Publicidad
barata
Un
estudio español, recientemente publicado, demuestra a las claras que la
publicidad se vale de cualquier elemento a la mano para vender sus productos al
cautivo (y en ocasiones cautivado) consumidor. Este trabajo enseña que la
ciencia ha sido «robada» para servir a la industria del engaño. Con
argumentos «científicos» se venden desde jabones hasta automóviles. Claro
que no hay ciencia ninguna detrás de la palabrería.
El
más despistado no podría tragarse el que pruebas de laboratorio hayan
demostrado que tal crema dental impacta en la capa dentobacteriana y produce
una barrera resistente al germen del mal aliento, al de la caries y al de
gengivitis con sólo una cepillada diaria. O que tal marca de automóvil
produzca una revolución aerodinámica en la que, al paso del vehículo, la
resistencia del aire simplemente no pesa. Pero estas «afirmaciones científicas»
están presentes en la publicidad comercial de nuestros días, avalando
productos y servicios desde la perspectiva de la ciencia, o sea, desde la
perspectiva sólida del conocimiento profundo.
Dichos
anuncios llevan, por si faltara más, un señor (o una señora) con el típico
batín blanco de doctor o de mecánico. Hasta en el que salía el jugador de
futbol Hugo Sánchez. Es el indicativo máximo de cientificidad, de
profesionalismo doctoral, de validación del conocimiento. Eso y, por supuesto,
la demostración indemostrable de que el cosmético, aplicado con la constancia
requerida, vuelve a reconstruir la capa epidérmica a través del exclusivo
tratamiento (suizo) de moléculas inteligentes, que se internan por los
vericuetos de la piel para traer la frescura de los lagos helvéticos en el
cutis de la señora de Pénjamo.
El
estudio a que nos referimos apareció en la revista española Enseñanzas de
la Ciencia, y deja al desnudo, al menos, dos sectores de la industria muy
proclives al abuso de la (inexactitud) científica: el de la cosmética y el de
los automóviles. Explicaciones como que el coche de marras posee «suspensión
independiente en las cuatro ruedas, con tren delantero triangulado de geometría
optimizada y tren trasero de doble triangulación superpuesta y planos
controlados con gestión electrónica de amortiguación». Suena perfecto.
En el trabajo de investigación se afirma: «la ciencia se usa en publicidad por dos razones: primero, igual que se usa a un actor famoso, como respaldo de calidad. Algo probado científicamente es algo verdadero; se cree que el conocimiento científico está probado más allá de toda duda, lo que es erróneo; segundo, porque la sociedad no tiene conocimiento científicos mínimos para entender lo que se dice, para saber si es cierto o no». Las inexactitudes son pavorosas, pero no existe ni autoridad ni aparato crítico social capaz de pararlas.
SANTIAGO
NORTE, Querétaro, México
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