudes y alcanzar la salvación eterna, que es la gracia de las gracias. ¡Cuánto edifican las anécdotas de los santos! Cómprate libros de santos y léelos. Y así podrás poner en las predicaciones ejemplos maravillosos y edificantes de los santos en los temas que estás tratando en tu predicación.

Conclusión: Espero que estos consejos les sirvan para que su predicación sea cada día de calidad, para la gloria de Dios y la salvación de las almas. Esto es lo que a mí me ha ayudado. No sé si ayudará a todos, pues todos somos distintos.

El padre Antonio Rivero nació en Ávila en 1956. Fue ordenado sacerdote legionario de Cristo en Roma en 1986. Es licenciado en Humanidades Clásicas, en Filosofía por la Universidad Gregoriana, y licenciado y doctor en Teología Espiritual por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum en Roma. Ha escrito cinco libros de espiritualidad y ha grabado más de 200 CDs de formación católica. Da congresos y conferencias en Los Ángeles. Ofrece también cursos, retiros y ejercicios espirituales a laicos, religiosas y sacerdotes en Colombia, Perú y Brasil. Actualmente ejerce su ministerio sacerdotal como profesor de teología y oratoria, y director espiritual en el seminario Maria Mater Ecclesiae de Brasil. 

Si desea hacer una pregunta o contactar al padre Rivero puede escribir a: arivero@legionaries.org.

_______________________________________________________


Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Columna del P. Antonio Rivero, L.C.

Roma,

(Zenit.org) Antonio Rivero | 1053 hitos

 

Hablemos ahora del predicador sagrado: catequista, diácono, sacerdote, obispo.

¿Qué debe hacer un predicador antes de predicar?

En primer lugar, debe primero escuchar la Palabra de Dios, pues es ahí de donde “toda la instrucción cristiana, y en puesto privilegiado la homilía, recibe de la Palabra de la Escritura alimento saludable y por ella da frutos de santidad” (Concilio Vaticano II, Dei Verbum 24). Puede seguir estos pasos:

Tomar el texto bíblico y leer: Debe ser una lectura en la fe y desde la fe: el predicador se aproxima al texto en la fe de la Iglesia, en un tiempo litúrgico, en un momento determinado de la vida eclesial y en medio del quehacer pastoral con su comunidad.

Le ayudará también un mínimo trabajo de exégesis de esos textos: ese enfrentarse científicamente con el texto, para llegar al sentido literal. El sentido literal (humano) logra llegar a lo que el autor sagrado quiso expresar, en su contexto histórico, sus destinatarios y el género literario empleado. Para la exégesis el predicador también puede ayudarse de comentarios a ese texto bíblico: Dicho comentario no debe ser muy prolijo, ni se debe perder en detalles, sino que nos acerque al contexto histórico y al sentido del texto. Pero no puedo quedarme aquí.

El predicador debe encontrar el sentido profundo de los textos, su alcance espiritual. Y esto lo logra mediante la propia meditación personal de esos textos. “Es en el interior de la letra, en la profundidad del sentido literal, donde debe buscarse el sentido espiritual del texto sagrado” (Ignacio de la Potterie, “La interpretación de la Sagrada Escritura”). Por tanto, hay que llegar al sentido espiritual (divino) del texto sagrado, a lo que Dios quería dar a conocer con esas palabras del autor sagrado. Este es el sentido que más nos interesa en la predicación, y se logra llegar a él cuando se leen y se meditan esos textos bíblicos bajo la influencia del Espíritu Santo en el contexto del misterio pascual de Cristo y de la vida nueva que proviene de él. Como predicador me interesa el sentido literal (exégesis) en orden al sentido profundo espiritual para que sea alimento para los oyentes. Así se pasa del “entonces” al “hoy”. Esto es la predicación.

Por tanto, nadie tiene que ser un oyente de la Palabra de Dios tan puntual y dispuesto como el mismo predicador. La Palabra de Dios va a penetrar primero en el predicador. Este conocimiento rumiante y sapiencial de la Escritura es el que más necesitamos como predicadores, y el que más nos dará luces y fuerzas para el camino tanto para nosotros (para no estar diciendo nuestras ideas personales o caer en la vanidad) como para los que nos escuchen. Sin meditación, la predicación se convierte en un producto de la mesa de despacho, que luego hay que verter al pueblo desde el púlpito. En la meditación se experimenta la fuerza viva del texto. Sólo cuando el predicador se ha dejado interpelar por el texto, puede invitar también a su comunidad. Se trata de hacer pasar el sentido de la página sagrada a la vida propia y a la vida de los fieles. La meditación es el puente donde se encuentran la Palabra de Dios y el hombre de hoy. Todo predicador debería decir lo mismo que san Juan: “Lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos…os lo anunciamos a vosotros” (1 Jn 1, 1-3). Don Ángel Herrera decía que “las homilías deben caldearse en el Sagrario y en la oración…La Palabra de Dios, sea cual fuere el tono, el lugar y el auditorio, no puede servirse fría” (La Palabra de Cristo, I, 67).

En pocas palabras, como decía D. Bonhoeffer, el predicador debe encontrarse con la Palabra de Dios: en la mesa de estudio, preparando seriamente su ministerio con la ayuda de los oportunos subsidios y comentarios; en el reclinatorio, orando la Palabra que va a predicar, de modo que no sólo sepa hablar “de” Dios, sino ante todo hable “a” y “con” Dios en su oración personal; y finalmente en el púlpito, dejando que en el momento mismo de su ministerio resuene en él mismo, antes que en sus hermanos, lo que Dios nos comunica.


Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Roma, (Zenit.org) Antonio Rivero | 1166 hitos

 

Sigamos con lo que debe hacer el predicador:

En segundo lugar, el predicador debe también escuchar a la comunidad a la que va a predicar

Toda predicación debe tener en cuenta dos cosas: el mensaje bíblico y la situación de los oyentes. Hablemos ahora de los oyentes.

Importancia de los oyentes

Los oyentes son el otro libro de Dios “en el que tendremos que leer constantemente, con el mismo amor, con la misma humildad y con la misma perseverancia que ante la Escritura y los sacramentos”. El predicador debe ser un “contemplativo de la calle”, capaz de asombrarse, maravillarse, entristecerse y sobre todo comulgar con lo que sucede a su alrededor. Nada le es ajeno. Debe abrir su corazón para acoger, escuchar y hacer suyo lo que va sucediendo.

El oyente debe sentir durante nuestra predicación que se trata de algo suyo, que se da una respuesta a sus interrogantes. Tenemos que tener en cuenta sentimientos, miedos, expectativas y gozos. Tenemos que conocer el contexto habitual de nuestros oyentes, su modo de ser, sus problemas, su trabajo y sus fiestas. No es lo mismo un pueblo de secano que un pueblo de regadío, ni uno del litoral que uno de montaña. No es lo mismo una comunidad rural que una comunidad urbana. Por eso, el predicador se debe preguntar qué es lo que determina la vida de sus oyentes, dónde tienen puesto su corazón. Una predicación sobresale no sólo por su profundidad teológica, sino también por su profundidad en la situación. Los oyentes son hijos de la época y constituyen un trozo de la actualidad.

El predicador no puede encerrarse en la sacristía o en el despacho parroquial. Tiene que pisar los espacios donde vive la gente, para conocerla mejor. El conocimiento amistoso, de simpatía y de bondad del predicador con el pueblo es fuente de una mutua interacción. El pueblo debe encontrar en el predicador a un amigo, a un hermano conocido, y con una predisposición confiada y abierta, que propiciará para que ese pueblo reciba a gusto la semilla del Reino. Ahora bien, esto no quiere decir que el predicador sermonee cada domingo sobre las cosas negativas que vio en la semana. Juan XXIII aconsejaba lo siguiente: “estar informado de todo, pasar por algo muchas cosas y corregir poco”. Quien trata con mucha gente necesita una buena dosis de paciencia. Si reacciona inmediatamente con amonestaciones se volverá un crítico y un gruñón. Hay que saber guardar un recto equilibrio entre no dar cabida en la predicación al chismorreo diario y llamar valientemente la atención sobre los desórdenes de la comunidad.

Ayudará mucho al predicador reunirse de vez en cuando y tener un diálogo con los colaboradores más comprometidos de la parroquia y hacerles estas preguntas: ¿qué mueve a la gente? ¿De qué se habla? ¿Qué se cuenta en la comunidad parroquial? ¿Qué tendría que cambiarse? ¿Qué les resulta tan vez desagradable?

