Batalla
anti-nazi del Vaticano
¿Que el papa estaba
feliz con el exterminio de los judíos? ¿Que jamás le pasó por la mente la
posibilidad de denunciar las atrocidades del nazismo? Las recientes revelaciones
de su encíclica contra el racismo callan la boca de sus enemigos.
Acusaciones a montones ha recibido este pontífice;
pero también han hablado en su defensa muchos judíos: aquellos que fueron
salvados por Pío XI, y aquellos que lograron comprender la importancia de que
la Iglesia guardara prudente silencio para no agravar todavía más la situación
de los perseguidos por Alemania
Lo que más se le reprocha a este vicario de Cristo
es no haber escrito nada, no haber emitido una encíclica para denunciar
concretamente el pecado del racismo hitleriano.
Sin embargo, recientes revelaciones han demostrado
todo lo contrario: Pío XI ordenó la elaboración de tres documentos para la
emisión de una encíclica que, por razones históricas, nunca pudo ser
publicada.
En las tres obras se constata inequívocamente la
postura de la Iglesia Católica contra el racismo y, en particular, contra el
antisemitismo, en aquellos
convulsos años previos al inicio de la segunda guerra mundial.
Posición
anti-nazi de Pío XI
En el verano de 1938 se reunieron en París, por
orden del pontífice, los padres jesuitas David Desbuquois, Gustav Gundlach y
John LaFarge. El objetivo era claro: redactar el borrador de un documento en el
que debía exponerse la doctrina cristiana sobre la unidad del género humano
contra todas las ideologías racistas de la época.
Cada uno de los tres jesuitas redactó un documento
de unas cien páginas. Uno estaba en francés, otro en inglés y otro en alemán.
Los borradores fueron entregados a Pío XI en
enero de 1939, por el entonces prepósito general de la Compañía de Jesús, el
padre Ledochowski. Obviamente no pueden ser considerados como documentos
pontificios, sino simplemente como textos base que debían ser sometidos a
retoques y correcciones para poder llegar a convertirse en una encíclica.
Pre-encíclicas
papales
Fueron tres en concreto; tres documentos papales que denunciaban al
racismo. Pero de
los tres el más consistente ante el Papa fue el redactado en
alemán por Gustav Gundlach, profesor de la Universidad Pontificia
Gregoriana. Era, sin duda, el texto más contundente y mucho más favorable al
pueblo judío.
El nombre que Gunlach propuso a Pío XI como título
de la encíclica era Societatis Unio.
Ninguna de las tres propuestas era un texto
completo. Varias partes requerían ser profundizadas. Hacía falta hacer nuevos
estudios. Y en realidad tampoco estaba claro si convenía utilizar
la versión francesa o la alemana. Pero la situación política y social
decidió todo.
Riesgos de
la posición papal
En 1938 se promulgó en Italia la legislación
racista, y las relaciones entre la Santa Sede y el gobierno fascista eran muy
tensas, lo que condenó a los borradores de la posible encíclica sobre el
racismo a que acabaran en los archivos.
Gundlach escribió en noviembre de 1938 una carta al
jesuita LaFarge, autor del documento en francés, para decirle que el Papa tenía
tantos problemas de salud que no podía decidir la publicación de un documento
que pondría en choque frontal a la Iglesia con los nazis.
Por lo que se refiere a la denuncia del racismo, el
Vaticano no tenía dudas. Lo que no estaba
claro era si la publicación de una encíclica favorecería o empeoraría la
situación. De hecho, tras la publicación, el 14 de marzo de 1937, de una encíclica
de Pío XI, la Mitt brennender
Sorge, donde denunciaba la incompatibilidad del catolicismo con los
presupuestos racistas y paganos del nazismo, ya había empeorado la situación
de los católicos y de los judíos en Alemania.
Posición anti-nazi de Pío XII
El entonces secretario de Estado del Vaticano,
Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, a quien se le ha acusado despiadadamente de
ser «el papa de Hitler», estaba bien enterado de lo que pasaba.
Al ser elegido como vicario de Cristo concentró
todas sus energías en el intento de evitar el conflicto mundial, razón por la
que también se abstuvo de publicar la Societatis Unio. Sin embargo, más
adelante utilizó gran parte del borrador del documento para publicar en 1939
otra encíclica: la Summi Pontificatus. Luego también se utilizó parte
de este material en 1941, con
motivo del quincuagésimo aniversario de la Rerum Novarum, y en otros
discursos y cartas.
800.000
judíos rescatados por el papa
Mieli es judío, implacable ante la terrible tragedia del Holocausto. «Vengo de una familia de origen judío y he tenido parientes que murieron en los campos de concentración durante la segunda guerra mundial. Por tanto, hablo de todo esto con mucha dificultad» dijo al intervenir en Roma, el 6 de junio pasado, en la presentación del libro Pío XII, el Papa de los Judíos, escrito por Andrea Tornielli, experto en asuntos vaticanos del diario milanés Il Giornale. Y añade: «Durante un largo período de tiempo fueron precisamente los judíos quienes dieron las gracias a ese pontífice por lo que había hecho», pero en los años 70 algunos grupos con intereses políticos comenzaron a poner en duda la labor de este papa. Así que finaliza: «Quiero decirlo con la máxima claridad: poner las responsabilidades sobre las espaldas de Pío XII es una auténtica sinvergozonería».
Según el cálculo del judío Pinchas Lapide, algo menos de 1 millón, entre 700.000 y 800.000 judíos, fueron salvados por la Iglesia y por este pontífice.
DIEGO
GARCÍA, Querétaro,
México
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