"Así como nosotros perdonamos"

Del P. Juan Manuel Martín-Moreno, s.j.  
 
 

 
 
 
 

Prólogo: 
 

Son contados los títulos aparecidos últimamente sobre el perdón en las relaciones de familia y comunidad. Esto es lo que me ha impulsado a publicar estas reflexiones, nacidas de una experiencia comunitaria y dedicadas a todos aquellos que de una manera u otra viven en comunidad. 
 

 
 
 
 
 

Partos,

medos y elamitas 
 

Capítulo 1 
 

 
 
 
 
 

 
 

¿Es posible la convivencia?

¿Es posible la comunión?  
 
 

 
 
 
 
 

Schopenhauer compara a los hombres a erizos llenos de púas, que en una noche de invierno tienen frío y se acercan unos a otros para conseguir algo de calor.

Pero al acercarse se lastiman y se hieren profundamente hasta el punto de tenerse que separar.

La historia se repite interminablemente.  
 
 

Sartre hablará de una <<pasión inútil>>. Para él, <<el infierno son los otros>>, pues estamos condenados a convivir con los demás como unos hombres atrapados en un ascensor.

 
 
 
 
 

 
 

 
 

 
 
 
 

¿Para qué seguir citando? 
 
 
 
 
 

El Señor creyó en esta posibilidad... ¿Podrán habitar juntos el lobo y el cordero, el leopardo y el cabrito, la vaca y la osa?  
(Is. 11,6).
 
 

 
 
 
 
 
 

<<Lo que para los hombres es imposible es posible para Dios>> (Mc. 10,27).  
 

El Señor nos dice:

<<Mirad, yo hago posible eso

que para vosotros es imposible.

Esa comunión que tanto anhelas,

pero en la que siempre fracasas,

puede ser posible mediante

el don de mi Espíritu>>.  
 

El amor mutuo es el signo de Jesús.  
 
 
 
 

<<En esto conocerán los hombres que sois discípulos míos,

si os amáis unos a otros>>  
(Jn. 13,35).

 
 
 
 
 

<<Con tres cosas me adorno

y me presento bella ante el Señor

y ante los hombres,

concordia entre hermanos,

amistad entre prójimos y

convivencia entre marido y mujer>>

(Eclo 25,1).  
 
 

Esta comunión y concordia entre hermanos es el adorno de Jesús.

Vivimos en comunidad para reflejar la vida trinitaria de Dios, que es comunidad. 
 

Y ¿qué hay tan evangelizador como el amor?  
 

 
 
 
 
 

San Agustín dice que

el amor entre los cristianos es

<<sonido dulce y suave voz, trompeta

que convoca en todas partes del mundo,

la piedra imán que atrae los corazones>>. 
 

Para esto se nos concede el Espíritu, y esto se puede vivir en el Espíritu.  
 

Donde está presente el Espíritu de Jesús, ni las mayores diferencias serán capaces de desunir.  
 
 
 
 

Donde no está el Espíritu de Jesús, ni las mayores uniformidades serán capaces de producir comunión.

 
 
 
 
 

Dice la primera carta de los Corintios:

<<Mientras haya entre vosotros envidia y discordia,

¿no es verdad que sois carnales y vivís a lo humano?>> (1 Cor. 3,3).

San Pablo se ríe de todos los carismas que puedan tener los corintios, mientras no haya en ellos unidad y amor, que son la manifestación más inequívoca de la presencia del Espíritu de Jesús.  
 

El centro del mensaje está en el capítulo 13.

<<Aunque tuviera esto y lo otro y lo de más allá…,

si no tengo amor, nada>>  
(1 Cor. 13,1-3).
 
 

Es decir, mientras no seáis hombres de comunión, no sois espirituales, sino carnales, por mucha sabiduría que tengáis, por más milagros que hagáis, etc.  
 

 
 
 
 
 

Jean Vanier en La comunidad: lugar de perdón y fiesta” subraya que en el corazón de toda comunidad se sitúa el perdón. 
 

Si el Espíritu Santo es capaz de crear comunidad, es precisamente haciendo posible el perdón, la reconciliación continua entre marido y mujer, padres e hijos, hermanos de comunidad, amigos, compañeros de trabajo.  
 

He querido comenzar este libro sobre el perdón con unas consideraciones generales acerca de la comunidad cristiana, porque es sólo en este marco donde el perdón puede hacerse inteligible.