Al próximo día veremos los diversos tipos de auditorio u oyentes que tendremos.


Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Columna del padre Antonio Rivero LC

Roma, (Zenit.org) Antonio Rivero | 1011 hitos

 

¿Cuáles son los diversos tipos de oyentes que tendremos en nuestra predicaciones?

Debemos adecuar a nuestro auditorio u oyentes tanto el contenido como la forma de la predicación.

Niños

En el Directorio para las misas con niños que la Santa Sede publicó en 1973 se resaltan estas cosas:

La homilía puede hacerse en forma de diálogo con ellos.

Se recomienda un breve silencio después de la homilía para que los niños vayan aprendiendo el arte de recogerse para orar a Dios.

El predicador tiene que conocer a fondo al niño y su ambiente. Le ayudará tener algunas nociones de psicología infantil. Ayuda explicar los textos de la Sagrada Escritura que son gráficos, que presentan acontecimientos o sucesos, como los milagros o las parábolas, aptos para captar la imaginación infantil. Hay que traducir el Evangelio al lenguaje del niño y a la vida del niño.

Consejos:

Hay que familiarizar al niño con Jesús.

Hay que introducirlos poco a poco a la vida religiosa de la comunidad, explicando los signos y vestimentas litúrgicos, los períodos litúrgicos, los cánticos, las partes de la misa.

Hay que ayudarles a que sigan a Jesús, a que se parezcan a Jesús.

El tono de voz y el rostro del predicador de niños tiene que ser muy cordial, amable y sencillo.

Hay que salpicar las predicaciones de los niños con ejemplos y vida de santos.

Es bueno solamente dejar una sola idea para los niños.

Ser breves.

Jóvenes

Cristo es tu Ideal, tiene algo que decirte y es amigo de los jóvenes. Debemos presentar a Cristo tan atrayente que los jóvenes quieran seguirlo e imitarlo.

Aprovechar el optimismo del joven, su impulso a la acción y la nostalgia de amistad y de comunidad.

El predicador debe demostrar que ama a los jóvenes y los acepta como son: idealistas, inquietos, inseguros, etc. Sólo así se hará joven con los jóvenes y los conquistará para la causa de Cristo. No los debe atacar, sino alentar, estimular y ofrecerles ideales nobles y altos.

Hay que lograr que experimenten confianza en la Iglesia, que siempre quiere su bien y su felicidad.

El tono con los jóvenes debe ser vibrante, convencido, positivo y siempre transparente y veraz. Nunca perdonarán al predicador que les ocultó las exigencias de la vida cristiana. Siempre se recordarán del predicador que les explicó con respeto, pero con sinceridad, la verdad de Cristo y de la Iglesia.

Adultos

De ordinario los adultos buscan una predicación de cierta hondura, para profundizar su fe.

Esto no significa que sea seca y sin vida. Siempre hay que hablarles a todas las facultades del hombre: inteligencia, voluntad y corazón.

Hay que comprometerles a que sean apóstoles en su medio ambiente. Por tanto, las predicaciones deben ser concretas y con aplicaciones para la vida de ellos.

El tono del predicador de adultos tiene que ser seguro, con aplomo, fuerza y siempre motivador y positivo.

Ancianos y enfermos

En muchas iglesias predomina la gente mayor ya enferma, que es de ordinario la de mayor práctica religiosa, pues tienen más tiempo y la tradición de ir a misa. Muchos como la anciana Ana y Simeón del Evangelio, esperan el atardecer de la vida en la casa de Dios.

Los ancianos y enfermos no quieren que se apele a la compasión, pero sí que se les comprenda. No quieren ser tratados infantilmente, como si fueran niños o débiles mentales, sino que desean ser tratados con dignidad y cariño.

Tanto el tono como el fondo de las homilías tienen que ser suave, amable, esperanzador y siempre cariñoso.

Hacerles ver cómo pueden ayudar a sus nietos con su ejemplo y su fe, y, si están enfermos, que ofrezcan sus dolores por la Iglesia, el Papa, las vocaciones y la humanidad necesitada.

Con religiosas y sacerdotes

Hay que ser profundos, con cierta originalidad al tratar los temas, pues son personas ya cultivadas, no pueden estar escuchando siempre los mismos temas del mismo modo.

Tiene que haber siempre mucha unción por parte del predicador.

Valorarles su entrega al Señor para que crezcan en su amor a Cristo y estén orgullosos de pertenecer a Él.

Les ayudaría mucho sacar a colación los Santos Padres y los documentos de la Iglesia respecto a ese tema que se está tratando.

Tienen que ser homilías y charlas más bien breves, pero enjundiosas, positivas, motivadoras, y con un tono cordial, alegre y bondadoso.

Con los pobres y necesitados

Es el público más receptivo y amable que tenemos como sacerdotes, el más gratificante, y el que más llena nuestro corazón sacerdotal de alegría, simpatía y profundo amor, como le sucedía a Jesús. Ellos nos evangelizan en cada predicación que les ofrecemos. Sus ojos atentos, su sonrisa sincera, su abrazo cariñoso, su familia numerosa que semana tras semana participa de la santa misa… es para nosotros un incentivo para nuestra fidelidad como sacerdotes.

Tenemos que hablarles con mucha sencillez, cariño, aliento y claridad. Basta una verdad sacada de las lecturas bíblicas y explicada más con el corazón que con la razón. Los pobres tienen que sentir que son los consentidos y privilegiados de Cristo y de la Iglesia.

No olvidemos exponer algún ejemplo de la vida de los santos, que sea para ellos un estímulo para sus vidas.

Tienen que irse cada semana con algo, no sólo en el corazón, sino también en las manos, como manifestación caritativa de la comunidad parroquial.


Cómo mejorar la predicación sagrada

Columna del Padre Antonio Rivero LC

São Paulo,

 

Después de haber analizado los diversos oyentes que tendremos, dediquemos unas líneas a la figura del predicador.

 

La figura del predicador

Ningún predicador puede predicarse a sí mismo, sino que tiene que dar testimonio de la Palabra de Dios, que se hizo hombre y habitó entre nosotros. La doble tarea del sacerdote según Orígenes será: “Aprender de Dios leyendo las Escrituras divinas y meditándolas muy a menudo y enseñar al pueblo. Pero que enseñe lo que ha aprendido de Dios, no de su propio corazón o en un sentido humano, sino lo que enseña el Espíritu” (In Num hom., 16, 9).

El predicador es servidor de la Palabra para que se realice el gran encuentro no sólo entre él mismo y los oyentes, sino, sobre todo, entre Dios y los oyentes a través de él. La predicación ha de ser un medio para que una comunidad, y cada uno de sus miembros en particular, vaya siendo “oyente de la palabra”. Tiene que hablar de esto afectado personalmente y no distanciando, indicando un camino y no sólo informando. No basta proporcionar frases correctas teológicamente. Entre una teología bien aprendida y una profunda convicción personal existe una gran diferencia.

Características del predicador

El predicador del mensaje cristiano es un enviado. Le fue encargado este ministerio, como aconteció con los profetas; no es una distinción sino una responsabilidad, de la que no podemos escapar, como quisieron algunos profetas1. Por eso debe ser un fiel administrador (cf 1 Cor 4, 2), porque no anuncia su propio mensaje, sino el de otro. En este caso, el de Dios y de la Iglesia. La misión permanece en nosotros pese a nuestra debilidad.

El predicador del mensaje cristiano es un testigo. Se exige del predicador no sólo la fidelidad externa al contenido del mensaje, sino también la entrega personal a la Palabra. No puede haber una contradicción entre su palabra y su vida. El predicador tiene que ser siempre testigo de su fe personal, si no quiere que su palabra sea al final una palabra vacía, no digna de crédito. El primer testimonio que se requiere del predicador es el de su lealtad absoluta de su humildad ante Dios, de su renuncia a sí mismo para ser portavoz de una verdad que no le pertenece. La predicación es la interpretación y la transmisión de lo oído. Por ello, el testigo dará a sus oyentes parte de lo que para él significa el Mensaje y de su experiencia personal con éste. El predicador transmite el mensaje cristiano no sólo con sus palabras, sino todavía más con sus obras2.

