Carta de un sacerdote a un fiel perplejo
La consulta:
Muy estimado padre:
Estoy escribiéndole para hacerle una consulta sobre algo que me chocó hoy en la
homilía: "Dios es inaccesible para nosotros. A Él no podemos ofenderlo
directamente, lo hacemos en la persona de los hermanos". Ya había oído eso
hace tiempo, pero pensé que era cosa del que lo decía. ¿Qué hay detrás de esa
afirmación?. A mí me da una especie de alergia cuando se habla de solidaridad,
fraternidad, justicia, equidad.... etc. etc. y creo que es porque estoy saturado
de oírlo. Desde hace unos años todos los Misterios van a para ahí, desde la
Anunciación hasta Pentecostés, pasando porque Jesús vivió en Galilea, una zona
de gente marginada y no muy honesta, hasta que los pastores que fueron a adorar
al Niño en Belén eran gente de mala vida y ladrones. Así estamos..."
Respuesta del sacerdote:
Muy estimado consultante:
1) "Dios
es inaccesible para nosotros".
A esta afirmación debemos responder lo siguiente. Es verdad en cierto sentido,
pero no toda la verdad y por eso, resulta engañosa y dicha con la extensión que
pretende darle el predicador, con las conclusiones que pretende sacar de ella,
es enteramente falsa.
Que Dios sea inaccesible a nuestros sentidos, lo concedemos. Pero que Dios sea
totalmente inaccesible, es falso y lo negamos. Porque podemos conocer más cosas
que lo que conocen nuestros sentidos. Precisamente eso es lo que está batallando
por enseñar Benedicto XVI desde la Universidad de Ratisbona. Reducir lo
cognoscible a lo sensible o a lo racionalmente deducible, es positivismo y
racionalismo que se cierra al conocimiento espiritual y sus certezas propias. Es
racionalismo irracional. Y esto es lo que padece este tipo de predicadores.
Porque nuestro espíritu lo alcanza a Dios por medios espirituales, por las
virtudes teologales y la virtud de religión.
Lo alcanza por la fe, que es el modo más adecuado de conocerlo. Por la
caridad: que es el modo más adecuado de amarlo, ya que no solamente
accedemos a él por el conocimiento sino también por el amor; porque lo amamos,
ya desde esta vida. Y por fin esperamos tener pleno acceso a Él, por la
Esperanza: esperamos estar unidos a él para siempre en comunión de vida
divina.
Ya el Antiguo Testamento afirma que Dios es accesible porque el Señor oye las
oraciones de los Justos. Y la visión de Isaías 6, lo muestra sentado en un trono
excelso y elevado, pero el borde de su manto llena el templo, de modo que es
accesible a los ruegos de los suplicantes que visitan el templo. Además, el
Señor habita en el Templo. Y Jesús lo llama Casa de mi Padre y no lo considera
una casa vacía. Jesús, va a orar al templo, y lo declara casa de oración, es
decir lugar donde Dios es accesible a las oraciones de los fieles, como los
apóstoles lo hicieron y hasta después de la resurrección.
Además de escuchar las oraciones, Dios habla y se da a conocer y a oir, desde
Abraham en adelante, por lo tanto es accesible. Habla a los profetas y se
manifiesta no solamente a través de sus obras, sino en visiones y profecías.
"Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres
por el ministerio de los profetas, pero últimamente, en estos días, nos habló
por su Hijo" (Hebreos 1, 1 s). Y en Cristo hemos entrado en el templo
celestial y tenemos acceso y cercanía a Dios (Hebreos 12, 22-28).
Y por último, no solamente escucha oraciones y habla, sino que exige que se lo
ame a él personalmente, sobre todas las cosas, en el primer mandamiento. Por lo
tanto ya en el Antiguo Testamento Dios se presenta como accesible al amor de los
justos. Queda pues probado que afirmar que es inaccesible es falso en lo que se
refiere a la revelación del Antiguo Testamento.
Veamos ahora si
lo es según la Revelación: Jesús nos lo ha hecho mucho más accesible en el nuevo
Testamento. Porque ahora alcanzamos al Padre y lo adoramos en Espíritu y en
Verdad. De modo que ahora nos es accesible en Espíritu y en Verdad. Y esto
sucede principalmente por las virtudes teologales y por los medios de gracia,
principalmente por los sacramentos.
