ARIDEZ

 

 

 

En qué consiste la verdadera devoción

 

 

 

418 Porque no es devoción aquella ternura de corazón o conlación que sienten algunas veces los que oran, sino esta prontitud y aliento para bien obrar, de donde muchas veces acaece hallarse lo uno sin lo otro, cuando el Señor quiere probar a los suyos (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 2, 1).

 

 

 

419 Tienes una pobre idea de tu camino, cuando, al sentirte frío, crees que lo has perdido: es la hora de la prueba; por eso te han quitado los consuelos sensibles (J. ESCR[VA DE BALAGUER, Camino, n. 996).

 

 

 

420 No has de ser como muchos ignorantes que piensan de Dios superficialmente y creen que, cuando no lo entienden o no lo gustan ni sienten, Dios está más lejos y más escondido (SAN JUAN DELA CRUZ, Cántico espiritual, 1, 12).

 

 

 

421 Debes comportarte como te he indicado [...] en el tiempo de las consolaciones; pero esto no durará mucho, pues a veces te sentirás tan privada y destituida de sentimiento y devoción que te parecerá que tu alma es una tierra desierta, infructuosa, estéril, donde no se abre camino ni sendero alguno para encontrar a Dios, ni se encuentra el agua de la gracia que la pueda regar, a causa de la sequía que, a tu manera de ver, la convertirá en un desierto. ¡Oh, cuán digna de lástima es el alma que se ve en semejante estado y, sobre todo, cuando su mal es vehemente! Porque entonces, a semejanza de David, se derrite en lágrimas día y noche (Ps 62, 3), mientras que el enemigo, mediante mil sugerencias para sumirla en la desesperación, se mofa de ella diciéndole: ¡Ah, pobrecilla!, ¿Dónde está tu Dios? (Ps 61,3) (SAN FRANCISCO DE SALES, Introd. a la vida devota, IV, 14).

 

422 El que quisiere ver cuánto ha aprovechado en este camino de Dios, mire cuánto crece cada día en humildad interior y exterior. ¿Cómo sufre las injusticias de los otros? ¿Cómo sabe dar pasada a las flaquezas ajenas? ¿Cómo acude a las necesidades de sus prójimos? ¿Cómo se compadece y no se indigna contra los defectos ajenos? ¿Cómo sabe esperar en Dios en el tiempo de la tribulación? ¿Cómo rige su lengua? ¿Cómo guarda su corazón? ¿Cómo trae domada su carne con todos sus apetitos y sentidos? ¿Cómo se sabe valer en las prosperidades y adversidades? ¿Cómo se repara y provee en todas las cosas con gravedad y discreción? Y, sobre todo esto, mire si está muerto el amor de la honra, y del regalo, y del mundo, y según lo que en esto hubiere aprovechado, así se juzgue, y no según lo que siente o no siente de Dios (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 2, 5).

 

423 [...] porque de razón de tibieza es no se le dar mucho, ni tener solicitud interior por las cosas de Dios [...] Lo que es sólo sequedad purgativa tiene consigo ordinaria solicitud con cuidado y pena, como digo, de que no sirve a Dios [...]. (SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche oscura, 1, 9).

 

424 En lo que está la suma perfección claro está que no es en regalos interiores ni en grandes arrobamientos [...], sino en estar nuestra voluntad tan conforme a la voluntad de Dios, que ninguna cosa entendamos que quiere, que no la queramos con toda nuestra voluntad (SANTA TERESA, Fundaciones, 5, 10).

 

 

 

La oración "con sequedad"

 

425 "¿Qué me pasa? Estoy decaída, nada me puede ya contentar, todo me disgusta; ¡me siento tan confundida!" Mas, ¿por qué? Hay dos clases de confusión: la una lleva a la humildad de la vida; la otra, a la desesperación y, en con secuencia, a la muerte. "Os aseguro que estoy tan turbada —dice ella—que casi me falta el aliento y renuncio a aspirar a la perfección". ¡Dios mío, qué debilidad! Faltan los consuelos y, en consecuencia, viene a menos el valor. No conviene obrar así, sino que cuanto más nos priva Dios de sus consuelos, tanto más debemos esforzarnos en testimoniarle nuestra fidelidad. Un solo acto practicado durante esta aridez vale más que muchos otros hechos durante el tiempo de consolación, porque, como ya he dicho hablando de Job, se practica con amor mucho más fuerte que el otro, tierno y sensible. Así, pues, cuanto más me quiten, más daré (SAN FRANCISCO DE SALES, Conversaciones espirituales, 17, 3).

 

 

 

426 Para el que ama a Jesús, la oración, aun la oración con se- quedad, es la dulzura que pone siempre fin a las penas: se va a la oración con el ansia con que el niño va al azúcar, después de tomar la pócima amarga (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, n. 889).

 

 

 

427 Que, por cuanto aquí purga Dios al alma..., conviene que sea puesta en vacío y pobreza y desamparo de todas estas partes (potencias interiores y exteriores), dejándola seca, vacía y en tinieblas (SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche oscura, 2, 6, 4).

 

 

 

428 Y así se determine, aunque para toda la vida le dure esta sequedad, no dejar a Cristo caer con la cruz. Tiempo vendrá que se lo pague por junto; no haya miedo que se pierda el trabajo; a buen amo sirve; mirándole está (SANTA TERESA, Vida, 11, 3).

 

 

 

429 Hasta tal punto conocía el santo rey David la utilidad que supone para nosotros este alejamiento y, por decirlo así, esta ausencia de Dios, que no quiso pedirle le privara de una prueba semejante. Sabía de sobra que el sufrir alguna vez estas desolaciones era de provecho a él y a los demás hombres, cualquiera que fuese el grado de perfección a que hubieren llegado (CASIANO, Colaciones, 4, 6).

 

 

 

No disminuir la oración a causa de la aridez

 

430 Cuando vayas a orar, que sea éste un firme propósito: ni más tiempo por consolación, ni menos por aridez (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, n. 99).

 

431 Si acaso te sucede no hallar gusto ni consuelo en la meditación, te encargo que no por esto te turbes, sino que unas veces recurras a la oración vocal, quejándote de ti misma a Nuestro Señor, confesando tu indignidad, pidiéndole que te ayude, besando devotamente su imagen, si la tienes, y diciendo las palabras de Jacob: Señor, no es dejaré hasta que me hayáis dado vuestra bendición [...1. Otras veces toma un libro y lee con atención, hasta que se despierte tu espíritu y vuelvas a entrar en ti (SAN FRANCISCO DE SALES, Introd. a la vida devota, 2, 9).

 

 

 

432 Más estima Dios en ti el inclinarte a la sequedad y al padecer por su amor, que todas las consolaciones, visiones y meditaciones que puedas tener (SAN JUAN DE LA CRUZ, Dichos de luz y amor, 14).

 

 

 

Dios no abandona

 

433 Antes da de muchas maneras a beber a los que le quieren seguir, para que ninguno vaya desconsolado ni muera de sed; porque de esta fuente caudalosa salen arroyos, unos grandes y otros pequeños, y algunas veces charquitos para niños, que aquellos les basta y más sería espantarlos ver mucha agua; éstos son los que están en los principios. Ansí que, hermanas, no hayáis miedo que muráis de sed en este camino; nunca falta agua de consolación (SANTA TERESA, Camino de perfección, 20, 2).