El predicador del mensaje cristiano es un traductor. El mensaje de Dios pronunciado en otro tiempo, en otras circunstancias sociales y culturales, en una situación histórica determinada, y a unos oyentes históricamente distintos…ese mensaje tiene el predicador que traducirlo para el mundo de hoy. Debe traducirlo con toda exactitud, pues en toda traducción existe el peligro de la traición (“traduttore…traditore”) . No se puede retocar el contenido de la fe, sino la forma de transmitirlo. Juan Pablo II nos invitaba a nuevos métodos, nueva expresión, nueva fuerza, nuevo entusiasmo…pero no, a nuevos contenidos.

El predicador del mensaje cristiano es un comentador. El predicador tiene que comentar, explicar, aplicar a las necesidades correspondientes, a la situación histórica del mundo, a los fieles concretos que tiene delante. El predicador es un humilde servidor de la palabra revelada. Nada puede hacer mejor que presentar a los fieles la palabra revelada de la Escritura de un modo que la puedan entender. No usarla como asidero o trampolín para los propios pensamientos e ideologías, o bien como adorno de la elocuencia del predicador.

1 Por ejemplo, Jonás (Jon 1, 2), o Jeremías (Jer 20, 8), o Elías (1 Re 19, 4).

2 San Gregorio Magno dirá: “A cualquier predicador se le oiga en las obras más que en las palabras; y viviendo él deje impresas las huellas para que le sigan; es decir que, más bien obrando que hablando, muestre por dónde se debe
________________________________________________________


Las condiciones esenciales del predicador

Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Brasilia,

 

Hablemos ahora de las condiciones esenciales del predicador.

El ser del predicador se compone de dos elementos, uno objetivo y otro subjetivo. Expliquemos ambos.

Primero, el elemento objetivo se basa en la misión. El ministerio de la predicación no se basa en último término ni en la ciencia teológica ni en la comunidad y su aprobación, ni tampoco en la fe personal del predicador ni en su capacidad de predicar. La predicación está fundada primariamente en la misión y vocación por parte de la Iglesia. Pero se basa secundariamente en el carisma del predicador.

Y segundo, el elemento subjetivo: la competencia del predicador. El predicador es un mediador. Entendemos por competencia el conjunto de capacidades que son de desear en aquel que a va a desempeñar hoy el menester de la predicación1.

¿Cuáles son esas capacidades o competencias?

Primero, la competencia jurídica: el uso más antiguo procede del terreno jurídico. En el trasfondo de este concepto está la organización social, el sistema social de reparto del trabajo en el que hay diferentes roles y correspondientes incumbencias a respetar. El predicador sagrado tiene la competencia jurídica, un encargo pastoral, una misión canónica, un nombramiento como representante de la Iglesia.

Segundo, la competencia profesional: competencia significa aquí el conocedor de cierta ciencia o materia o experto o apto en la cosa que se expresa o a la que se refiere el nombre afectado por competente. El predicador sagrado debe tener esta competencia profesional, debe conocer la tradición cristiana y desde una interpretación de la Sagrada Escritura sabe iluminar las situaciones humanas.

Y tercero, la competencia comunicativa: presupone una competencia personal. Significa que el predicador tiene que estar bastante lleno de Dios para darlo al pueblo cristiano. Quien más lleno está de Dios más lo comunicará.

Después de haber visto las condiciones del predicador veamos ahora las dimensiones de la formación homilética en el predicador

Primera, la dimensión intelectual. “El fundamento de la elocuencia –afirma Cicerón- como de cualquier otra cosa, es la sabiduría”. Lo que el orador latino llama sabiduría es lo que en castellano expresamos como sentido común. El estudio proporciona al predicador los conocimientos necesarios y le familiariza con el estado actual de la investigación teológica. Es lo que llamamos competencia profesional: conocimiento de la tradición de la Iglesia, de la Sagrada Escritura, de la teología, del mundo de hoy, etc.

Segunda, la dimensión pastoral. Se trata de adquirir seguridad en los objetivos con las personas que me fueron encomendadas.

Tercera, la dimensión humana. La predicación es predicación a personas. Por tanto, el predicador tiene que prepararse para esta comunicación con las personas. Le ayudará mucho el estar cercano con la gente con sencillez y humildad, y dialogar con ellos con franqueza y respeto.

Y cuarta, la dimensión espiritual. Esta dimensión es la que da hondura a las otras. La dimensión espiritual es tratar de ver todo con los ojos de Dios y dar respuesta desde Dios a todos las situaciones y problemas personales y comunitarios.

1 Santo Tomás recoge en un texto las diferentes imágenes con que la Escritura designa al predicador: “El apóstol denomina con diversos nombres el oficio del predicador, puesto que lo llama, en primer lugar, soldado, pues defiende a la Iglesia contra los enemigos; en segundo lugar, viñador, ya que poda los sarmientos superfluos o dañados; también pastor, pues apacienta a los súbditos con el buen ejemplo; buey, porque en todo debe proceder con gravedad; arador, puesto que tiene que abrir los corazones a la fe y a la penitencia; en sexto lugar, trillador, pues tiene que predicar frecuentemente y con fruto; arquitecto del templo, dado que ha de construir y reparar el edificio de la Iglesia; y, finalmente, ministro del altar, pues ha de enfrascarse en un oficio grato a Dios” (In I ad Cor., c. 9, lect. 1).


Cómo mejorar la predicación sagrada

Columna del padre Antonio Rivero LC

São Paulo,

 

Seguimos con la figura del predicador sagrado.

Veamos ahora las actitudes que favorecen la comunicación en el predicador

Primera, aceptación incondicional del otro. Sólo así se podrá dar la comunicación. Sólo así el oyente no será utilizado como un medio u objeto para alcanzar un fin. Sólo así el oyente escuchará al predicador y le aceptará. Los oyentes no son enemigos del predicador, sino sus hermanos. Así fue Jesús. El predicador no está por encima de nadie. Él es un hermano mayor que trata de explicar con cariño la palabra de Dios y pone a disposición de sus hermanos menores lo que él aprendió. ¿No es esto una auténtica obra de misericordia?

Segunda, comprensión empática. Es decir, “meterse en el pellejo del otro”, para ver el mundo con los ojos del otro. Los oyentes esperan del predicador que no haya nada verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. Esperan comprensión de “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombre de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” (Gaudium et Spes 1).

Y tercera, autenticidad. El predicador tiene que aparecer tal como es. Para ser auténtico no basta un precalentamiento en la preparación inmediata de la predicación, sino que se exige una experiencia de la vida sacerdotal. El oyente puede aceptar tanto mejor el mensaje de la predicación cuanto más está el predicador detrás de lo que dice, con autenticidad. No se trata de hablar desde lo que he leído, sino desde lo que he vivido. Nadie da lo que no tiene. El lema del cardenal Newman era: “Cor ad cor loquitur”, es decir, “el corazón habla al corazón”.

El predicador va creciendo en edad, sabiduría y en gracia. Veamos ahora las edades del predicador.

Está el predicador joven. El primer peligro –normal- es la falta de material y, en consecuencia, la palabrería vacía. Otro peligro es la escasa madurez. Las ventajas de la juventud son el fuego, la intensidad y la energía. La entrega se aprende en la juventud. Por eso, urge que el predicador joven prepare a fondo sus predicaciones, con buenos comentarios de Santos Padres o de autores probados en homilética.

Está también el predicador maduro. La madurez preserva de la exaltación juvenil y de la resignación de la vejez. Las ventajas de la edad madura son la madurez creciente y la fuerza tranquila, recogida. La predicación se hace más profunda y más rica por la experiencia que se tiene de los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo. El peligro está en la rutina y el estancamiento, que impiden el renovarse en las ideas y en la forma de decirlas.

Y está finalmente el predicador mayor. Con la vejez comienza el peligro del cansancio. Se predica desde el pasado, y no desde el presente. El predicador mayor no debe parecer cansado, sino bondadoso; no senil, sino sabio.

Quiero terminar esta parte del predicador con esto que encontré, titulado “Decálogo del predicador”1:

--No subas al ambón sin saber lo que vas a decir. Y cuando lo hayas dicho, bájate: no te alargues inútilmente.

--Hazte el guión de lo que vas a decir: en el papel o en la cabeza.

--Procura despertar en el oyente interés por lo que dices. Si no, desconectará de tu predicación.

--Cuanto digas, sea provechoso para el oyente. La misión del predicador no es entretener, sino evangelizar.

