Injusto
orden mundial de la ONU
Esta
es la actual propuesta que para casi todo ofrece la ONU: no seguir insistiendo
en que los ricos se sacrifiquen por el bienestar de los
pobres; luego la solución
está en borrarlos del mapa.
Tras el fracaso del marxismo y las evidentes limitaciones del
modelo liberal, constata Ratzinger en un artículo que apareció en el diario italiano Avvenire,
surge el nuevo orden mundial, que halla expresión cada vez más evidente
en la ONU y en sus Conferencias internacionales. En los encuentros como los
celebrados sobre la población y sobre la mujer ha quedado clara una
verdadera y propia filosofía del hombre nuevo y del mundo nuevo.
«Una filosofía de este tipo no tiene ya la carga utópica
que caracterizaba el sueño marxista -explica Ratzinger-; por el
contrario, es muy realista en cuanto que fija los límites de los medios
disponibles para alcanzarlo y recomienda, por ejemplo, sin por esto tratar de
justificarse, que no hace falta preocuparse por el cuidado de aquellos que ya no
son productivos o que no pueden ya esperar una determinada calidad de vida». Esta
filosofía no pide a los hombres, habituados a la riqueza y al bienestar, hacer
sacrificios para alcanzar un bienestar general, «sino que propone
estrategias para reducir el número de los comensales en la mesa de la
humanidad, para que no se vea afectada la pretendida felicidad que éstos han
alcanzado».
«La peculiaridad de esta nueva antropología, que debería
constituir la base del nuevo orden mundial, resulta evidente, sobre todo,
en la imagen de la mujer, en la ideología del ‘Women’s empowerment’ (el
poder para las mujeres), nacida de la Conferencia de Pekín. Objetivo de esta
ideología es la autorrealización de la mujer: sin embargo, los principales
obstáculos que se interponen entre ella y su autorrealización son la familia y
la maternidad. Según esto, la mujer debe ser liberada, de modo especial,
de lo que la caracteriza, es decir, de su especificidad femenina»
«En el miedo a la maternidad que se ha apoderado de una gran parte de nuestros contemporáneos entra seguramente en juego también algo todavía más profundo: el otro es siempre, a fin de cuentas, un antagonista que nos priva de una parte de vida, una amenaza para nuestro yo y para nuestro libre desarrollo. Hoy no existe ya una ‘filosofía del amor’, sino solamente una ‘filosofía del egoísmo’. Por este motivo, en este punto del desarrollo de la nueva imagen de un mundo nuevo, el cristiano (no sólo él, pero de todos modos él antes que los otros) tiene el deber de protestar».
JOSEPH
RATZINGER, Roma, Italia
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