La discusión
acerca del rol de la mujer y el hombre en nuestra sociedad y en
La mujer ya tiene su lugar
La mujer no necesita encontrar su lugar en el mundo, ¡ya lo tiene! Es un lugar insustituíble, valioso y necesario. La mujer es el pilar de la sociedad, y allí donde justamente es más marginada y menospreciada es donde su papel es más necesario y fundamental. El problema está en que el lugar de la mujer no es socialmente valorado como el del hombre, por motivos históricos y culturales que conviene revisar.
La mujer no
tendría por qué querer asumir roles masculinos. Hombre y mujer somos diferentes,
física y psíquicamente. La cultura es importante, pero hay una parte innata de
cada género que sobrepasa las convenciones sociales y que nos diferencia. No
podemos escapar al hecho biológico tan fácilmente. La igualdad ante la ley y la
igualdad de derechos y oportunidades no ha de confundirse con la identidad o la
confusión de sexos. Somos diferentes, y esta diferencia, al igual que la
diversidad cultural que tanto reconocemos, es positiva y enriquecedora. Y es una
diferencia bella, también, como afirmaba en
Tal vez el punto más débil de un feminismo basado en la confrontación de géneros
es pretender que la mujer asuma el mismo rol que el hombre, asumiendo
características masculinas. Es cierto que la mujer puede hacer trabajos
tradicionalmente masculinos tan bien o mejor que el hombre, pero no necesita
hacerlo forzosamente con un estilo masculino o renunciando a sus características
femeninas. Por otra parte, si el feminismo desea desbancar del poder al hombre y
poner a la mujer en situación de poder, sólo habremos pasado de un extremo al
otro.
La amistad, motor de la cooperación
Un feminismo más
conciliador promueve la cooperación y la amistad entre el hombre y la mujer como
motor de una sociedad más igualitaria. La psicología y la antropología actual
reconocen unas diferencias intrínsecas entre hombre y mujer y una
complementariedad necesaria y positiva.
Una rama del feminismo actual también aboga por una feminización del mundo y la
cultura, por la incorporación de los valores femeninos –más humanizadores- al
campo de la política, la economía y la empresa.
¿Una auténtica liberación?
Actualmente, la
mujer está consiguiendo un grado cada vez mayor de libertad y está llegando a
ámbitos económicos, sociales y políticos que antes eran feudo exclusivo de los
varones. La mujer en el mundo occidental goza del mismo grado de libertad y de
los mismos derechos –al menos en teoría- que el hombre. Se habla mucho de la
liberación femenina... Parece que podemos felicitarnos, y con motivos: las
mujeres occidentales hoy somos una minoría privilegiada si nos comparamos con
muchas otras mujeres del mundo. Podemos estudiar, viajar, trabajar, dedicarnos a
las artes, llegar a cargos políticos y empresariales.
Desde hace unas décadas las mujeres también nos hemos dado cuenta de que esta
liberación, en la práctica, está resultando en una nueva y solapada esclavitud.
Al trabajo tradicional de la mujer en casa se ha sumado el trabajo de fuera del
hogar. ¿Quién no ha oído hablar de las “supermujeres”
La mujer actual vive esclava de las múltiples opciones que tiene par escoger.
Quiere abarcarlo todo y sufre bajo el peso de tantas obligaciones. Se insiste
mucho en que el hombre también debe ayudar en las tareas del hogar y, poco a
poco, con las nuevas generaciones, parece que este apoyo masculino va creciendo.
Pero el problema de fondo no es éste.
La dignidad de lo femenino
Me parece que el
problema radica en que las tareas “típicamente femeninas”, como ser madre o ama
de casa, que siempre han sido oficios de la mujer, no son tan valoradas ni
tienen tanto prestigio como las tareas “títpicamente masculinas”, como trabajar
fuera o dirigir una empresa. Las mismas mujeres somos las primeras que
menospreciamos nuestras funciones de toda la vida. “No hago nada”, dicen muchas
amas de casa. “Sólo hago mis labores”, murmuran muchas con cierta vergüenza.
Parece que trabajar fuera del hogar tiene más valor que ser ama de casa. No nos
damos cuenta de que, en realidad, una ama de casa es una auténtica campeona: es
esposa, madre, enfermera, educadora, cuidadora de gente mayor, administradora,
gestora, cocinera, limpiadora, contable, planificadora.
Pero, además, el ama de casa que es madre es una presencia insustituíble y
necesaria para sus hijos. Las horas que una madre pasa con sus pequeños son
tesoros en la vida de estos hijos. Tampoco es justo que la sociedad prive a las
madres de disfrutar de los gozos de su maternidad.
La mujer, constructora de sociedad
En algunos
lugares ya se está implantando la remuneración para las amas de casa. Pienso que
es de justicia, y que esta remuneración no debería ser un salario mínimo o una
pensión ajustada. Debe ser equiparable a cualquier otro salario profesional y
proporcional a las necesidades de la familia y al número de hijos. De la misma
manera que pagamos a los médicos, maestros y cuidadores, ¿por qué no pagar a la
mujer que está ayudando a crecer y a formarse a los futuros ciudadanos de un
país? La falta de una presencia materna tiene consecuencias serias en la
educación y el futuro de los niños. ¡En el bienestar de las mujeres y de las
madres nos jugamos mucho!
Es cierto que muchas mujeres, aunque económicamente no lo necesiten, desean
trabajar fuera del hogar porque quieren hacer algo más. Las mujeres también
necesitamos realizarnos y ejercer una función social y económica importante y
creativa fuera del hogar, cada cual según sus capacidades e iniciativa. Es más,
la sociedad no puede permitirse renunciar al valor inmenso del trabajo y la
creatividad femenina. Se trata de defender que las mujeres podamos compaginar
los dos ámbitos, para que nuestra vida sea gratificante y no debamos cargar con
un exceso de peso y de faena que agota nuestras fuerzas.
Si las funciones intrínsecas de la mujer como madre y empresaria del hogar
fueran reconocidas con el prestigio y la importancia que merecen, y también
justamente remuneradas, seguramente muchas mujeres se plantearían sus dobles
jornadas y una vida estresante que, finalmente, no compensa suficientemente todo
su esfuerzo y trabajos.
Este es el auténtico feminismo que, a mi parecer, debería impulsarse. No nos
hemos de limitar a luchar porque la mujer ocupe lugares hasta ahora propios del
hombre. También hemos de rescatar la dignidad del lugar que la mujer, desde
siempre, ha ocupado en la humanidad. Y somos las mujeres las primeras que hemos
de recuperar la dignidad de nuestro ser mujer y de nuestras funciones sociales
intrínsecamente femeninas. Las mujeres somos fuente de humanismo. Si podemos
ejercer nuestra feminidad en todos los ámbitos, comenzando por el más íntimo,
nuestro hogar, el mundo ganará mucho.
Fuente
Name:Montse de Paz
Location:Badalona, Barcelona, Spain
Licenciada en
Filología Inglesa, cuenta con una experiencia de más de 15 años trabajando en
diversas organizaciones humanitarias. En la actualidad reside en Badalona
(Barcelona) y es co-fundadora de