--La brevedad no es el supremo de los valores: no debemos sacrificar lo importante para ser breves. Pero es verdad aquello de que “lo bueno y breve es dos veces bueno”.

--Habla con naturalidad: lo teatral puede resultar repelente.

--Procura hablar de modo que te entienda todo el mundo, pero con toda precisión para que las personas cultas acepten lo que dices.

--Para comunicar una idea es necesario que tú estés convencido de lo que dices: no prediques lo que no vives.

--Si te ayudas de aparatos técnicos, debes preocuparte de que funcionen perfectamente. Es un desprestigio para el Evangelio usar aparatos malos mientras que el mal se difunde con técnica excelente. La buena tecnología puede y debe ponerse al servicio de la evangelización.

--No pretendas jamás tu éxito personal, sino el bien de las personas. Buscar el éxito debe ser tan sólo para facilitar la evangelización.

1 Para salvarte, padre Jorge Loring, S.I. Cortesía de “Vida sacerdotal” : información para sacerdotes en www.vidasacerdotal.org.

Si desea hacer una pregunta o contactar al padre Rivero puede escribir a: arivero@legionaries.org

 

Cómo mejorar la predicación sagrada

Columna del Padre Antonio Rivero LC

Brasilia, (Zenit.org) Antonio Rivero | 670 hitos

 

Diversos tipos de predicación. La Homilía

Después de haber visto la figura del predicador, veamos los diversos tipos de predicación sagrada.

Veremos los siguientes tipos de predicación:

--Homilía.

--Charla o discurso explicativo.

--Charla o discurso persuasivo.

--Charla o discurso emotivo.

--Charla o discurso demostrativo.

--Reflexión evangélica delante de Cristo Eucaristía.

--Meditación en un día de retiro espiritual.

--Predicación de ejercicios espirituales.

--Predicaciones circunstanciales: bautismo, casamiento, exequias, fiesta, brindis.

--Tema apologético.

--Panegírico.

--Congreso.

--Radio.

--Televisión.

De entrada, digamos que en toda predicación deberíamos seguir este esquema:

Primero, una introducción o exordio. Es decir, un inicio atractivo, original con alguna anécdota, estadística, un hecho, un acontecimiento, un evento…que capte la atención de los oyentes, y siempre relacionado lógicamente con la idea o tema que será tratado.

Segundo, un desarrollo de ideas. Debemos ofrecer una sola idea, para no provocar una indigestión en los oyentes con muchas ideas inconexas. Idea desarrollado en dos o tres aspectos claros, lógicos y estructurados. Idea expresada con fuerza, convicción, entusiasmo, originalidad, imaginación, viveza. Una imagen o metáfora puede ayudar mucho para explicar esa idea que estamos comentando. Emplear un lenguaje concreto que toque la vida y el corazón de los oyentes. Ser siempre positivo y motivador. Con una cita de un Santo Padre o de un santo de la Iglesia, para dar peso a esa idea.

Y finalmente, una conclusión o peroración, que resume en pocas palabras el discurso y la predicación. Terminemos invocando a la Virgen Santísima para que nos ayude en la vivencia de ese tema tratado.

Y ahora comencemos con los tipos de predicación.

HOMILÍA

Finalidad de la homilía: llevar el mensaje bíblico de la liturgia de ese día para la vida de los oyentes para que toque sus vidas y se conviertan, o mejoren su vida espiritual.

Modo de preparar la homilía:

Se parte de los textos bíblicos de la liturgia, sacando una sola idea para mis oyentes: por ejemplo, la conversión, la esperanza, la alegría, la oración, etc…Pero sólo una sola idea.

Después esa idea se desarrolla en dos o tres aspectos claros, lógicos y estructurados, sacados de los textos bíblicos de esa misa. También es bueno que esa idea esté apoyada en alguna cita de los Santos Padres que comenten esa idea y que dará peso a nuestra homilía. Citar a los Santos Padres es subirse en hombros de gigantes.

Más tarde, tratemos de llevar ese mensaje divino a la vida concreta de los oyentes: vida familiar, laboral, profesional, estudiantil…El citar un hecho de la vida de un santo respecto a esa idea que estoy comentando sería excelente, pues los santos nos incentivan a vivir esas verdades.

Tipos de homilías:

Está, primero, la homilía evangelizadora que despierta e incrementa la fe del oyente. Tenemos también la homilía catequética, que profundiza la fe a la luz de la historia de la salvación en los diversos períodos litúrgicos. Por supuesto que hay homilías proféticas que provocan una respuesta de conversión al plano de Dios desde los textos bíblicos. Está la homilía mistagógica que explica ese sacramento que se está celebrando (confirmación, bautismo, casamiento, unción de enfermos, orden sacerdotal, etc…) para que lo valoren y lo gusten más y mejor. Y finalmente tenemos la homilía temática: cuando uno lleva varios años en una parroquia, puede aprovechar de lunes a viernes ir llevando homilías temáticos. Eso hice yo en una parroquia de Buenos Aires en la que estuve doce años como vicario parroquial. Después de los primeros cinco años en que daba la homilía sobre la liturgia del día, comencé a hacer homilías temáticas, y me dio mucho resultado. Temas que duraban incluso meses: expliqué el credo, los sacramentos, los mandamientos, la oración, la liturgia, la Virgen, la Misa, el Rosario, las virtudes, los vicios capitales, las obras de misericordia, etc…

Les ofrezco esta esquema de una posible homilía: el tema de la liturgia de hoy es la conversión (un solo tema). (1) La conversión consiste, siguiendo la primera lectura leída, en abandonar nuestros ídolos, infidelidades y pecados (enumerar esos posibles ídolos en nuestra vida). (2) Esa conversión tiene que pasar por la cruz, como nos dice san Pablo en la segunda lectura (concretar esa cruz en nuestra vida). (3) Y finalmente, la conversión traerá unos frutos maravillosos en la vida personal, familiar, laboral, como nos dice el Evangelio (enumerar esos frutos). San Agustín resume este tema de la conversión con esta frase o con este hecho de vida.
____________________________________

Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Columna del padre Antonio Rivero LC

Brasilia, (Zenit.org) Antonio Rivero |

Estamos explicando los diversos tipos de predicación sagrada. La semana pasada vimos la homilía. Hoy veremos la predicación o charla explicativa.

 

PREDICACIÓN O CHARLA EXPLICATIVA

Quiero explicar una verdad de la fe, de la liturgia o de la moral, para que los oyentes la entiendan bien. Aquí el predicador echa mano de la explicación clara, ordenada y estructurada para que la inteligencia del oyente entienda. Se trata de una charla explicativa o discurso explicativo, dirigido sobre todo a la mente de los oyentes para que entiendan ese tema.

Esta predicación tiene su importancia: hoy más que nunca se necesitan discursos explicativos por la ignorancia religiosa que cunde por doquier. No demos por supuesto que las personas saben estas verdades.

También esta predicación exige unas cualidades: Un solo tema. Desarrollado en tres o cuatro aspectos claros, interesantes, estructurados, lógicos y con cierta originalidad en el enfoque.

Propongo este esquema para un discurso explicativo:

Una introducción atrayente: con alguna estadística, un ejemplo, una noticia, un hecho histórico sobre ese tema.

Una proposición escueta que resume en dos líneas lo que se va a desarrollar después.

Un desarrollo del tema estructurado, claro, progresivo y con ejemplos y ritmo oratorio La claridad se logra explicando algunos de estos puntos: importancia del tema, definición, clases o tipos, obstáculos, medios y frutos. Ayuda también aquí sacar a colación un ejemplo, una imagen, una anécdota que haga ese tema agradable y quede grabado en la mente. Usar un lenguaje claro, sencillo y siempre expresivo, nunca monótono.

Y una conclusión breve que resume lo dicho y exhorta a vivirlo.

