Acogida e indicaciones de los obispos católicos de Tierra Santa al Camino Neocatecumenal



JERUSALÉN, martes, 27 febrero 2007 (ZENIT.org).- Los obispos católicos de Tierra Santa han escrito el domingo una carta al Camino Neocatecumenal, también presente en la región, brindándole su acogida y ofreciéndole indicaciones para el desarrollo de su labor.

El Camino Neocatecumenal, cuyos estatutos fueron aprobados por la Santa Sede el 29 de junio de 2002, está al servicio de los obispos diocesanos y de los párrocos como una modalidad para redescubrir el sacramento del Bautismo, y de educación permanente en la fe.

Tal itinerario comenzó en 1964, cuando Kiko Argüello, entonces joven pintor, siguiendo las huellas del padre Charles de Foucauld, dejó todo para vivir entre los más pobres, en las barracas de Palomeras Altas, en la periferia de la capital española. También es iniciadora del Camino Carmen Hernández; les acompaña actualmente el padre Mario Pezzi.

Se calcula que existen unas 20.000 comunidades del Camino Neocatecumenal en más de 6.000 parroquias de 900 diócesis, que agrupan a cerca de un millón de católicos de los cinco continentes. De su seno han surgido unos 3.000 sacerdotes, 1.500 seminaristas y 5.000 religiosas.

Publicamos el texto íntegro de la citada misiva de los prelados orientales, difundida desde el Patriarcado Latino de Jerusalén.

 

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Carta al Camino Neocatecumenal en Tierra Santa



Hermanos y hermanas del Camino Neocatecumenal:

1. La paz de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre con vosotros.

Nosotros, Ordinarios Católicos de Tierra Santa, os dirigimos esta carta al inicio de la Cuaresma, en el marco del Plan Pastoral común para este año, cuyo tema es la catequesis y la educación religiosa en la parroquia.

Hermanos y hermanas del Camino: sois bienvenidos en nuestras diócesis. Damos gracias a Dios por la gracia que el Señor os ha dado y por el carisma que el Espíritu Santo ha infundido en la Iglesia a través de vuestro ministerio de la formación post-bautismal. Estamos reconocidos por vuestra presencia en algunas de nuestras parroquias, por la predicación de la Palabra de Dios, por la ayuda ofrecida a nuestros fieles en la profundización de su fe y en el arraigo en su propia iglesia local, en «una síntesis de predicación kerigmática, cambio de vida y liturgia» (Estatutos, art. 8).

Siguiendo la Carta que el Papa Benedicto XVI os dirigió el 12 de enero de 2006 [v. Zenit, 12 enero 2006. Ndr], y la de la Congregación para el Culto Divino del 1 de diciembre de 2005 [v. Zenit, 1 enero 2006. Ndr], os pedimos que ocupéis lugar en el corazón de la parroquia en la que anunciáis la Palabra de Dios, evitando hacer un grupo aparte. Desearíamos que pudierais decir con San Pablo: «Me he hecho esclavo de todos para ganar a los que más pueda» (I Co 9, 19).

El principio al que debemos todos juntos permanecer fieles e informar nuestra acción pastoral debería ser «una parroquia y una Eucaristía». Vuestro primer deber, por eso, si deseáis ayudar a los fieles a crecer en la fe, es arraigarles en las parroquias y en las propias tradiciones litúrgicas en las que han crecido durante generaciones.

En Oriente, nos importa mucho nuestra liturgia y nuestras tradiciones. Es la liturgia la que ha contribuido mucho a conservar la fe cristiana en nuestros pueblos a lo largo de la historia. El rito es como un documento de identidad y no sólo un modo entre otros de orar. Os rogamos que tengáis la caridad de comprender y respetar el apego de nuestros fieles a sus propias liturgias.

2. La Eucaristía es el sacramento de unidad en la parroquia y no de fraccionamiento. Pedimos por lo tanto que las celebraciones eucarísticas, en todos los ritos orientales, y además en el rito latino, sean siempre presididas por el párroco, o, en el caso del rito latino, en pleno acuerdo con él. Celebrad la Eucaristía con la parroquia y según el modo de la Iglesia local. «Allí donde está el obispo, allí está la iglesia», escribió San Ignacio de Antioquía. Enseñad a los fieles el amor por sus tradiciones litúrgicas y poned vuestro carisma al servicio de la unidad.

3. Os rogamos además que os empleéis seriamente en el estudio de la lengua y la cultura de la gente, en señal de respeto hacia ellos y como instrumento de comprensión de su alma y de su historia, en el contexto de Tierra Santa: pluralismo religioso, cultural y nacional. Además, en nuestros países, Palestina, Israel, Jordania, todos están en la búsqueda de la paz y de la justicia, una búsqueda que forma parte integrante de nuestra vida de cristianos. Toda predicación debería orientar a nuestros fieles en las actitudes concretas que hay que asumir en los diversos contextos de la vida y en la propia situación de conflicto que continúa en Palestina: actitud de perdón y de amor hacia el enemigo, por un lado, y por otro, exigencia de los propios derechos, especialmente la dignidad, la libertad y la justicia.

Os rogamos que prediquéis un Evangelio encarnado en la vida, un Evangelio que ilumine todos los aspectos de la vida y arraigue a los fieles en Jesucristo Resucitado y en todo su ambiente humano, cultural y eclesial.

Pedimos a Dios que colme vuestros corazones con su fortaleza y su amor, y que os conceda la gracia para que podáis colmar los corazones de los fieles de su amor y de su fortaleza.

Jerusalén, 25 de febrero de 2007

+ Michel Sabbah, Patriarca Latino de Jerusalén
+ Elias Shakour, arzobispo greco-melquita católico de Acri, Haifa, Nazaret y de toda Galilea
+ George El-Murr, arzobispo greco-melquita católico de Filadelfia, Petra y de Jordania
+ Paul Sayyah, arzobispo maronita de Haifa y de Tierra Santa, y exarca patriarcal maronita de Jerusalén, de los Territorios Palestinos y de Jordania
+ Fouad Twal, obispo coadjutor latino, Jerusalén
+ Kamal Bathish, obispo auxiliar latino, Jerusalén
+ Selim Sayegh, vicario patriarcal latino para Jordania
+ Giacinto-Boulos Marcuzzo, vicario patriarcal latino para Israel
+ Pierre Melki, exarca patriarcal siro-católico de Jerusaén, de Tierra Santa y de Jordania
+ George Bakar, exarca patriarcal greco-melquita católico de Jerusalén
Rafael Minassian, exarca patriarcal armenio católico de Jerusalén, de Tierra Santa y de Jordania

[Traducción del original italiano realizada por Zenit]