Jesús afirma: que él conoce a Dios y lo da a conocer (Jn 3, 11-13) Más
explícitamente dice Juan: "a Dios nadie lo vio jamás, pero el Dios Unigénito
que está en el seno del Padre nos lo ha dado a conocer" (Jn 1, 18) Este
verbo conocer juanino significa un conocer interpersonal de vinculación, de
comunión. El Padre nos es accesible en la fe y por la caridad filial. Dios es
objeto de Caridad directa y de comunión: como dice Juan: "lo que hemos visto
y oído os lo anunciamos para que viváis también en comunión con nosotros. Y esta
comunión nuestra es con el Padre y con su HIjo Jesucristo" (I Jn. 1, 3) y
poco más adelante "no améis al mundo, amad al Padre" (Jn. 2, 15 ss). Y "en esto
conocemos que amamos a los hijos de Dios, si amamos a Dios y cumplimos sus
mandamientos" (Jn. 5, 2,1).
Así que Dios es accesible. Podemos conocer a Dios, conocer su voluntad, amarlo.
"Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Jn. 14, 9). Y "ésta es la vida
eterna, que te conozcan a Ti, Padre" (Jn. 14, 5-10).
Tenemos pues acceso al Padre a través de la fe en Jesucristo. Y la fe es la
manera más perfecta de acceder a él "Bienaventurados los que sin ver han
creído" (Jn.20, 29). Por la fe entramos en la Caridad, en el amor filial al
Padre. Si no se ama al Padre, no se puede amar a los demás, ni como hermanos, ni
como seres humanos como creaturas.
Sin comunión con Dios, nuestra naturaleza humana herida por el pecado es incapaz
de amar perfectamente. El amor a Dios nos sana y hace capaces de amar. La
inversa no es verdad, porque como dice Pablo: "puedo entregar todos mis
bienes a los pobres, pero si no tengo caridad, es decir, amor a Dios, nada soy"
(1 Corintios 13, 3).
2) "A él no podemos ofenderlo directamente, sino solamente en los
hermanos".
¿Qué pensar de esa otra afirmación de la Homilía de este sacerdote? Creo que con
lo ya dicho resulta claro de qué error se sigue este error, y porqué esta
afirmación es falsa. Pero abundemos.
El mismo texto de Hebreos 12, 25ss antes citado, muestra que si no se escucha al
Hijo de Dios se hace uno merecedor de castigo.
El menosprecio directo de la palabra y de la voluntad de Dios hace acreedor de
terribles castigos, (Hebreos 10, 26-31). Es verdad que la palabra y la voluntad
del Padre incluye que amemos a nuestros hermanos (que son los hermanos en la fe)
y también a todos los hombres aunque no crean, pero puesto que están llamados a
creer.
Pero el argumento decisivo es que hay pecados directos contra las virtudes
telogales y contra la virtud de religión y por lo tanto ofensas directas a Dios:
Pecados contra la fe y ofensas contra el Dios que nos habla en su Hijo, son
la incredulidad y la apostasía (Hebreos 6, 4ss; 10, 26 ss);
Pecados contra la Caridad y ofensas contra Dios, asimismo son
la desobediencia, la tibieza, la acedia, la ingratitud y el odio
a Dios.
Los pecados contra la esperanza, la presunción y la desesperación son
ofensas directas a Dios.
Y los pecados contra la virtud de religión: no dar culto debido a Dios, la
irreverencia, la superstición, tomar su santo nombre en vano son ofensas a Dios.
No santificar las fiestas es ofensa a Dios. Así que ya los diez mandamientos que
pone las obligaciones con Dios, primero enseñan que se puede ofender y pecar
directamente contra Dios.
El catecismo de la Iglesia Católica, cuando enumera los pecados contrarios a las
virtudes teologales y a la virtud de religión, enseña sin lugar a dudas, que hay
ofensas posibles contra Dios mismo. De modo que lo que afirma ese sacerdote es
falso.
Concluyendo:
Lo que sostiene ese sacerdote parece inspirarse en el deísmo o en la tesis
protestante, cuyo principal representante moderno fue Karl Barth, quien
deseando salvaguardar la trascendencia de Dios, la exagera tanto, que a Dios no
lo puede alcanzar nuestro culto. Pero, como consecuencia, tampoco lo
alcanzará nuestra oración, y ¡tampoco lo ofenderán nuestros pecados!
Consecuencia que Barth no intentaba pero que se deriva lógicamente e
históricamente derivó.
En esta visión, sin embargo, tampoco se ve por qué lo va a alcanzar a Dios que
yo maltrate a los demás. De modo que sobremoralizando la interpersonalidad
interhumana, la desacraliza y abre la puerta a todo lo que estamos viendo que
sucede. Que mientras se declaman los derechos humanos,
la opción por los pobres y la solidaridad, se ve legalizar el aborto, la
eutanasia, etc. etc. sin que los campeones de la fraternidad protesten.