Ejemplo de un esquema de discurso explicativo sobre el matrimonio que yo ofrecí en Los Ángeles y las personas que me escucharon no olvidaron esta imagen que empleé: Queridas familias, les invito a construir su edificio matrimonial ladrillo a ladrillo. (1) En primer lugar, veamos los cimientos de ese edificio matrimonial: oración, sacramentos, piedad…(2) Los muros de este edificio tienen que ser sólidos para que resistan los vientos y los terremotos de las dificultades: amor, diálogo, comprensión, perdón… (3) Este edificio tiene que contar con unas ventanas amplias que dan luz a nuestro matrimonio: sinceridad, transparencia y fidelidad. (4) No olvidar poner una antena parabólica que sepa captar las ondas: vigilancia para que no entren los ladrones. El día de la muerte ustedes están poniendo el último ladrillo…

Otro ejemplo de esquema explicativo más simple sobre el tema de la humildad: (1) Veamos la importancia de la humildad. (2) Definamos la humildad: virtud que se desprende de la templanza y nos pone en nuestro justo lugar. (3) Clases de humildad: falsa humildad y verdadera humildad. (4) Enemigos de la humildad: soberbia, vanidad... (5) Campos para ser humildes: con Dios, con los demás, con nosotros mismos. (7) Medios para alcanzar la humildad: meditar los atributos de Dios, meditar en las propias miserias. (8) Frutos de la humildad en nuestra vida: Dios me bendecirá, los demás me aceptarán más fácilmente y sentiré una gran paz interior. Terminemos con el ejemplo de algún santo que vivió de manera especial la humildad. Esta charla puede ser desarrollada en dos días.

 

Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Columna del padre Antonio Rivero LC

Brasilia, (Zenit.org) Antonio Rivero

 

Sigamos explicando los diversos tipos de predicación sagrada. La semana pasada vimos la charla o discurso explicativo. Hoy veremos la predicación o charla persuasiva.

 

 

PREDICACIÓN O CHARLA PERSUASIVA

Toda charla o discurso persuasivo está dirigido especialmente a la voluntad de los oyentes para que se decidan a hacer lo que les estoy proponiendo, porque es un bien que les realiza como hombres, como cristianos, como profesionales. Recuerden que la charla o discurso explicativa estaba dirigido sobre todo a la mente. Esta irá dirigida a la voluntad.

Primero, demos las características de este discurso persuasivo:

Un solo tema, en forma persuasiva y convincente: “Deja la droga…Confiésate una vez al mes…Ve a misa todos los domingos…Obedece a tus padres…Estudia con responsabilidad y seriedad…Haz apostolado…Ayuda económicamente a tu parroquia…haz deporte todos los días durante media hora, etc…”.

Debo probar ese tema con dos o tres motivos fuertes y convincentes sacados de la Sagrada Escritura, de la historia, de la experiencia propia o de otras personas. La voluntad sólo se moverá si encuentra los motivos fuertes para hacer o dejar de hacer eso que el predicador le propone.

Debo dar peso y valor a esos motivos con la fuerza del sentimiento, desentrañado algunos de los famosos tópicos del filósofo griego Aristóteles: quién, qué, cuándo, dónde, por qué, para qué, cuántas veces, cómo (quis, quid, quando, ubi, cur, ad quid, quotiens, quomodo). El hombre no es sólo cabeza o voluntad, sino también afectividad y corazón; por eso tenemos que tocar la sensibilidad del oyente para que sienta esa verdad que le estoy proponiendo.

Debo pronunciarlo todo con fuerza persuasiva, variedad de tono de voz, preguntas a los oyentes, ironía fina, momentos de silencio y siempre dando énfasis a los aspectos positivos.

Debo poner ejemplos de santos o de personas ejemplares en ese tema que estoy dando.

Y al final, es siempre recomendable dar una cita de un Santo Padre sobre ese tema, pues citar un Santo Padre es como subirse en hombros de gigantes.

Segundo, demos ahora el esquema de todo discurso persuasivo:

Una introducción atrayente con estadísticas, ejemplos, noticias, hechos históricos, contrastes. Desde aquí hay que lanzar ya algunas objeciones que los oyentes tienen al respecto de ese tema que se tratará, y que después el predicador irá dando respuestas.

Formular un párrafo estructurado y vigoroso (en oratoria se llama “proposición”) , donde uno mi fin con los motivos que probaré y valoraré. Por ejemplo: joven, si estudias con responsabilidad (mi fin) podrás tener un mejor porvenir y conseguirás un óptimo trabajo (primer motivo), madurarás como persona humana (segundo motivo) y ayudarás sin duda a la humanidad con el resultado de tus estudios (tercer motivo), ¿no crees?

Desarrollo de esos tres motivos que formulé en esa párrafo o proposición: motivos que deben ser probados, valorados, y pronunciados con fuerza, vigor, variedad de tonos, énfasis…como ya dijimos anteriormente.

Una conclusión o peroración donde se resume brevemente el discurso. Procurar dejar una frase breve y clave, a manera de consigna.

Tercero, les ofrezco el esquema de un posible discurso persuasivo sobre las drogas a jóvenes. Objetivo: Joven, deja la droga cuanto antes. Motivos: Primero, deja la droga, porque la droga destruye tu organismo físico (dar estadísticas científicas y médicas para probar este primer motivo)….conozco el caso de un joven (prueba de experiencia)…¿Por qué se drogaba, cuándo se drogaba, qué experimentaba….? Segundo, deja la droga porque la droga destruye tu psiquismo…El doctor X tiene un estudio muy interesante al respecto. Tercero, deja la droga porque la droga destruye tu familia. Dios en la Sagrada Escritura nos dice…La beata Madre Teresa de Calcuta tiene este texto maravilloso sobre este tema.

Cómo mejorar nuestra predicación sagrada
Columna del Padre Antonio Rivero LC

Por Antonio Rivero

BRASILIA, 12 de abril de 2013 (Zenit.org) - Después de explicar los discursos explicativos y persuasivos, hoy quiero hablarles del discurso emotivo.

PREDICACIÓN O CHARLA EMOTIVA

Toda charla o discurso emotivo está dirigido especialmente a la sensibilidad, afectividad y sentimientos de los oyentes porque quiero hacer sentir esa verdad, para que se emocionen, se sensibilicen y obren en consecuencia. Recuerden que la charla o discurso explicativo estaba dirigido sobre todo a la mente. La charla persuasiva iba dirigida a la voluntad. Esta charla emotiva está orientada principalmente a la sensibilidad. Es una charla muy propicia en determinados momentos del año: Navidad, Semana Santa, bodas, cumpleaños, misas de exequias, discurso después de la graduación del hijo…etc.

Primero, demos las características de este discurso emotivo:

Debo dar como siempre un solo tema, en forma sentida, desarrollado en dos o tres aspectos lógicos y estructurados.

Debo suscitar diversos sentimientos según la circunstancia: gozo o tristeza, temor o confianza, amor o desafección, atracción o aversión.

Debo hacer uso –como también en el persuasivo- de los famosos tópicos del filósofo griego Aristóteles: quién, qué, cuándo, dónde, por qué, para qué, cuántas veces, cómo (quis, quid, quando, ubi, cur, ad quid, quotiens, quomodo).

Debo pronunciarlo con emoción y carga afectiva. Ya decía el poeta Horacio: “Si quieres que yo llore, tienes que llorar tú primero….si vis me flere, dolendum est primum ipsi tibi ”.

Debo evitar palabrería de ternura barata y párrafos patéticos de oratoria pasada de moda. Hoy emociona más un hecho histórico, el ejemplo de alguien bien narrado que no tantas palabras altisonantes y lagrimeos fáciles.

Y al final, es siempre recomendable dar una cita de un Santo Padre sobre ese tema, pues citar un Santo Padre es como subirse en hombros de gigantes.

Segundo, demos ahora el esquema de todo discurso emotivo:

Una introducción sentida y emocionada con estadísticas, ejemplos, noticias, hechos históricos, contrastes. Todo narrado con carga afectiva fuerte.

Formular un párrafo estructurado y cargado de sentimiento (en oratoria se llama “proposición”) , donde enumero el fruto espiritual e interior a conseguir en esa charla.

Desarrollo del tema en dos o tres aspectos valorados, desentrañados y visualizados.

Una conclusión o peroración sentida donde se resume brevemente el discurso.

Tercero, les ofrezco el esquema de un posible discurso emotivo. Tema: el pecado lastima a Dios. Primero, el pecado lastima a Dios que es tu Padre….¡qué tristeza para Dios! Segundo, el pecado lastima a Cristo que es tu amigo íntimo…¡Qué ingratitud por tu parte! Tercero, el pecado lastima al Espíritu Santo que es el dulce Huésped de tu alma, ¡qué descaro! Por eso, aparta de tu vida el pecado para que sientas que Dios está feliz contigo y al mismo tiempo sientas la felicidad y el amor de Dios en tu corazón. San Juan Crisóstomo tiene un texto espléndido sobre este tema. Te voy a narrar el caso de la niña santa María Goretti, mártir de la pureza que prefirió morir antes que ofender a Dios con el pecado.

 

 

Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Predicaciones Circunstanciales

Brasilia, (Zenit.org) Antonio Rivero | 1391 hits

 

Columna del P. Antonio Rivero, L.C. Doctor y profesor de Teología y de Oratoria en el Seminario Mater Ecclesiae en São Paulo, B

Antes de comenzar un nuevo tema en mi columna de predicación sagrada, quisiera agradecer a mis lectores las sugerencias que me han dado sobre homilías que deben evitarse, y que ahora las resumo aquí:

Homilía soporífera: tan aburridas y con tono de funeral y monótono, que todos se duermen. No hay expresividad, ni entusiasmo, ni cambio de tonos.

Homilía relámpago: no duran ni un minuto. Deberían durar unos diez minutos, y los domingos, hasta quince minutos. En un minuto no se dice nada.

Homilía látigo: donde el predicador regaña a los fieles. Eso, nunca, pues el sacerdote es pastor y no fustigador. Perderá mucha feligresía.

Homilía bufón con carcajada: contando chistes a mansalva para ilustrar lo expresado, olvidando que muchas veces la gente queda con el chiste y se olvida de lo central del mensaje.

Homilía de periodista o cuentero: “...estuve los otros días por el mercado... por la plaza... por el colegio... por la calle... etc.”, y desmenuza y cuenta casos que vio y escuchó. Aquí habla no el presbítero, sino el periodista... Cuando no tiene qué contar, cuenta cuentos breves y simpáticos. La homilía no es para eso.

Homilía enlatada: cuando repite la homilías que tenía archivadas desde hace veinte años.  La homilía tiene que saber a novedad y actualidad, desde el punto de vista eclesial y mundial, si no, olerían a tufo añejo.

Homilía política: cuando el sacerdote habla de política y critica al político de turno.

Homilía pastilla de consuelo: en funerales se alaba tanto al muerto, que se olvida de abrir los ojos de los presentes para que miren de cara a la eternidad y preparen las maletas para el último viaje.

Homilía teatral: el predicador hace teatro, y salta y baila y berrea. Eso no es digno de una acción litúrgica, ni es el lugar ni el momento. Esto no quiere decir, que sea inexpresivo o monótono, como ya explicamos. “In medio est virtus”, en el equilibrio está la virtud.

Ahora sí, expliquemos otro tema.

PREDICACIONES CIRCUNSTANCIALES

Con el nombre de predicación circunstancial designamos todas aquellas predicaciones, dentro o fuera de la celebración eucarística, cuya razón de ser no es el domingo o la festividad del día, sino otra circunstancia que puede variar ampliamente, desde la inauguración del curso escolar hasta las bodas de oro de una asociación civil o religiosa, pasando por la bendición de animales o de coches.

Dentro de esta categoría hay tres casos que merecen una atención especial por su frecuencia, por su relevancia litúrgica y por sus implicaciones con el trabajo pastoral. Se trata de la predicación en el bautizo,  en la boda y en el funeral. Hay otras que también explicaremos: fiesta, presentaciones y brindis.

Demos hoy unas pistas en general respecto a los oyentes, la situación y unas conclusiones. Y los otros días ya hablaremos de cada una en particular.

Primero, los oyentes…

El público que se reúne en un bautizo, en una boda o en un funeral es muy variado: fieles de la comunidad parroquial, católicos no practicantes, indiferentes y hasta es posible que haya ateos o pertenecientes a otra confesión religiosa, sin descartar a los que acuden por curiosidad.

Son más celebraciones familiares a las que se une la comunidad cristiana que celebraciones de la comunidad en las que está presente la familia. Están ahí por lazos familiares o sociales, no por razones religiosas. Algunos soportan la ceremonia religiosa porque se vería feísimo ir sólo al banquete familiar.

Esto no justifica que el predicador esté ahí con una disposición interior desganada. Tiene que dar lo mejor de sí en esa predicación, presentando un mensaje espiritual sencillo y positivo, lleno de fervor y entusiasmo. Es una oportunidad única para que alguno de ellos cambie su opinión negativa de la Iglesia y de los sacerdotes y tal vez sea la ocasión para que alguno de ellos comience a interesarse por la fe. El predicador sagrado llegará al fondo de su corazón por la fuerza de su fe sencilla y por hablar el mismo lenguaje que ellos. Hay que tratar de conectar con ellos. Se aconseja que la predicación sea sencilla, positiva y respetuosa de las diversas creencias. El predicador debe aprovechar esa ocasión en que los oyentes están con más apertura emocional, para hablar de esos misterios humanos: el nacimiento, el amor y la muerte.

Segundo, la situación….

Esa situación concreta –un bautizo, una boda, unas exequias-  es una excelente oportunidad para iluminarla con la Palabra de Dios. Por eso, hay que partir de un texto bíblico que vaya al corazón de esa situación humana. Si no hacemos esto, hay el peligro de “echar el rollo teológico” en esos momentos, con lenguaje eclesiástico que algunos de los oyentes odian. Es una ocasión para instruirlos en la doctrina cristiana con gran respeto: ¿para qué nacemos, de dónde procede esa nostalgia de amor y de comunidad, por qué acabamos en la tierra? Hay que hacerles ver cómo la Iglesia celebra el amor gratuito de Dios manifestado en Cristo en todas esas situaciones (bautismo, boda, entierro); Dios no se desinteresa del hombre, a quien ha creado con tanto amor.

Finalmente, unas conclusiones…

Primera, el predicador no puede prescindir del estado anímico de los oyentes.  

Segunda, el predicador debe preparar su predicación de modo que ayude a los oyentes a ir más allá de dónde se encuentran, para que lo vivan más profundamente. Así ofrece el consuelo objetivo con el calor de una participación verdaderamente humana.

Y, por último, siempre predicará con palabras humanas, con tono auténtico y vocabulario comprensible para todos, y con tacto, delicadeza y respeto a la intimidad de los variados asistentes; con calor humano, un gran corazón y una dosis de sabiduría adquirida en las experiencias de la vida. 

Si desea comunicarse con el padre Antonio Rivero, puede hacerlo en este email:arivero@legionaries.org

 

Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Columna del P. Antonio Rivero, L.C. Doctor y profesor de Teologí­a y de Oratoria en el Seminario Mater Ecclesiae en Sao Paulo, Brasil

Brasilia, (Zenit.org) Antonio Rivero | 1422 hits

 

PREDICACIONES CIRCUNSTANCIALES (2)

Entremos ya de lleno en las predicaciones circunstanciales más relevantes: bautizo, boda, exequias, fiestas, presentaciones, brindis. Hoy veremos las dos primeras.

BAUTISMO

Lo que debe ser esta predicación: no debe ser una lección de teología de los sacramentos, pero debe decir de un modo cercano a la vida lo que el sacramento del bautismo significa para el hombre de hoy: un nuevo nacimiento en la familia de Dios y lo que eso comporta de dignidad y responsabilidad.

Tema y objetivo de esta predicación: la predicación del bautismo no tiene por contenido –aunque no lo debe excluir- ni la alegría por el nacimiento de un niño, ni la cuestión de su futuro, ni la tarea educativa de los padres. El tema debe ser la gracia divina de la que se hace objeto a este niño, el amor de Dios manifestado en Cristo. Se trata de relacionar la vida humana con los grandes hechos de Dios. Esto es válido también cuando el nacimiento del niño no ha sido recibido con alegría, ya porque no fuera deseado, ya porque ha venido enfermo al mundo, ya porque se temen experiencias amargas en su camino.

Esta predicación debe tener estas características

Primero, real adaptación a los asistentes. Nos deben entender, pues hablamos un lenguaje lleno de cariño y sencillez.

Segundo, seleccionar alguno de los múltiples aspectos del bautismo, para evitar que la homilía sea un inventario rápido y total de ritos, símbolos y contenidos teológicos. Por tanto, una sola idea o tema. Por ejemplo, centrarse en alguna de las ideas más importantes del bautismo: nueva vida, iluminación, regeneración, llamado a la santidad, etc.

Tercero, debe ser breve, porque se supone que ya hubo antes para los padres y padrinos una catequesis en la parroquia; en ellos recae especialmente la tarea de educar a esos neófitos en la fe.

Finalmente, convendría hacer alguna referencia a los signos más importantes, especialmente al baño de agua, la nueva vestidura, las unciones con el aceite consagrado, la vela.

LA BODA

La predicación de la boda es distinta de la del bautismo: la atmósfera es más sentimental y está más expuesta al aire de fiesta que la predicación bautismal.

Tema y objetivo de esta predicación: recordar el aspecto sacramental para evitar que las flores, la música, el vídeo, las fotos, los padrinos y testigos vestidos de etiqueta y el vestido de la novia sean más importantes que la celebración litúrgica.

Las características de esta predicación son éstas

Primero, aunque la homilía parta de un texto bíblico, sin embargo, hay que atender a la situación personal de los que van a recibir el sacramento: están gozosos y felices.

Segundo, el predicador debe ser muy cordial en la forma y expresión y sencillo en las ideas a la hora de la homilía.

Tercero, debe también llevar a la pareja a la admiración, a la acción de gracias y a la petición de gracias a Dios para ser fieles a este compromiso que asumen.

Cuarto, debe infundir a la pareja ánimo y confianza sobre sus expectativas de una vida en común.

Finalmente, ayuda mucho en la homilía emplear alguna imagen que explique plásticamente la importancia del matrimonio y quede grabada para siempre en la mente y en el corazón de los nuevos esposos y en los que asistieron a la ceremonia litúrgica.

Un ejemplo….

Me dio resultado en la parroquia Betania de Buenos Aires la imagen del vino nuevo que Cristo les ofrece en ese día de la boda, cuando comentaba las bodas de Caná (cf. Juan 2, 1-12), vino que ambos deben cuidar para que no se avinagre con la infidelidad, vino que deben compartir con sus hijos y familiares, vino que no deben aguar con la rutina; o la imagen del edificio donde hoy comienzan poniendo el primer ladrillo, si comentaba el pasaje de “construir sobre roca” (cf. Mateo 7, 24-27), ver qué cimientos deben poner, qué columnas, qué tipo de parabólica para vigilar la casa; o la imagen de la barca, cuyo timón lo debe llevar Cristo; cada uno de ellos debe llevar un remo, no para golpearse sino para remar; sin olvidar la brújula, las redes, las velas, cuidando de los posibles piratas que quieren destrozar esa barca matrimonial.  

Para leer la anterior columna clique aquí

Si desea comunicarse con el padre Antonio Rivero, puede hacerlo en este email:arivero@legionaries.org

 

 

Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Columna del P. Antonio Rivero, L.C. Doctor y profesor de Teologí­a y de Oratoria en el Seminario Mater Ecclesiae en Sao Paulo, Brasil

Brasilia, (Zenit.org) Antonio Rivero | 1208 hits

 

PREDICACIONES CIRCUNSTANCIALES (3)

Vimos hasta ahora el bautizo y la boda. Ahora expliquemos la predicación en la exequias.

EXEQUIAS

Cada entierro es un caso serio para la fe. En cada entierro la fe o es fortalecida, avivada o también más o menos dificultada.

Objetivo:la predicación de exequias tiene como objetivo poner la vida del difunto, y el dolor de los que quedan, bajo la cruz de Cristo como signo de la victoria sobre la muerte. Esto consuela y da sentido profundo a la muerte. Este tema tiene que ser sacado de un texto de la Sagrada Escritura de modo que pueda ser punto de apoyo y de orientación para los oyentes.

Características

Primero, la predicación tiene que nacer de la convicción interior del sacerdote, creando un clima cálido y serio, profundo y sincero de fe. Sólo así la comunidad se siente interpelada personalmente. Por tanto tiene que evitar la frialdad o la rutina, y lograr una actitud de solidaridad, de empatía o comprensión empática, de ponerse verdaderamente en lugar de otro, de ver el mundo como él lo ve, sintonía con el dolor de los presentes.

Segundo, el predicador, al estar fuera del círculo de los afectados, puede prestar mejor su servicio de encontrar la palabra de consuelo. El sentimentalismo haría de él un participante desvalido y su palabra no ayudaría a los oyentes, sino que hurgaría en su dolor.

Tercero, si ha sido uno de sus parientes el que murió, ese predicador puede pedir a otro sacerdote que dé la predicación; así sentiría, también él, el consuelo pastoral de la Iglesia.

Cuarto, el predicador tiene que cuidar que no sean ideas generales estereotipadas. Al contrario, debe esforzarse por ofrecer una predicación con carácter personal. Ayudará a esto antes de iniciar la ceremonia dar el pésame a la familia y preguntar el nombre del difunto, su edad, su profesión, la causa de la muerte; ver también cómo está la sensibilidad espiritual de toda la familia.

Quinto, el predicador invitará a orar por el difunto, que es un pecador como todos nosotros necesitado de la misericordia divina.

Sexto, el predicador, al escoger el texto bíblico, trate de ponerlo en conexión con la vida del difunto y con el tiempo litúrgico en que estamos en ese momento. Sin que sea un elogio fúnebre –el ritual de exequias lo prohíbe-, el predicador puede en algunas ocasiones aludir brevemente al testimonio cristiano de la vida del difunto, como motivo de edificación y de acción de gracias.

Finalmente, el predicador debe evitar aprovechar ese momento para querer a toda costa evangelizar a los asistentes, ni hacer propaganda de la Iglesia o lanzar invectivas contra los remisos o alejados. Esto heriría su justo dolor.

Para leer la anterior columna clique aquí

Si desea comunicarse con el padre Antonio Rivero, puede hacerlo en este email:arivero@legionaries.org

 

Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Columna del P. Antonio Rivero, L.C. Doctor y profesor de Teología y de Oratoria en el Seminario Mater Ecclesiae en São Paulo, Brasil

Brasilia, (Zenit.org) Antonio Rivero | 1408 hits

 

PREDICACIÓN CIRCUNSTANCIAL  (4)

Vimos el bautizo, la boda y las exequias. Demos un paso más.

PREDICACIÓN EN FIESTAS
 

Hay fiestas sagradas y profanas. Entre las primeras, unas vienen determinadas por el calendario, como la fiesta del patrono local o la de los patronos de gremios o asociaciones. Otras son fiestas personales con motivo de la recepción de los sacramentos: bautismo, primera comunión, confirmación y matrimonio. Entre las profanas, los motivos pueden ser incontables: bodas de plata o de oro de una promoción, aniversario de la fundación de una asociación, inauguración de un edificio, etc.

Objetivo: interpretar esa fiesta a la luz del mensaje cristiano: Dios se alegra con nuestras fiestas, pues Él ha querido esto. Todo lo humano, a Dios no le es ajeno.

Características:

El predicador en las fiestas:

Primero, debe hacerse portavoz de los oyentes y expresar lo que mueve a los oyentes, lo que piensan y sienten.

Segundo, debe despertar un recuerdo alegre y salvífico, pues Dios debe tener una razón hermosa para esta fiesta.

Tercero, debe ayudar a una interpretación de la actualidad, pues recuerdos del pasado se vivencian como actuales y así hay un motivo para la celebración.

Cuarto, debe despertar la esperanza en un futuro bueno, pues las fiestas siempre tienen una dimensión profética y escatológica; es decir, el buen recuerdo de la fiesta nos da fuerzas para el futuro.

Finalmente, debe ser testimonio de la comunidad de la Iglesia, es decir, una fiesta sólo es posible porque hay hombres que se alegren con ella.

PREDICACIÓN EN PRESENTACIONES

Bastan estos datos

Primero, hablar del homenajeado o presentado; nunca de uno mismo.

Segundo, no resumir la conferencia del conferencista que se presenta; por eso nunca hay que dar la conferencia a nadie antes de decirla.

Tercero, en cada lugar debemos portarnos de acuerdo a las costumbres y miramientos locales.

Cuarto, evitar tópicos adormecedores: “Es una osadía que yo, que no tengo ningún título para merecer el honor de realizar esta presentación, tarea para la que hay aquí personas mucho mejor cualificadas, y además no soy orador, me atreva a presentar a N.N., cuyos méritos son conocidos de todos; lamento disponer de poco tiempo para ponerlos de relieve…”. Esto suena a “cursi”.

Quinto, informarse de aquel a quien se debe presentar: tema de hoy, relevar las cualidades especiales del orador, caldear al público a tono de lo que va a seguir, pues así se hace un gran favor al invitado.

Finalmente, ser sincero: no inventar virtudes del presentador.

PRESENTACIÓN EN UN BRINDIS

Bastan estos datos

Primero, llevar algo preparado.

Segundo, no hablar “de los fenicios”, es decir, al tuntún y por decir algo.

Tercero, no repetir la tan escuchada idiotez: “como dijo el poeta”.

Cuarto, ser natural y familiar.

Quinto, breve.

Finalmente, un ejemplo podría ser este: “A lo largo de la vida vamos discriminando las cosas fundamentales de las que brillan y luego decepcionan. Entre los tesoros auténticos está el de la amistad, el del cariño (si usted es el invitado). Nuestro anfitrión N. es una de esas personas que iluminan la vida de sus amigos. Todos los que hoy me acompañan los he seleccionado entre esas amistades luminosas que dan calor a nuestra vida. Guardaré un recuerdo emocionado de esta velada y quiero que sepas que todos los que han sido convocados te queremos “casi” (recalcar y con una sonrisa) casi tanto como te mereces”.

Para leer la anterior columna clique aquí

Si desea comunicarse con el padre Antonio Rivero, puede hacerlo en este email:arivero@legionaries.org


 

 

 

Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

Columna del P. Antonio Rivero, L.C. Doctor y profesor de Teología y de Oratoria en el Seminario Mater Ecclesiae en São Paulo, Brasil

Brasilia, (Zenit.org) Antonio Rivero | 1258 hits

 

LENGUAJE EN LA PREDICACIÓN

Hablemos de la importancia del lenguaje…

Es necesario trabajar el lenguaje de la predicación para no rebajar la Palabra de Dios. Por eso, debemos usar:

-         un lenguaje popular, no populachero, trivial o vulgar. Es decir, un lenguaje que entienda el pueblo; un lenguaje adecuado al tiempo actual.

-         un lenguaje inteligible, sencillo, vivo y concreto, que se aleje por igual de los tecnicismos y de las palabras rebuscadas filosóficas o teológicas, como de la trivialidad y de la anécdota barata.

-         un tono directo, familiar, cordial, persuasivo y ágil que mantenga el interés de los oyentes, no tanto por los recursos oratorios del que habla cuanto por la convicción y autenticidad que el predicador consigue comunicar.

Distingamos los diversos niveles del lenguaje…

Hay tres niveles de lenguaje:

Primero, el nivel sintáctico: significa claridad, precisión, exactitud, correcto uso del lenguaje (Cf. 1Cor 14, 9ss; 1Cor 14, 19). La exigencia de claridad es aún más imperiosa en la predicación que en la conversación, pues en la iglesia durante la homilía nadie puede hacer preguntas. Otra cosa es una charla en un salón o auditorio, donde el predicador da oportunidad para preguntas. Los oyentes suelen dar a entender por determinadas reacciones si han entendido. Si la reacción no aparece, hay que repetir lo dicho y darle vueltas y más vueltas hasta que aparezca, pero hay que pasar inmediatamente a otro tema, cosa que será evidentemente imposible a quienes recitan un sermón literalmente preparado y aprendido de memoria. El fin de toda predicación es siempre abrir el sentido, aunque para ello no se disponga a veces más que de una llave de madera; si es de oro, tanto mejor, a condición de que entre en la cerradura (Cf. San Agustín, De doctrina christiana 10, 25-11, 36). Para ello ayudan estos consejos:

- La construcción de la frase: frases breves, pues el oído humano sólo puede captar frases de una determinada longitud.

- La voz activa: en vez de la voz pasiva. Así el oyente podrá identificarse con esa voz.

- Palabras concretas: suprimir las palabras abstractas y sustituirlas por palabras concretas. En vez de hablar de solidaridad (palabra abstracta), hablar de ese rey solidario, de esa persona solidaria (alguien concreto).

- Los adjetivos: no abusar de ellos, pues no es redacción estilística ni literaria.

Segundo, el nivel semántico: si el lenguaje se ha hecho para el hombre y no el hombre para el lenguaje entonces hay que evitar en la predicación términos que son útiles en teología, pero que los oyentes no entienden. El lenguaje de la predicación necesita el lenguaje de la vida cotidiana para que las palabras teológicas sean una ayuda para ella. Jesús ha utilizado en su predicación imágenes y comparaciones tomadas del mundo que le circundaba para que los oyentes pudiesen entender el mensaje divino.

Finalmente, el nivel pragmático: el lenguaje de la predicación tiene que conducir a posturas de vida, a la vida práctica. Es decir, toda predicación debe ayudar al cambio de vida o a mejorarla. Es muy importante que cada reflexión que hagamos tenga aplicaciones para la vida del oyente.

Para leer la anterior columna clique aquí

Cualquier duda o sugerencia, comuníquese, por favor, con el padre Antonio Rivero a este email: arivero@legionaries.org

 

 

Cómo mejorar nuestra predicación sagrada
Columna del P. Antonio Rivero, L.C. Doctor y profesor de Teología y de Oratoria en el Seminario Mater Ecclesiae en Sao Paulo, Brasil

Por Antonio Rivero

BRASILIA, 23 de agosto de 2013 (Zenit.org) - La semana pasada comencé a hablar del lenguaje en la predicación, su importancia y los niveles de lenguaje. Hoy damos un paso más. Comentaremos los recursos formales que podemos usar para revestir las ideas y así se graben profunda y eficazmente en la mente y en el corazón de los oyentes. Fondo de ideas claras, estructuradas, lógicas, sí…pero también, expresadas con una forma atractiva, concreta, sensibilizada, visualizada e inclusive dramatizadas –no teatralizadas.

LA FORMA AL SERVICIO DEL FONDO DE IDEAS

La forma es el modo de presentar las ideas del fondo para que se graben más y mejor en la mente y en el corazón del oyente. La fuerza de impacto de una idea es directamente proporcional a su grado de sensibilización. Las técnicas de la forma se clasifican en dos tipos:

Primero, técnicas de forma interna: concreción, desentrañamiento, visualización y dramatización.

Segundo, técnicas de forma externa, que inciden en el modo de expresar la idea: graficismo o estilo plástico y ritmo o movimiento oratorio.

COMENCEMOS CON LA FORMA INTERNA

Primero, la concreción de esa idea

Hay unos pasos para la concreción:

Enunciación de la idea o verdad que quiero sensibilizar, que de ordinario es abstracta, universal: “La confesión provoca alivio…el sufrimiento duele…es mejor dar que recibir…Cristo nos amó con locura, etc…”.

Sensibilización con un caso concreto de la vida en que se realiza esa idea abstracta y universal que quiero desentrañar.

Recapitulación rápida en la que se muestra cómo se cumple en ese caso la idea universal y abstracta.

Un ejemplo:

Idea abstracta: El sufrimiento duele.

Sensibilización de la idea: ¡Vaya que si el sufrimiento duele! ¡Por supuesto que sí! Pregunta, si no, a doña Rita que yace en una cama desde hace tres años sin poder hacer nada, con dolores atroces y terribles, sin poder dormir una hora seguida durante el día o durante la noche. Y con seis hijos que educar y cuidar. Sí, el sufrimiento duele, y ¡mucho!

Recapitulación de la idea: ¿Te quedó claro que el sufrimiento duele? Ahí está doña Rita testimoniando esta verdad: el sufrimiento duele y cómo.

Segundo, el desentrañamiento de esa idea…

Pasos:

Enunciación de la idea en forma exclamativa, donde se expresa un sentimiento o un valor o antivalor.

Desentrañamiento con alguno de los tópicos de Aristóteles: quién, qué, cómo, cuándo, dónde, por qué, cuántas veces.

Recapitulación de la idea valorada.

Un ejemplo:

Enunciación de la idea: ¡Cómo duele el sufrimiento!

Desentrañamiento: ¿Quién está sufriendo? Doña Rita, madre de seis hijos, tres de ellos todavía pequeños. ¿Qué sufre? Un terrible cáncer que está apoderándose de su vida y de sus ilusiones. ¿Por qué? Sólo Dios sabe por qué está sufriendo siendo ella tan joven. ¿Cómo está sufriendo? Con gran paciencia y resignación y con la mirada puesta en Dios.

Recapitulación: ¿Duele o no duele el sufrimiento? Pregúntale a doña Rita, madre de seis hijos que está ahí en su casa consumiéndose de dolor, con la fe puesta en Dios.